84-. Los Nuevos Mejores Amigos // Parte II //

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El bloque de departamentos donde afirmé, se ubicaba el perteneciente a Sam, se erguía a un par de manzanas de distancia. El trayecto duró poco más de cinco minutos, confundiéndome al no entender porque Sam siempre llegaba temprano, la regla universal era que entre más cerca vivieras de la escuela, más tardabas en llegar.

Entre cavilaciones seguí a Luca a través del edificio, el muchacho se conducía con demasiada confianza mientras aseguraba que el hogar de mi amigo era el que aguardaba detrás de la puerta marcada con el número tres.

Con cierto recelo, le propiné un par de golpeteos a la gran puerta de caoba que se asentaba frente a nosotros, ésta fue abierta en cuestión de minutos por un Sam bastante desmejorado y las palabras brotaron de mis labios sin que yo pudiera evitarlo:

—¡Diablos, Sam! Te ves horrible.

—Por lo general así es como los viles humanos nos vemos cuando enfermamos, pero claro, tú que vas a saber de eso si tú y tu novio son un par de dioses que incluso agonizando se han de ver perfectos.

No le tomé demasiada importancia a su comentario. Toda mi atención se la llevó su modulación de voz, ésta era bastante gracioso y la congestión nasal que lo aquejaba lo obligaba a cambiar algunas letras por la "d".

Do seas amargado —lo imité en un tono burlesco—, y muévete, Sam.

Mi amigo me obedeció, se apartó de la puerta permitiéndome la entrada, y después de saludar a Luca son un curioso choque de puños, cerró la puerta.

Ambos varones se enfrascaron en una conversación que me hizo sentir excluida, escuchaba lo que ellos decían pero no comprendía lo que intentaban decir con ello. El único momento en el que me sentí incorporada en la charla fue cuando salió a colación la exposición fallida en clase de Matterazzi, y después eso, Luca se marchó.

—¿Cuándo llegaste? —preguntó Sam, retomando su lugar frente a mí.

—Hoy a la media noche —respondí tras evaluarlo a detalle. Sam se veía pésimo; sus ojos se encontraban rojos e hinchados, de vez en cuando, de su nariz salían ciertos fluidos que él vehementemente limpiaba con un pañuelo, ocasionando que su nariz adoptara una tonalidad escarlata—. ¿Cómo enfermaste de esta manera?

—Sólo diré que los besos bajo la lluvia son en demasía románticos, pero nadie te advierte de

las consecuencias.

—No imaginé que tú fueras esa clase de chico —admití con una pequeña sonrisa

—No lo era —ratificó mi pensamiento—, pero ustedes las mujeres tienen un poder de

persuasión impresionante.

Reí. No podía discutir esa cuestión.

—¿Y donde está, Clara? Ella debería estar aquí cuidando de ti.

Sam se encogió de hombros.

—No sé. Terminamos.

No podía dar crédito a sus palabras, durante instantes lo miré, esperando que dijera que esto

era una broma, pero eso no sucedió.

—¿Cómo? —pregunté patidifusa. Sam y Clara se veían tan enamorados—. ¿Por qué?

—Alegó que nuestra decisión de formar una relación fue acelerada, pero en el fondo sé que lo

hizo porque no pudo perdonar que por mi "culpa" ella también terminara resfriada.

My Favorite NeighborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora