Gilbert Weillschmidt se encontraba jadeante, escondido tras una barricada de muebles en medio de una terrible destrucción que no iba a detenerse jamás. El miedo corría por sus venas, estaba preocupado por lo que pasaba a su alrededor, era la primera vez que sentía tanto miedo... de Él.
Se asomó y usó dos cojines para cubrir su hermoso rostro cuando de pronto tuvo que agacharse de nuevo, cubriéndose la cabeza. Uno de los proyectiles, que iban de un lado a otro, casi le golpeaba, mas chocó contra la pared que se encontraba detrás, cosa que hizo que el objeto se destrozara en mil pedazos. El albino se volteó para ver que era aquel objeto y casi lloraba al notar que era una jarra de cerveza. Su jarra especial de cerveza.
Eso sí ya no iba a soportarlo más. Le permitía arruinar toda la casa ya que después Él tendría que limpiarla, pero no le iba a permitir arruinar todas las jarras para cerveza. Sobre su cádaver.
-¡Oeste! - gritó el prusiano mientras se levantaba nuevamente de su escondite y le miraba fijamente. Casi al instante, su hermano menor, Ludwig, le lanzó una mirada de odio que, si no fuera ya albino, habría provocado que el terror aclarara sus cabellos. No sólo le miró mal, también le lanzó algo que le dio en la cara y le hizo esconderse de nuevo.
Prusia se sobó la zona afectada, y luego vio que el objeto que su hermano le arrojó fue el teléfono. ¡Gracias a Dios! Llamará a la policía, a la CIA, FBI... ah, no, esos no. Mejor llamaría a...
-¿Hola? - pronunció la voz de una mujer.
-¡Hungría! ¡Necesit... Ludwig necesita tu ayuda! Le pasa algo y no sé qué es, ¡trae ayuda! - le dijo a gritos el albino.
-¿No serás tú el que la necesita? - respondió con un tono burlón.
-¡NO! Sólo ven y ayúdalo, creo que tiene problemas... ¡ESPERA, ESPERA, NO LA TELEVISIÓN!
La húngara podía escuchar como el cristal de aquel objeto se rompía, incluso pudo escuchar algunos gimoteos del prusiano. Pobre, la televisión era su única amiga... quizá lo mejor es irlo a ayudar. No quiso escuchar más de eso y se preparó para ir a casa de Alemania.
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Hungría llegó a la casa del alemán, consiguiendo escuchar como alguien lloraba en el interior. Se mordió el labio inferior, no sabía que se encontraría dentro. Todo sonaba tan serio que lo mejor era no burlarse del tonto albino, debía haber un gran problema como para que los dos estuvieran así de mal.
Jugó con un mechón de su cabello y golpeó la puerta con la otra mano, el llanto cesó y escuchó unos pasos que se dirigían hacia la puerta. Debió comprar un sartén en el camino, por si fuese a necesitarlo.
Al ser abierta la puerta se encontró con un indefenso Gilbert, con los ojos llorosos y algo hinchados, era obvio que estaba llorando, no iba a poder negarlo. Ella quiso decir algo pero el albino se le aventó para abrazarla, cosa que le hizo ruborizar con levedad, de pena. A ver, Gilbert es guapo y todo, verlo así de necesitado es lindo pero la verdad sentía bastante pena por lo que estaba viviendo.
-Él rompió la televisión... el sofá... toda la sala - murmuró el de ojos rojos, mientras se frotaba un poco en ella. Iugh, se estaría limpiando los mocos en... ¿su busto? Elizabeta infló las mejillas, le puso una mano en la frente al otro y le empujó para que le dejara en paz.
-Muy bien, muy bien, entiendo, algo malo le pasa a Alemania ¿pero qué es? - habló sin dejar de empujarlo para que le soltara ya, ya fue suficiente de abrazos.
-Creo... que perdió algo. Pero déjame decirte que su forma de buscar las cosas no es nada eficiente. ¿Empujar, tirar y romper muebles? Mira, la sala está hecha mierda y yo no voy a arreglarla - aquello se lo dijo mientras hacía pasar a su visita a la casa, y en efecto, la habitación era todo un desastre.
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El problema de Alemania
Fanfiction¿Qué rayos pasa en la casa de los alemanes? -- Hola. Antes de denunciar(¿?) la historia por copiarla de alguien más, quiero aclarar que es mía. Perdí mi cuenta anterior porque no recordaba la contraseña y borraron mi correo xDUu y pues eso. Esta es...