XY: Polvo y sueños

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Abril

X: Jacob



Dicen que cuando te pasan cosas desagradables las comienzas a olvidar a medida que pasa el tiempo. Pues yo digo que están locos. Jodidamente locos.

No es verdad, no es cierto. No puedes olvidarlas, la carga emocional puede disminuir conforme pasa el tiempo pero no es olvidar, no es mejorar, no es avanzar. Sobre todo si la cosa desagradable que te ha pasado te la recuerdan continuamente, cada estúpido día.

No puedo olvidar nada de lo que paso el mes pasado, no puedo, cada día lo recuerdo continuamente como si estuviera viendo un cortometraje.

Un cortometraje que muestra a mi mejor amigo besando a una chica, más concretamente a su novia.

Y no es una situación trágica ¿qué tiene de malo que tu mejor amigo tenga pareja, se bese con ella todos los días? Nada, excepto, claro, que estés enamorado de él.

Eso es una puta mierda. Y no me importa quién pueda pensar que soy un exagerado o un melodramático inmaduro, no son yo y no están dentro de mi cabeza, ni están sintiendo la situación ni percibiéndola de la misma forma que yo.

Nadie más puede opinar de esta situación, sólo yo tengo derecho.

***

Como es natural en mí, no puedo dejar de quejarme de ninguna situación, y ahora mismo estoy más que irritado por esta situación. Esta situación donde estoy sentado en la cafetería escolar con Edgar, el ser más sarcástico y molesto que he conocido en mi pobre existencia, tan corta e inútil.

Estamos sentados en una de las mesas más alejadas de la multitud se congrega alrededor de los vendedores de comida. La mesa en la que estamos le faltan un montón de sillas, porque todas se las han llevado los demás alumnos porque al parecer tienen tantos amigos que no caben en una maldita mesa de 10 personas, con 10 sillas. No, no, ellos necesitan más de 10 sillas; dejando nuestra mesa con sólo tres miserables sillas. Y no sé por qué me estoy quejando de esto.

Estoy realmente irritado, me irrita todo en este lugar, los adolescentes gritando lo que quieren para comer, otros más gritando estupideces, la televisión encendida en un programa de fútbol, el olor de la comida rápida, el sofocante aire que se respira. Y que Edgar no me está haciendo el menor caso.

Está sentado frente a mí con una libreta; tiene una lata con refresco a su lado derecho y a su lado izquierdo un montón de lápices, plumones y borradores. Hace poco me explico para qué servía cada uno pero se me ha olvidado, sólo recuerdo que me quede impresionado por la cantidad de tipos de plumones que puede haber, y la cantidad de borradores que se pueden utilizar.

Siempre que estoy cerca de Edgar y tiene una libreta o un cuaderno de dibujo, o cualquier jodido papel en el que pueda dibujar, es como si ya no importara nada, se olvida del mundo y no le importa lo que suceda alrededor. Aunque tampoco es que Edgar preste atención a nada en absoluto, este dibujando o no lo esté.

Pero hay días en que me fastidia que nunca este centrado en otra cosa que no sea lo que está dibujando, o lo que sea que esté pensando. Y hoy es uno de esos días.

Pero también es cierto que a veces es fascinante observarlo dibujar, cómo crear diversas figuras, retratos de personas o de paisajes. No sé cómo logré hacerme amigo de Edgar, sólo comenzamos a hablar de cosas sin sentido, cada mes lo hacíamos hasta que se volvió una rutina, algo frecuente en el que nos acostumbramos a hablar el uno con el otro. Aunque claro está, no hablo de la misma forma con Edgar que como hablo con P. Es muy diferente, pero me alegra tener otra persona con la que conversar. Sobre todo cuando P está demasiado ocupado para hablar conmigo.

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