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Aquella noche el tiempo pareció detenerse para dos personas cercanas y distantes al mismo tiempo. El Sheriff Stilinski no permitió separarse de la cama de su hijo en ningún momento pese a las advertencias de Melissa sobre aspectos como descansar, comer algo y lo más importante, no podía permanecer en esa sala de cuidados intensivos. Por ello y sabiendo que podía jugarse el puesto, Melissa decidió consultar con uno de los médicos que llevaban su historial para colarle un calmante en un poco de agua que le dio a beber. Achacando el consecuente sopor al estrés, le indicó que podía descansar en una habitación contigua. Una vez que el sheriff se quedó completamente dormido, Melissa respiró tranquila. Stiles necesitaba tranquilidad y sobre todo no tener a gente ajena al hospital cerca de él. No era la primera vez que ocurrían cosas extrañas en Beacon Hills y las sufrían en el hospital. Así que si tenía que tomar cartas en el asunto, lo haría. Cuando volvió a la habitación de Stiles y nada más cerrar la puerta, ahogó un grito con la mano al ver a Derek salir justo detrás de ella, pidiéndole con gestos que no gritara.

_ ¿Cómo demonios has entrado aquí sin que nadie te vea? ¿Sabes que no puedes estar aquí y que no es hora de visita, verdad?

_ Lo sé, señora McCall pero necesitaba verle. No podía irme sin saber cómo estaba.

_ Ya se lo dije a Scott. Dentro de la gravedad, está bien. Saldrá de esta. Pero necesita tranquilidad y no me estáis ayudando. He tenido que drogar a su padre para que descansara y así dejarnos hacer. Lo que no sé es cómo demonios no le ha dado algo al saber lo que le había pasado.

_ El sheriff Stilinski tiene un corazón fuerte.

_ Menudo consuelo –comentó Melissa mientras cogía un portafolios de la cama de Stiles y se acercaba al monitor que controlaba su tensión arterial y las pulsaciones, anotándolas en el historial. Tras eso ojeó los goteros y comprobó que las vías para el oxígeno estuviesen bien colocadas. Derek la observaba con detenimiento, esperando que Stiles despertase o que hiciese algo que le recordase que estaba allí con ellos y no tan quieto, tan silencioso como un muñeco.

_ Tienes que irte –dijo Melissa con tono autoritario.

_ Solo unos minutos, por favor –pidió Derek en un tono que jamás hubiese usado con nadie-. Unos minutos y me iré, lo prometo.

Melissa lo miró largo rato. Realmente no conocía mucho a ese muchacho pero algo le decía que el dolor y la angustia que reflejaban sus ojos y su cara no eran fingidos.

_ Cinco minutos. Está bien, que sean diez pero no más –dijo al ver el gesto que puso Derek-. En cuanto entre de nuevo, te irás y más te vale que sea por las buenas.

Derek asintió. En cuanto Melissa salió, cerrando tras de sí, Derek se giró hacia Stiles. Verle de esa forma, tan pálido, con unos feos hematomas en su cara y cuello para luego ver como una gran venda cubría parte de su torso y espalda. Cables, vías y esa máquina ayudándole a respirar por si sus pulmones decidían que era mucho trabajo para ellos...

_ Maldita sea Stiles... Te dije que no fueses, que era peligroso. ¿Por qué te gusta tanto llevarme la contraria? –preguntó mientras sentía como las lágrimas comenzaban a caer. Buscando una silla donde sentarse, la acercó hasta la cama para una vez acomodado, cogerle de la mano. Estaba más frío de lo normal. Concentrándose, Derek comenzó a absorber parte del dolor que sentía Stiles consiguiendo que la máquina pitase brevemente. Cuando creyó haber absorbido lo suficiente para calmarle, apartó su mano, sintiéndose levemente mareado. La máquina siguió con su ritmo normal y salvo eso, Derek no notó diferencia alguna en el cuerpo de Stiles. Levantándose, acarició el rostro del chico para luego besarle suavemente. Nada más apartarse, la puerta se abrió, apareciendo Melissa en la misma.

El Alfa entre los AlfasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora