Ziam

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Se puede saber qué es lo que haces? Cada mañana te pones un par de zapatos nuevos y al día siguiente hay que tirarlos. ¡ No me digas que los rompes corriendo por la habitación, porque no me lo creo! ¿Qué haces?

Quien así hablaba era el rey. Se dirigía a su hijo, el príncipe Liam, el mayor de sus tres hijos.

Algo misterioso, muy misterioso sucedía en palacio. Todas las noches, los tres príncipes se retiraban pronto a sus habitaciones, como debían hacer los príncipes, y, aparentemente, pasaban la noche durmiendo felices, como deben hacer los príncipes. entonces, ¿ Por qué a la mañana siguiente los zapatos de Liam estaban destrozados, como si hubiera estado toda la noche corriendo por los caminos?

-No sé, no me acuerdo-respondía siempre el príncipe cuando su padre le regañaba.

El rey se enfurecía con la respuesta.

-Y vosotros- decía mirando muy enfadado a los otros dos príncipes- Vosotros dormís en la misma habitación. ¿Tampoco sabéis nada?

Ninguno sabía nada. El rey decidió poner fin a aquella situación.

-My bien- dijo con firmeza- Desde hoy vais a dormir toda la noche, os lo garantizo. Cerrare la puerta de vuestro dormitorio con llave y se acabarán las salidas nocturnas.

Y así lo hizo.

Aquella noche el rey se fue adormir tranquilo, pensando que todos sus problemas se habían terminado. Atada a la muñeca tenía la llave del dormitorio de los príncipes. Nada extraño podía suceder...

...mientras, en el dormitorio de los tres príncipes, iba a empezar otra extraña noche. Cuando todos en palacio pensaban que los príncipes dormían plácidamente, Liam, como en sueños, vestía su hermoso traje de baile y se ponía unos zapatos rojos, sus preferidos.

- ¿ A dónde vas?- preguntaron sus hermanos con envidia.

Liam seguía vistiéndose con gestos lentos, como si no fuera él quien lo hacía, y no respondió.

-¿ Vas a bailar, verdad?-insistían sus hermanos-. Llévanos contigo. Nosotros también tenemos derecho a divertirnos.

- No es mejor que no lo hagáis. Me canso mucho bailando; a la mañana siguiente casi no puedo levantarme y nuestro padre se enfada.

-Pero tú sigues haciéndolo- insistían los hermanos- ¿por qué?

- No lo sé- el príncipe Liam parecía decir la verdad-. No lo sé, creedme. es superior a mí.

Llego la mañana. El rey se levantó de buen humor y se dirigió a despertar a sus hijos. Hoy no habrá que llamarlos una y mil veces.

-¡ Oh, no! ¡Es imposible!

El ey no podía creer lo que veía. Allí, junto a la puerta de la habitación de los príncipes, había tres pares de zapatos destrozados, como si los príncipes hubieran estado bailando toda la noche. El rey estaba desesperado. Ahora ya no era su hijo mayor, eran los tres príncipes los que destrozaban sus zapatos todas las noches. Después de reflexionar, el rey decidió dar a conocer la noticia a todo el reino.

- Atención, atención, una bando de nuestro soberano. Sus hijos acuden cada noche a bailar a un lugar secreto. No duermen, no descansan, acabarán poniéndose enfermos y el rey quiere saberlo.

-¿ Cómo es posible? ¡pobres príncipes!- se compadecía la multitud.

el heraldo continuó su pregón.

- El rey ha decidido que el hombre que consiga descubrir el lugar al que van a bailar los príncipes podrá elegir como esposo al que más le guste. Pero como toda pérdida de tiempo pone en peligro la vida de sus queridos hijos, el rey ha decidido que si el candidato no logra descubrir la verdad en tres días y tres noches, será encarcelado para el resto de su vida.

El príncipe de los zapatos rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora