Al salir de mi oficina, la secretaria me preguntó si podía entrar en su despacho.
—Miranda, ¿qué ocurre? —pregunté extrañada.
—Oh, Vanessa, pase, pase —parecía despreocupada, lo dijo con un tono neutral y suave y solo esperaba que no cambiara la situación. Entré, cerré la puerta y cogí asiento —. No se preocupe, todo está perfecto, Señorita Tarner. Solo que... quería comentarle que el Señor Clyton está muy satisfecho con su trabajo. En fin, todos lo estamos, sin duda alguna —se tomó una pausa para ofrecerme un café pero me negué —y, como recompensa a todo el esfuerzo, empeño y dedicación que le pone a su trabajo y el beneficio que éste le cede a la compañía, habíamos pensado en que le gustaría coger un par de días de, diríamos, "vacaciones" —dijo remarcando la palabra tanto como su misma ausencia en la empresa. Al sentir aquello, me alivió un poco saber que no todo eran malas noticias. No había tenido muy buen día y no me apetecía que la empresa me presionara para que acabara de planificar y realizar la entrevista que tenía pendiente con mi padre.
A decir verdad, nadie sabía que Mike Boston, director y encargado de la CIA, fuera mi padre, ya que había decidido cambiar mi apellido para que nadie sospechara que yo, Vanessa Tarner, fuera su hija.
De todas formas, había sido un día duro y tampoco creía que fuera el momento adecuado para decidir cuándo iba a tomarme las vacaciones.
—Gracias, es un gesto muy generoso de parte de la compañía. Realmente agradezco la manera en que valoráis mi trabajo. ¿Puedo decidirlo mañana?
—Claro, tómese una semana de vacaciones —buscó rápidamente en su calendario de mesa dorado y al acabar de acomodarse en su silla de cuero beish, sonrió —. Yo de usted, las cogería cuanto antes, a partir del lunes. Ah, y no es un consejo, es una orden —susurró divertida.
—Muchas gracias, Señora Grace —le sonreí cansada.
Salí apresurada del piso de oficinas despidiéndome de mis compañeros de oficina, incluida Zendaya, una amiga mía de la facultad a la que le tenía un poco de rencor por ser la encargada de sustituir a Clyton en sus ausencias y por estar colada por Jason.
Al salir del edificio, vi a un joven apoyado en la pared, al lado de los buzones de la NBC. Estaba fumando un cigarrillo, marca Camel.
Aquel chaval parecía ser de mi misma edad pero, sinceramente, tenía un aspecto bastante desagradable: tenía la cabeza agachada mirando al sucio suelo o a sus zapatos de piel negros, con las piernas cruzadas, apoyando su peso en su lado derecho, dando la señal de que había estado ahí durante horas. Llevaba un gorro apagado y por los bordes se podía percibir su pelo castaño alborotado asomándose al exterior. Llevaba puesto un jersey grande y negro; básico y un chaleco vaquero encima. Sus vaqueros rotos daban la sensación de que, uno, o era un delincuente o, mi segunda hipótesis era un poco más humorística: le gustaba vestir de manera extravagante. Mentira. Era imposible que quisiera llamar más la atención.
Subí la vista y observé que llevaba un pendiente de calavera en la oreja derecha, el perfil que estaba examinando o del que solo estaba haciendo suposiciones –algo curioso pero rutinario –y un piercing de oro oxidado en la ceja. Sus manos tatuadas llevaban guantes cortados para ver visibles los anillos de sus largos dedos –aunque ninguno de ellos parecía ser de compromiso –y una de ellas aguantaba un paquete donde se podía leer frágil con letra irregular, hecha a mano, caligrafía de nivel bajo. Debía ser suya. Era suya. El tamaño del envoltorio era mediano, con forma de prisma. Parecía algo delicado.
Al verme, me recalcó con la mirada y, seguidamente, miró una especie de retrato que sacó de sus bolsillos después de haberse acabado el cigarrillo y arrojarlo a la alcantarilla. Después de dicho acto, sonrió fijando su mirada en mí de nuevo.
—Vanessa Tarner, ¿me equivoco? —dijo acercándose a mí suavemente y seguro de sí mismo y de lo que estaba diciendo.
—Si quería parecer confiado, tendría que haber retirado su duda en la pregunta —dije ignorándolo. Al mirarlo de nuevo, me paré a observar sus ojos miel. Realmente, era atractivo.
—No te hagas la lista. Sabía que eras tú, mi "duda" como tú dices era retórica —rió irónicamente sin quitar la vista de la cicatriz de mis manos.
—¿Y qué es lo que busca de mí? —pregunté disimulando una sorpresa. Más bien fingiendo estar extrañada. En realidad, sabía lo que quería, o puede que fueran imaginaciones mías pero, al fin y al cabo, todo llegaría a su debido y único propósito.
—Qué es lo que no busco de ti —contestó apoyando su codo en la pared, aún más cerca. Era un hombre apuesto aunque no lo hiciera notar. Requería poco tiempo fijarse en ese detalle, al menos para mí. Pues a pesar de su falta de cortesía y educación, su mirada transmitía ternura, aunque el tratara de disimularlo. Aún así sabía que yo percibía bien lo que estaba ocurriendo. Notaba su intento de seducirme, imaginaba que le resultaba fácil seducir a las mujeres. Lo cierto, es que solo con su voz, una voz grave, profunda, pausada, me sentí atraída al instante y al sentir su mirada clavada en mí, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo despertando algo que, hasta ahora, nunca había sentido —. No, en realidad solo quiero darte esto. Es una entrega especial para Jason, me dijo que te lo diera a ti para que tú se lo hicieras llegar.
¿Jason conocía a aquel macarra? Pero, ¿qué pintaba él con aquello? Nunca me comentó que mantenía amistades con quién diablos sabe quién era ese tío.
—¿Jason? ¿Jason Clyton? —consulté haciéndome la tonta.
—Ssshht —tapó mis labios con sus dedos fríos —, baja la puta voz. Y sí, es para Jason Clyton, aunque estoy seguro de que si él mismo me dijo que te lo entregara a ti es porque tú sabías que solo hay un Jason.
Fruncí el ceño y cogí el paquete, lo miré y examiné con atención. Me intrigaba su contenido, pues su peso era mayor de lo que había tenido en mente. Aunque solo aparentaba ser una pieza. Sospechaba que había notado mi duda o imaginaba que estaba confusa.
—¿Qué? —interrumpió mi investigación detenidamente, apartando la vista del embalaje y divisando mis ojos.
—Nada. Solo que Jason no me había dicho que nadie me daría nada. Me extraña que no me lo haya consultado, ya que parece ser que el contenido de la caja tiene que ser muy valioso como para estar forzado con tanta envoltura.
—Escucha —dijo mascando un chicle de menta con hierbabuena del cual había sentido su aroma —, Jason me dijo que te diera esto y yo ya he cumplido —murmuró exaltado y luego miró a los lados para ver si alguien le estaba espiando —. Y ahora, sé niña buena y entrégaselo. Colabora un poco, ¿vale? Y no te hagas la detective intentando averiguar qué hay dentro, porque lo sabré y me da igual si eres la querida novia de Jason.
—Mira, capullo, si tan importante es que se lo de, ¿por qué no se lo das tú? Seguro que así no hay heridos —se lo di empujándole bruscamente medio metro apartado de mí —. O puede que sí que los haya —le amenacé discrepándolo con cabeza alta para girarme y dirigirme a casa.
Mientras tanto, intentaba visualizar qué contenía esa caja. Me preocupaba que tras aquel paquete hubiera más que un simple encargo.
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Ciegos al riesgo
ActionVanessa Boston, una chica de veintiún años, trabajaba para sus padres, Mike y Alice Boston en la CIA. Al morir su madre en una misión de alto riesgo, Vanessa decidió retirarse de la agencia y empezar su vida de cero en la NBC de Miami como primera p...