INTRO

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Otro día, otro momento en la vida en el que ella se cuestionó el bien y el mal. Pensó que el bien estaba sobre-valorado y que el mal al fin y al cabo era llevadero de alguna manera. Fue aquel golpe, aquel portazo el que le hizo darse cuenta, el que le hizo despertar del sueño en el que estaba sometida. Levantarse de la cama fue agónico, la tendencia a que la tirasen a ella volvió a su conciencia, y la pesadez de sus piernas se volvió de metal, haciendo que cada paso fuera más duro que el anterior. El pasillo estaba vacío esta vez, aunque no pudiera recordar la noche pasada, juraría que la sangre había brotado de algún rincón de aquel espacio. La luz de la puerta contigua, la enderezo y así consiguió fijarse en las figuras borrosas que distinguía detrás de esta. Cuando identificó las caras, se dio media vuelta para que no se dieran cuenta de que La Pequeña Lilly los estaba mirando. Así era como la habían apodado, después de haberla golpeado hasta dejarla inconsciente. Sus recuerdos eran vagos e inservibles. Cuando quería recuperar algo que le habían arrebatado, de repente su cabeza le comenzaba a palpitar y parecía que le iba a explotar.

                       

Cuando pensaba que el bien no era tan relevante, lo hacía porque si ella era capaz de vivir de esa manera, ¿que les hacia a los demás menos merecedores de aquella pesadilla que ella? ¿Que les hacía ganadores de la felicidad, cuando ella la había perdido tan brutalmente sin ningún motivo significante? El consuelo era en lo último que pensaba al cabo del día. El egoísmo la hacía sentir mejor, la hacía sentir como si ella no mereciera nada de lo que le decían o hacían. Porque, "ella no era una muñeca, ella tenía su libertad". Al menos eso era lo que le pedía a dios todas las noches antes de que se acostara, tras la sesión de la medianoche. La autoestima era tan baja que incluso ni ella, al ser tan pequeñita podía verla. 

Reconocer que la gente era malvada, no era de su gusto. De hecho, a veces, raramente, llegaba a pensar que fuera de aquel lugar existirían personas que estarían dispuestas a ayudarla. Por eso le solía dejar camino libre a su imaginación, para que sus sueños fueran mejores que la realidad, que, por desgracia y afortunadamente a la vez, se podía decir que no era difícil. 

Volviendo al pasillo, ya casi había llegado al punto en el que no la dejaban seguir. Nunca había sabido cual era el motivo para aquel control, aunque ya estaba acostumbrada a todos esos limites que abarcaban la casa. Pero, aquel día era diferente. Había experimentado tantas pérdidas, que ella se sentía como otra más. No tenía sentido seguir vagando por un lugar por el que nunca había sentido seguridad, ni había podido presenciar la felicidad. Sabía que no era su culpa, sin embargo, ellos hacían creer que si que lo era. Pero ella nunca pudo creerlos, sabía que dentro de ella vivía la niña risueña y juguetona que se divertía haciendo castillos de arena en la playa. "Ellos no eran malos, simplemente la vida les habría dejado sin merienda alguna vez, o sus padres los habrían castigado por llorar mucho, y entonces ahora eran unos adultos sin rumbo", esa frase se la repetía a dios cuando rezaba todos los días, para que por los motivos que fueran, no la salvara de aquella situación y cuando se diera cuenta de que estaba decepcionándola, no se sintiera mal por ella y por no haberla ayudado. 

Al final, ella estaba allí. Y poco de lo que hiciera la haría llegar más lejos. Y aunque pensar que así estaba mejor era un modo de tranquilizarla, su ambición por algo mejor crecía cada vez más. Mientras tanto, seguiría soñando, y esperando. Porque como le decían cuando aun estaba en casa, después de la tormenta llega la calma, y después de esperar tanto, siempre te toca el mejor regalito.

Gracias por quedaros hasta el final y leer esta intro, soy nueva en esto y según como van las visitas y los votos seguiré escribiendo.
De todas maneras muchísimas gracias a todos 😉

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⏰ Última actualización: Sep 12, 2015 ⏰

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