La conozco desde hace mucho tiempo, su largo y oscuro cabello parece no parar de crecer con el transcurrir de los días. Su fragancia es un símil a fresas con nata y a hojas de romero recién cortada. Un pequeño lunar culmina su carnoso labio superior, siempre en coloreado en un tono rosáceo. Cada mañana la imagino desnuda en mi cama, deslizando mis dedos entre sus pechos, tiesos y turgentes como dos frutos que se acaban de desprender del árbol que les daba la vida. Su piel es tersa, sin imperfecciones. Su voz, tierna y sensual, parece un susurro constante.
Ahí está. Se acerca cada vez más a mí...
Las dos somos profesoras de un instituto de enseñanza superior. Ella tiene 27 años, la supero un decenio en edad y eso se nota. Ella es mucho más atrevida, más abierta que yo. No tiene cargas, ni familia a su cargo en la que pensar. El suave pero continuo contoneo de sus caderas al andar me hace estremecerme en mi interior. Se detiene a mi altura. Tiene algo en su mano.
_ Espero una respuesta-dijo mientras me entregaba un papel manuscrito-
Y sin decir nada más, se alejó caminando.
Pálida como el rostro de un muerto. Ese debió ser mi rostro al leer el contenido de su interior. Solo dos palabras:
“Te Deseo”
La gente lo llama mariposas en el estómago. Yo te puedo decir que lo que sentí en ese momento fue una fiebre que recorría todo mi cuerpo, contrarrestada por la humedad que fluía de mi entrepierna y que consiguió erizarme todo el vello. Al girar el papel una hora y un lugar. Calle Lorca 2-344-5. Cinco de la tarde.
No recuerdo nada más de lo que hice en el resto del día. Ni las clases, ni los alumnos, ni el tiempo. No recuerdo ni siquiera si he comido algo después de trabajar. Solo sé que las agujas del reloj apuntan a las cinco y que acabo de golpear a la puerta de su casa.
Estaba abierta. Nadie acudió a recibirme. Entre abrí la puerta y descubrí otra nota.
“Cierra la puerta, te estoy esperando”
Al fondo del pasillo parecía distinguirse una tenue luz. Avancé temblorosa, pero expectante ante lo que mis ojos iban a descubrir.
Estaba desnuda, tumbada sobre la cama. Jamás pude imaginármela tan bella. Sus pezones eran gemelos a sus labios. Rosáceos, suaves, carnosos. La luminaria que nos daba una vela dejaba intuir un cuidado rasurado en su pubis. Una mano le recorría el muslo desde la rodilla hasta la cintura mientras que con la otra me invitaba a acompañarla. No dijo nada. Yo tampoco. Simplemente me deshice de todo aquello que llevaba encima dejando todo mi ser al exterior. Mis senos estaban duros como jamás logro a recordar, y mi piel erizada como aquel gato asustado ante un peligro de muerte.
Agarré su mano para zambullirme en su cuerpo, nuestras lenguas hechas una sola. Mi mano apretaba con fuerza un trasero que estaba esculpido en mármol, y la suya comenzó a deslizarse hasta que sin más consiguió entrar en mí.
Un fuerte grito fue lo único que pude esbozar en ese momento. Momento en el cual las sabanas pasaron a compartir nuestra lujuria empapándose en nosotras. Fue así cuando apoyando su mano en mi cabeza me indicó que bajara hasta ella para degustar el manjar. Era la fuente de la vida lo que ante mí se mostraba y con cada pasada de mi lengua brotaba más y más. El sonido de la estancia ganaba cada vez más y más en intensidad hasta que finalmente un fuerte pero excitante tirón en mi cabello me indicó que había subido al cielo.
No hicieron falta palabras, no hizo falta un adiós. Un ligero roce de nuestros labios finalizó nuestro primer encuentro. La puerta se cerró con otro susurro a mis espaldas:
“_Nos vemos mañana”
No sé si podré esperar.
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Pues ya teneís una nueva parte en este conjunto de historias. Veo que está teniendo cada vez más seguimiento. Muchas gracias!
Animaros a comentar, contad vuestras impresiones.
Nos vemos en la siguiente historia!
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Zona 18
RomansaAdentrate a un lugar en donde los sentimientos se dejan a un lado y los instintos toman el papel protagonista. EXPLÍCITO