BUENOS DÍAS PRINCESA

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Terminar tu día así. Leyendo. Leyendo a Blue Jeans. Muerta de cansancio. Mueriendo de amor cada vez que leía ese tipo de frases...
Pero bueno, ya es tarde.
Cerré el libro. Suspiré. Cansada, rendida, pero con ganas de mañana por la noche sólo para continuar mi libro.
- Quiero tener yo algo así. - dije en voz baja.
Dejé el libro en la mesilla, al lado las gafas de leer. Suspiré, y apagué la luz.

Pi pi- pi pi- pi pi
Puta alarma. No sé cambiar el maldito sonido perturbante. Me taladra la cabeza.
Ya desde por la mañana con dolor de cabeza, todos los días. Ya me levanto amargada... Puto despertador.
Me quedé parada, encima de la cama. Ojalá me levantaran con un "Buenos Días Princesa". No con esa mierda de despertsdor asqueroso que me tortura cada mañana.
Tengo sueños, simples, pero sueños.
Y uno de ellos, sería vivir una historia de amor como esas que leo cada noche. Toda la noche pensando, soñando. Imaginándome esa vida perfecta, con un chico qur me quiera. Que me levante con ese "Buenos Días Princesa" tan esperado...
-Veeeeeeeenga Lu, despierta, deja de soñar.
Oí un ruido. Extraño a estas horas.
Igual, se había caído algo... No sé.
Disimulé mi miedo, respiré hondo. Me levanté totalmente de la cama y, tras subir las persianas, hice la cama.

Salgí de mi habitación, asustada, como siempre, sin hacer ruido. De repente, vi una sombra.
- ¿Sí?
-Buenos días hija, ¿qué tal has dormido?
-Joder mamá. ¡Que susto!
- ¡Claro! ¿Quién va a ser sino?
-Ay mamá, yo qué sé. Es muy pronto... Tú no sueles estar despierta a estas horas...
- Ya. Es que... -pensó rapidamente una respuesta. - Me he levantado para ir al baño... Y se me ha quitado el sueño.
-Ah... ¿Quieres zumo?
-No cariño, me subo a la habitación.
- Buenas noches mamá. - Le guiñé el ojo.

Desayuné. Zumo de naranja. Tostadas. ColaCao. Y tres galletas. Mi rico desayuno completito.
Enjuagué los platos que acababa de ensuciar. Y fui directa al vestidor.
- A ver, a ver... ¿Que te pones hoy Luu?
- Hoy es miércoles, no hay educa. Así que adiós chándal. - me respondí a mi misma. - Mmm... Ay, los vaqueros nuevos!
Tras iluminarse mis grandes y marrones ojos y ver ese precioso pantalón de 49€, escogí la blusa de flores amarillas y azules clarito.
Me vestí. Aparqué las Air Force que llevé ayer. Me puse mis sandalias negras nuevas, y adelante.
Salí cabreada, pero con ilusión.
Hacia mal día, pero ya estaba acostumbrada. En Londres todos los días es lo mismo.
Bajé las escaleras de mi casa. Sonreí a las nubes, y caminé hacia el instituto. Último año en el insti. ¡Y ya paso a la uni!
Todo recto, a la derecha. Ahí, en la panadería de la abuela de Mark. Mark salía, contento, alegre, cantundeando.
- Buen día abuela! - gritó.
Me vio entrar. Se quedó justo en la puerta. Cogí la barra de pan pequeña, y una palmerita de las ricas.
Al verme hacer el amago de salir, se escondió rápidamente.
Al salir no encontré a nadie. Pero... Me sentía observada.
Ahí estaba, atrás de la esquina. Esperándome.
A penas conocía a Mark. Sólo de vista. Había oído hablar de él, tanto a compañeros, como a su abuela. Su abuela trabajó con la abuela Mery en la fabrica de quesos, y eso nos unió bastante. Pero, sin embargo, a penas sabía algo de Mark.
Mark es un chico extraño. Tiene un piercing en la nariz, otro en la ceja, y otro en el labio superior. Solía ir de negro, muy pintado. Era siniestro, pero a la vez alegre.
Siemore había estado detrás de mí. Me conocía del barrio, de cuando iba a visitar a su abuela. Era un chico distinto al resto. Amable, simpático. Me miraba con esa carita de ángel...
Hasta que, finalmente, tras ese trágico accidente de coche, sus padres murieron. Él tuvo un traumatismo en la pierna, se la tuvieron que cortar... Vino a vivir a casa de su abuela, todo había cambiado. Su abuela heredó la panadería de su hija, la madre de Mark.
Después de recuperarse, todo había cambiado. Creo que seguía sintiendo algo por mí. Pero ya no nos juntabamos nunca nunca.
Sé que viene al colegio de al lado, pero poco más.
- Hola Mark. ¿Querías algo...?
Siguió adelante, rápido. Como si no me hubiera oído.
Al rato se giró, me vio a unos tres metros de él. Giró inesperadamente hacia la derecha, una calle antes de su instituto.
La verdad, este chaval a veces me da miedo.

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