Dismaland → historia corta

2. Peter Foster

    El día había transcurrido con rapidez desde mi peculiar experiencia en la montaña rusa. Junto con Kennedy, decidimos visitar un tercio del parque en el día de hoy, ya que era muy grande para recorrerlo por completo en una sola tarde.

Visitamos la galería, donde había una gran cantidad de obras de Bansky. También se podrían apreciar trabajos de Jenny Holzer y Damien Hirst. Las obras de estos artistas eran oscuras, como el resto del parque. No me extenderé mucho, pero si he de agregar que una de las pinturas de Bansky consta en la Mona Lisa sosteniendo una metralleta.

Extrañamente, esta era la única sección de Dismaland que le parecía entretener a Kennedy, quien no paraba de tomar fotos y apuntes de lo que veía en la galería.

Después de atender al circo —que era más como abrirle las puertas a Freak Show de American Horror Story— nos dirigimos al hotel. Un artista se presentaría hoy, pero no era conocido y no nos interesaba mucho escucharlo. Aunque esto último, sinceramente, era sólo una excusa para justificar nuestro cansancio.

Me encontraba en mi cama, ignorando la programación de la TV frente a mí mientras miraba con intriga la tarjeta de Justin Bieber, el detective con el cual me había topado anteriormente. ¿Sería realmente un detective, o no sería más que un estafador buscando sacarme dinero a cambio de sus servicios? No lo sabía, y probablemente nunca lo sabría si nunca buscaba saber más de él y de este parque.

El acontecimiento sucedido en la montaña rusa no ha hecho más que perturbar mi mente y mantenerme inquieta el mayor tiempo posible. Mi subconsciente se repetía una y otra vez a sí mismo que eso no había sido una simple atracción, por más que me gustaría que lo fuese. Quería hablar de esto en los medios, y no podría hacerlo si no tenía pruebas contundentes de lo mismo —y aquel era el problema, no las tenía.

Pero nada perdía con documentar mis experiencias aquí por escrito, necesito redactar lo que sucedió mientras el recuerdo está fresco en mi mente. Tomando una libreta proporcionada por el hotel —no me pregunten por qué—, la abrí en la primera página y después de tomar un bolígrafo, me dispuse a empezar.

Primer día en Dismaland. Realmente pensé que todo iba a ser nada más que un parque temático con escalofriantes pero muy falsas atracciones. Pero resulté encontrarme con la primera experiencia ¿paranormal? De mi vida. O al menos eso creo.

Me he subido a la Euthanasia Coaster y todo ha sido normal al principio, las personas jadeaban asustadas de vez en cuando, pero la naturaleza del lugar te dejaba saber que todo era cuestión del buen uso de los aparatos. Para mi sorpresa, el recorrido tuvo un final muy impactante. Me ha helado la sangre estar a centímetros de un hombre que parecía flotar en el aire, y no sé por qué tengo el presentimiento de que no será la última vez de que experimente algo de esta índole durante mi estadía en el parque.

Podría lidiar con eso si descubro la verdad de Dismaland.

Dejando la libreta en la mesa, apagué todas las luces de mi habitación y enfundé mi cuerpo en las sábanas de seda, esperando conciliar un poco de sueño.

[...]

Me encontraba en el baño después de haber dormido toda la noche. Vaya, el baño no era como la primera vez en la que entré ¿o sí? Lo que ocurrió en la montaña rusa incluso ha estado jugando con mi memoria, al parecer.

Después de cepillar mis dientes, limpié el espejo para ver con claridad. Fue entonces cuando todos los pensamientos en mi mente fueron nublados por el terror y mi cepillo cayó al lavabo. Mi boca se abrió en sorpresa, mientras luchaba para mantenerme de pie ya que mis piernas me estaban jugando una mala pasada.