Cosecha.
Me dirijo al primer piso. Mi padre se encuentra extendido en una silla de madera algo vieja leeyendo un poco de lo que sucede en el dos.
-Ire a la academia- susurro a su lado evitando despertar a mi madre. Este voltea y asiente para despues volver a leer.
El dia de hoy era glorioso, sin duda importante para todo los habitantes del dos, incluso para los padres que perderian a sus hijos en un par de semanas; Poder ser parte de unos juegos es claramente una meta, y ganarlos la gloria inmediata, asi mismo, nuestra imagen siempre seguiria viva hasta despues de muertos, es para esto que nos entrenamos durante una vida, y para esto viviremos.
Me dirijo la sección de cuchillos, cual se encuentra vacía. Aun mejor pienso al observar que el entrenador olvido su colección de cuchillos sobre la mesa Sera idiota. La razón que vuelve a estos cuchillos un sueño es que estos fueron presentes en un vasallaje y fueron utilizados para asesinar tributos.
Los tomo y lanzo uno tras otro, sin esperar siquiera una décima de segundo. Sentía poder con ellos entre las yemas de mis dedos al lanzarlos, y claramente, un deseo profundo de ir a la Arena lo antes posible y asesinar.
...
-¿Lista?- pregunta mi madre desde la habitación vecina a la mía. –Aun no- respondo en un grito.
Me observo para asegurar que cada detalle se encuentra bien, no me apetecía cambiar de vestido o zapatos solo quería arrancarlos de mi cuerpo y poder utilizar algo más cómodo, más en fin, el día de hoy era la cosecha y cosechada o no, debía de lucir bien en mis mejores prendas.
-Lista- digo al momento de llegar al primer piso. –En cinco nos vamos- dice mi padre colocándose un par de zapatos marrón.
Poco después de caminar por alrededor de un cuarto de hora llegamos al edificio indicado, me despido de mis padres con un simple; ''Hasta pronto'' para así ser anotada y poco después dirigirme junto a las jóvenes de mi edad.
Observo a mí alrededor, no conocía a nadie que no fuera únicamente de vista por la academia. En realidad era pésima haciendo amigas, en mi vida había tenido una, a los cinco años de edad.
-Bienvenidos, bienvenidos mis queridos habitantes del Distrito dos, sean bienvenidos a la cosecha para los septuagésimos cuartos juegos anuales del hambre. Como cada año les mostramos un video enviado desde el mismísimo Capitolio solo para ustedes- Mentira, el video es el mismo para todos, Rouge una señora de alrededor de 40 años viste de un llamativo vestido azul menta decorado de perlas y estrellas marinas; Pfff, vaya ridiculez, viene a representar al cuatro o se equivocó de Distrito?. –Una vez acabo el video, comenzaremos con la selección de tributos, empezando por las damas- su mano derecha entra por la urna revoloteando las papeletas hasta que finalmente toma una. –Clove Kentwell-. Observo a mí alrededor, pérdida.
Por un momento llega a parecer inconcluso, sin embargo me coloco derecha y camino con superioridad, vaya suerte. -¿Voluntarios?- pregunta Rouge a lo que se le responde con un gran silencio.
Esbozo una sonrisa, finalmente observo a mis padres, serios, reflejando una sonrisa de oreja a oreja transmitida por el brillo de sus pupilas.
-Y el varón...- hace una pausa al escuchar un grito desde la esquina proveniente de entre los varones de entre 17 y 18. –Me presento voluntario como tributo- poco después se observa la silueta de un rubio con grandes músculos dirigiéndose al escenario. -¿Cuál es tu nombre querido?- pregunta Rouge, sonriente, Vaya pedófila. –Cato, Cato Hadley-responde este con voz ronca. –Muy bien, las manos- indica esta. –¡Les presento a Clove Kentwell y Cato Hadley nuestros tributos del Distrito 2! Felices juegos del hambre, y, que la suerte este siempre de su parte-.
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¡Hola una vez mas!,
He optado por continuar escribiendo antes de los votos pues basicamente no se puede votar una historia en la cual el prologo resulte la unica parte escrita, ¡No represanta lo que leeremos mas adelante!
PD; Ya veo que solo hay lectores fantasmas :/
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Our sarcasm game; Cato y Clove.
Ficção CientíficaSabía que mis pupilas dilatadas reflejaban miedo, por primera vez en mi vida, temí a los juegos, por un segundo eterno.