Rutina.

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Miedo.
Eso es lo que siente todo tu cuerpo al salir de tu casa. Ese miedo que parece irracional pero que para ti es un mundo. Tu miedo nace al pensar en poner un pie en el colegio o en el instituto; pero, al pensarlo, un fino rayo de optimismo te viene al corazón creyendo tan inocentemente que el día será mejor.

Pero, como cada día de cada mes y desde hace varios años (porque ya ni lo recuerdas) nada más pasar por el lado de esa persona (llamémosla L, de líder), comienzan los "Juegos"; L te puede dañar de cualquier forma y así crear un círculo vicioso de lobos sedientos de sangre que cuando acaba siguen carcomiendo tus restos (en el fondo son verdaderamente cobardes, porque hasta que L no ha hecho su primer movimiento no atacan los demás). Y así consiguen su objetivo, hacerte llorar. Y, por consecuencia la felicidad de ellos.
Por fin pasa el resto del día y es hora de volver a casa.

En tu casa te sientes como en tu refugio, tu guarida secreta que no la puede penetrar nadie, y tu habitación es el núcleo de la muralla, la zona central del Enterprise, como quieras llamarlo.
Tu madre, al tanto de la situación, comienza a sospechar que a lo mejor el problema es tuyo y no de los demás; claro que has hablado con los profesores y te han respondido cosas como "los casos de acoso escolar son comunes a esta edad" o "tienes que afrontarlo tú mismo", ahí piensas que un adolescente no puede hacer nada contra toda una manada.
En tu habitación eres libre de hacer lo que quieras: Estudiar (ya que puede que seas el/la empollón/empollona de la clase), escuchar música, leer, ver series, incluso haces alguna actividad deportiva. Total, hacer cosas que tengan tu mente ocupada y no te haga pensar en el asqueroso día de hoy y en el fatídico día de mañana.
Pero llega un momento que no puedes más y dentro de ti suena una especie de "click" y todo se rompe, tu corazón se desgarra y quieres gritar de dolor pero tu boca parece que está cosida y entonces, comienzas a llorar; pero no esas lágrimas que refrescan tu cara y te hacen sentir mejor, para nada, son lágrimas amargas que queman tus mejillas y que te hacen aún más daño, deseas que cesen, pero no puedes, eres incapaz y ya es cuando pierdes la noción del tiempo; llorar te ha cansado tanto que te entregas a los dulces brazos de Morfeo.

Sonríele al mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora