Tan sólo deja que la lluvia de otoño se resbale y queme tu piel como citotóxina tópica, yo seré la morfina qué alivie tu dolor.
Hay un chico frente a mi, él no deja de mirarme, está comenzando a llover y tengo un poco de frío, el no me quita la vista de enzima y temo que cuando me levante me siga.
Toca un libro mientras ríe y hace muecas, sin embargo no deja de mirarme. No es que no pueda defenderme, lo molería en segundos pero me parece bastante incomodo.Es mitad de octubre, el aire frío y la lluvia empañan mi rostro. No lo soporto más.
- ¿Tienes algún problema? - Me animé a hablar.
El chico angelical movió su cabeza a los lados.
- ¿Me hablas a mí?
- ¿A quien más? Idiota -. Dije haciendo que mi voz sonara un tanto ronca. - Deja de verme inutil. ¡Largate de una maldita buena ves!
- L-lo lamento. - Su voz rebotó en mis oídos, quebrada y nerviosa.
Soltó su libro y palpó en la banca alcanzando su bolso negro, no dejaba de mirarme. Guardó aquel libro en blanco y se levantó. Extendió una especie de bastón y se marcho; aquel joven a quien había tratado con desprecio es invidente.
El corazón me pálpito más rápido. Mierda Tsuzuku, jodes todo.