CAPÍTULO 8 ~ Duerme conmigo

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El momento era pura tensión...
Nadie los había mandado a juntarse, nadie les había pedido que hablaran (tal vez, HeeChul, pero podrían haberse negado a hacerlo). Si bien HyukJae había sugerido que lo hicieran, ninguno de los dos tenía esa intención, pero había pasado tanto tiempo y tanta agua bajo el puente que lo necesitaban y ambos eran plenamente conscientes de lo mucho que les urgía averiguar sobre ciertos temas y hacerse ciertas preguntas.
DongHae agarró su vaso de té helado y, justo cuando estaba a punto de tocar sus labios y humedecerlos un poco con el borde, se quedó estático, mirando hacia el mar, que ahora estaba un poco embravecido debido a la intensidad del viento que allí soplaba.
HyukJae se tensó en cuanto notó a Hae tan perdido y tan alejado de su realidad, le hubiera gustado mucho saber qué pensaba en ese momento, qué era lo que le carcomía las ideas.
¿Acaso estaría tan lleno de sentimientos, emociones y dudas, al igual que él?
¿Tendría tantas ganas y tanto miedo de hablar y decir las cosas equivocadas, de hacer las preguntas que ambos temían hacer?
HyukJae suspiró y miró a DongHae, quien en ese momento fijó los ojos en los suyos, apartándolos del mar, el único testigo del amor, el dolor y los miles de sentimientos que se transmitían en una simple conexión visual.
HyukJae estiró un brazo hacia el rostro de Hae, tomando la iniciativa de la situación, acariciando cerca de sus ojos, entre sus cejas...
– No me gusta – susurró, casi para sí mismo.
– ¿Qué cosa? – un desorientado DongHae volvió a sus cinco sentidos cuando Hyuk lo acarició de manera tan brusca y tan suya a la vez.
Su corazón se aceleró, buscando un refugio. DongHae rezó para que el otro no pudiera escuchar el frenético latir de su corazón, demostrando sus sentimientos, sin dejar que se escondieran ni lo más mínimo.
El tacto de Hyuk era mágico, hacía volar a Hae y a el mismísimo HyukJae, quien no podía creer que había vuelto a acariciar a su pequeño, que lo había vuelto a tocar, y tampoco podía creer que su piel de bebé aún fuera tan suave y tan delicada como antes, como hasta hacía cinco largos años.
– No me gusta que te duela, tu expresión de sufrimiento me pone muy triste, DongHae, quiero que seas feliz por completo.
– Entonces no vuelvas a hacerlo – le pidió.
– ¿Hacer qué cosa?
– Abandonarme, cambiarme por alguien más, no vuelvas a acobardarte y esconderte como lo has hecho hasta ahora – murmuró y una lágrima se le escapó.
– DongHae...
– ¡No! – exclamó, levantándose de la mesa y acercándose a la baranda del balcón, dándole la espalda a Hyuk. – No quiero tu lástima, no la necesito. He tenido la lástima de todo el mundo después de que te fuiste – intentó secar sus lágrimas, pero fue en vano.
– No es mi lástima lo que tienes, DongHae – se puso de pie y caminó con cuidado hacia él. – Y tampoco fui yo quien me aparté de tu lado, hubiera sido incapaz de irme, deberías haberte dado cuenta de lo mucho que quería permanecer contigo luego de las quince veces que intenté localizarte después de que me dejaras.
– Fueron dieciséis – lo corrigió Hae, con voz temblorosa, agarrándose fuertemente de la baranda para no romper a llorar allí mismo. – Dieciséis largos días en los que no quise que me dieras más de tus estúpidas excusas.
– Las que hayan sido, me hubiera gustado que no fuera ni una, que no te apartaras de mi lado, que no me dejaras con la herida abierta y sangrando al principio y sin poder cicatrizar después, durante cinco largos años, hasta que te he vuelto a ver – tomó la mano de Hae y lo acercó hacia él. – Lo siento... ¡Demonios! Sé que es muy tarde para decirlo, pero de verdad lo he sentido y me he torturado durante cinco años en los que mi vida no fue precisamente eso. – Hyuk suspiró. – Si de verdad existe el infierno, a mí me ha tocado antes de morir y eso ha sido haber estado sin ti, haberte perdido por mis estupideces de adolescente, por no haber sido lo suficientemente valiente.
Tenía que remendarlo de alguna manera, pelear no era lo que Hyuk quería.
DongHae levantó la vista y volvió a mirarlo, perdiéndose en esas dos joyas oscuras, penetrantes, encantadoras, casi tanto como su dueño.
– Por eso estoy aquí – continuó HyukJae. – Porque quiero enmendar el peor error de mi vida, porque quiero lograr que vuelvas a mí, para quererme, para que veas lo mucho que te amo y que estoy dispuesto a hacer para verte feliz y radiante, como el DongHae que conocí hace muchos años, ese niño que conquistó mi corazón con simplemente un baile – murmuró, pegando su frente a la de DongHae, inhalando el dulce aroma que desprendía su piel.

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