Mi dolor ajeno

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Conscience Killer- black rebel motorcycle club

Me habían confinado en una celda durante días y noches que parecían no tener final, me daban una paliza cada día al amanecer y me obligaban a dormir al atardecer.

Podía sentir la herida en mi espalda crecer día con día, como está empezaba a sacar  Lagos enteros de sangre y pus, sentía todo el liquido que ellas acumulaban corriendo por mi espalda para luego secarse y limitar mi moviendo.

Solía haber mucho frío y lo único que había para taparme era mi suéter. Si tenía suerte me daban de comer dos veces por semana, vivía de mi y de lo que había a mi alrededor, como ratones, cucarachas y algún animal rastrero.

Todo se había vuelto un poquito más mierdoso, todo me hacía querer matar a la humanidad, todo me hacía odiar a todo.

Me volví más loca simplemente por qué él se fue a la puta, no sabía que podía ser posible pero desde que él llegó a mi vida todo era posible, todo porque en el momento en el que necesitaba hablar con alguien, el se iba. La sombra, como todos en la vida, me abandono.

Di un brinco y gruñí mostrando mis dientes cuando un gran ruido se escuchó dentro de la habitación, me escabullí hasta una esquina y me hice bolita allí.

No había escuchado nada de ruido, no había tenido contacto directo con ningún humano durante semanas y mucho menos había hablado con alguien que no fuera con las voces en mi cabeza.

La puerta se abrió y por instinto empecé a gruñir más fuerte tratado de alejar a cualquiera que quisiera acercarse. Alce la vista y mire detrás de mi cabello ocultándome del hombre que me veía con una mueca de asco que nuca había visto en un ser humano refiriéndose a mi. Se acercó a mí y me tomó de los brazos como si fuera una muñeca de trapo y me obligó a ponerme de pie.

Maldecía cosas en Alemán retorciendo las palabras con su garganta, sacándolas con los labios apretados de manera molesta y encajaba sus uñas en mi carne mientras empeñaba todas sus fuerzas al tratar de ponerme de pie.

Me soltó y por un momento temí caer por la forma en la que temblaban mis rodillas, luego sentí su mano estrellarse contra mi espalda, creando un dolor que me atravesó como un rayo, pero instintivamente di un paso, luego otro y otro.

Mi caminar era torpe y débil, me sentía como un bebé inexperto, pero con el tiempo empecé a caminar a mi propia velocidad.

-¡Ven aquí!- espetó el hombre tomándome de nuevo del brazo impidiendo que siguiera con mi camino.

Gruñí y forceje con él por un momento, pero de nuevo golpeó mi espalda volviendo mis piernas un par de sacos de carne inútiles. Todo gracias al dolor.

Me sentó en una silla de ruedas y me amarro a ellas con fuerza y violencia.

Cuando todas las extremidades de mi cuerpo quedaron inmóviles el enfermero me miró con ojos oscuros dedicándome una sonrisa macabra que mi loca mente no me dejo observar.

Yo estaba ocupada mirando hacia la nada, directamente hacia un punto fijo sin definición creando una delgada cortina con mi cabello rojizo, respirando pesadamente y con susurros dentro de mi cabeza que me harían explotar en cualquier momento.

El hombre alzó el brazo lentamente acercándolo a mi cara. No hice nada, solo lo mire con los ojos bien abiertos y un incremento en el ritmo de mi corazón que me hizo sentirlo como si estuviera en mi garganta. Quito mi cabello de mi cara y por alguna extraña razón yo empecé a gruñir.

-Cálmate- dijo firme, pero aún no consiguió nada.

Empecé a moverme de manera pausada, un rápido y marcado movimiento en cada determinada cantidad de tiempo.

El sendero (actualizaciones muy lentas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora