Ya estaba ahí, ya había llegado, y yo no soportaba la idea de tener un chico en casa, aunque fuese familia.
Me llamo Dana, tengo 20 años y desde hace tres semanas convivo con un primo lejano.
Cuando me dijeron que venía me enfadé muchísimo, pues estoy acostumbrada a estar sola por mi casa ya que mi padre trabaja mucho, y amaba estar sola ya que me daba tiempo a leer, a jugar a la PlayStation y tenía toda la casa para mi, pero para mi desgracia apareció él, Salva, un chico alto, moreno, mayor que yo por unos años y tremendamente sexy.
Yo no sabía de su existencia hasta ahora, que tuvo que venir a casa por unos días por temas de estudio.
Su cuarto estaba al lado del mio así es que escuchaba todo lo que hacía y decía. Me di cuenta que escuchaba mucha música de la que yo escuchaba, pensaba que seríamos muy distintos pero me di cuenta que teníamos cosas en común de las que poder hablar.
Al principio solo nos decíamos "Hola"y "Adiós" por educación, hasta que la segunda noche, me desperté asustada pegando un grito en lo que él entró a la habitación en boxers asustado por si me había pasado algo.
- ¿Estás bien?¿Que ha pasado? -Dijo él bastante nervioso.
Yo no podía ni hablar de lo sofocada que estaba por aquel maldito sueño que se repetía una y otra vez.
Cuando me di cuenta, Salva estaba a mi lado abrazándome y en ropa interior, se le notaba el gimnasio.
- Cuando escuché el grito pensaba que había pasado algo, solo ha sido una pesadilla, enana, tranquilízate -Me dijo él mientras que me abrazaba y me mecía.
- Quédate... conmigo... por favor - Alcancé a decir mientras me salían pequeñas lagrimas de los ojos.
- No te preocupes, enana, me quedo hasta que te duermas.
Esa noche me dormí abrazada a él, puse mi cabeza en su pecho y ahí quedé dormida. Cuando me desperté, Salva ya no estaba, me lave la cara y fui a desayunar.
Como de costumbre mi padre ya no estaba, así que me hice un tazón de cereales con un café bien cargado para despejarme de la pesadilla de anoche.
- ¿Cómo te encuentras hoy, enana? -Escuche detrás de mi.
Me di la vuelta, y ahí estaba él, con una camiseta de tirantes y unos boxers negros.
- Bien, mucho mejor, gracias por lo de anoche -Le dije mientras me sonrojaba al verlo así.
- Me alegro mucho, y no hay de que, me quedé preocupado como para dejarte sola - Me dijo mientras me acariciaba la cabeza con la mano.
No dije nada y seguí comiendo. No sabía que decirle, no nos conocíamos apenas, y anoche había dormido conmigo, estaba avergonzada.
- ¿Tienes planes para hoy? -Dijo Salva, mientras estaba de espaldas a mi.
- No, todavía no tengo nada pensado. -Le contesté.
- Yo había pensado en ir a recorrer la ciudad, para conocerla y esta noche salir de fiesta un rato. ¿Te apuntas? - Me dijo sin yo haberle dicho nada.
Me quedé pensativa un rato.
"Él no conoce mucho esto, y anoche me ayudo mucho, creo que le debo un favor de los grandes, tampoco tengo planes para hoy".
- Está bien, iré contigo. ¿Tienes pensado algún sitio en particular? -Pregunté.
- Me gustaría ver los parques de por aquí. -Me contestó pensativo.
Asentí y terminé de desayunar, lavé los platos y le dije que iba a cambiarme, que no tardaría mucho y que en 10 minutos salíamos.
Me retiré a mi cuarto y me puse algo de ropa cómoda y unas zapatillas de correr, puesto que íbamos a andar mucho.
Salí de mi cuarto y me dirigí al salón, allí estaba él esperando, iba también con ropa cómoda, un chándal negro, una camiseta blanca bastante ceñida y unas zapatillas de deporte. Llevaba una mochila, pero no me percaté de lo que llevaba dentro.
- ¿Estás listo? -Le pregunté esperando una respuesta.
- Sí, vámonos ya.
Salimos por la puerta y estuvimos toda la mañana yendo de un sitio a otro. Por fin llegamos a uno de mis sitios favoritos, el parque del Sol.
Es uno de mis preferidos, porque tiene muchísimo césped, y sitios escondidos a los que nadie va.
- ¡Es precioso! -Exclamó mirando hacia todas direcciones.
- Si, siempre vengo aquí cuando hace buen tiempo y me apetece leer.
- Normal que te guste venir, hay unas vistas preciosas. -Dijo con la cámara en la mano.
- Ven, te enseñaré uno de los sitios a los que voy.
Lo dirigí hasta el sitio donde siempre iba, había un banquito blanco escondido detrás de uno de los muros, tenía una especie de riachuelo pequeño justo al lado, sonaba como caía el agua por la pequeña cascada.
- ¡Wow! Se ve increíble este sitio. -Exclamó haciéndole fotos a todo.
- Sí, cuando quiero estar sola me vengo aquí a leer, el agua sonando me relaja.
Nos sentamos en el pequeño banco y no nos dijimos nada durante un rato.
El día estaba soleado, no había ni una sola nube y los pajaritos estaban revoloteando por todos lados.
- Se está haciendo tarde, deberíamos ir a casa a comer. -Dije mientras miraba el reloj.
- Si, pero espera, quiero hacer unas fotos. ¿Te importa? -Me preguntó.
- ¿El qué? ¿A mí? N-no sé, no me gustan mucho las fotos, salgo horrible. -Dudé.
- No digas tonterías, enana, aquí hay unos planos perfectos. Venga, anímate.
Asentí y posé para que me hiciera fotos. Salva me iba diciendo como ponerme, parecía fotógrafo profesional, me sentía muy cómoda.
Terminamos y nos fuimos para casa.
Una vez allí comimos y Salva se fue para su cuarto, yo me quedé en el salón viendo la televisión, aunque no echaban nada interesante.
De repente escuché que me llamaban.
- ¡Dana! -Me llamó Salva a voces.
- Dime, ¿qué quieres? -Pregunté extrañada.
- Vente a ver las fotos, ya están listas.
- Voy. -Grité mientras me levantaba del sillón.
Llegué a su cuarto y lo vi echado en su cama boca abajo, me senté a su lado y me puse a mirar el portátil.
Me enseñó las fotos y quedé asombrada, salía preciosa en todas, nunca pensé salir tan bien en unas fotos.
-¿Has visto como no sales horrible? -Me dijo mirándome.
Asentí pero me quedé callada.
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Placeres Prohibidos
Romance¿Nunca habeis sentido que lo prohibido os atrae? Incluso cuando intentas no caer, hay algo que te absorbe hacía ese lado. # 40 - Placeres