~Trabajando de canguro~

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Me encuentro en la consulta de mi antigua cita, Jared Anderson con una tila entre las manos, y con mi cabeza a punto de explotar. No logro entender nada y estar resacosa tampoco ayuda mucho.

Queen se pone la prenda de ropa que estaba encima de la pantalla del ordenador. Es la blusa que le regalé por su cumple. Mi amiga se peina un poco y se retoca el maquillaje. Al parecer, no está para nada incómoda con la situación. Sin embargo, su nuevo polvete para alegrarle el cuerpo, no sabe dónde meterse de la vergüenza que está pasando. Ha empezado a ordenar su consulta mientras yo intento asimilar todo lo que acabo de ver y descubrir. Una de mis mejores amigas se ha liado con una cita mía. No lo entendía. ¿Cómo se habían conocido? ¿Qué habría pasado para haber llegado hasta tal punto de confianza? ¿Por qué Queen me lo había ocultado? ¿Por qué la vida tiene que ser tan enrevesada?

-¿Me podéis explicar qué coño ha pasado? –pregunto mirándoles seriamente.

-Es bastante obvio, nos hemos acostado. Los despachos siempre me han dado mucho morbo –contesta Queen mientras se acerca al médico y le muerde el lóbulo de una oreja-. No me digas que estás enfadada.

-No, pero...no lo entiendo. ¿Cómo os habéis encontrado?

-Muy fácil, tus citas han sido bastante desastrosas y has ido a parar al hospital varias veces así que ya nos conocíamos de antes. Lo que pasa es que no ha habido nada porque necesitaba una excusa para venir a su consulta y porque quería que lo tuyo con el policía fuera más serio para cerciorarme de que ya habías olvidado a este bombón –me explica mientras no para de dejarle restos de su pintalabios rojo por la cara y el cuello al pobre médico que no se atreve a mirarme a la cara.

-También te enrollaste con Tom... Voy a empezar a pensar que me tienes envidia –digo bromeando para calmar un poco la situación.

-Tienes buen gusto, es todo –dice cruzándose de brazos evitando mi mirada.

-Como digas, yo me voy. Sólo vine para saber qué tal estaba Jared pero veo que le están consolando divinamente.

Cojo un taxi y me dirijo a casa de Anastasia para recoger al monstruito. No os voy a mentir, estoy emocionadísima. Será como tener mi pequeña familia solo que sin tener que pasar por las estrías, el dolor de pies y más factores que son causa del embarazo.

Durante el trayecto, me imagino un montón de actividades que podemos realizar los tres juntos, sobre todo ahora que mi pierna está casi al cien por cien.

Miro por la ventanilla del taxi enfrascada aún en mis pensamientos. Los árboles pasan a toda velocidad y las personas comienzan a parecer borrones. Sin embargo, el sol no se mueve. Sus rayos nos acarician sin realmente tocarnos transmitiendo un entorno cálido. El verano se acerca y todo lo que está a mi alrededor parece saberlo. El césped, verde decorado con cientos de margaritas, desprende un fresco olor relajante, veraniego. Las prendas de vestir de los viandantes ya no están compuestas por colores fríos y tristes como el invierno. Los estampados floreados y las prendas cortas comienzan a ser protagonistas durante estos días de casi verano.

El taxista pega un frenazo consiguiendo sacarme de mis pensamientos. Le pago lo que me pide por el trayecto realizado y me bajo del coche pisando con cuidado. Intento andar con cautela para que mi pierna se mejore cuanto antes. Ya apenas me duele y eso cada día me alegra más.

Aunque todo parece tan increíble ahora mismo, unas cuantas dudas asaltan mi mente. ¿Se irá Tes en cuanto sepa que ya me he recuperado? ¿Sólo está conmigo porque se siente culpable? ¿Se estará aprovechando de mí?

El amor a los 30 (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora