- ¡No quiero ir! - dije y cerré la puerta de mi cuarto con tanta fuerza que se cayeron todas las fotos colgadas de mi pared.
- Lola, sé que no querés ir ahora pero es por tu bien, te va a hacer bien hablar, a mi me funciona - dijo mi madre, aunque no muy convencida. Sé que lo decía de esa manera porque solo quería convencerme ya que siempre que ella vuelve de su sesión sé que estuvo llorando por mi padre.
Mi madre, María y mi padre, Daniel, se separaron hace 6 años, cuando yo tenía 10. Fue algo muy traumático en mi vida aunque haya pasado tanto tiempo. Sé que mi madre extraña a mi padre aunque se hayan separado por decisión de ella, sé que extraña estar con un hombre y poder ser feliz. No es feliz desde hace 6 años, y mi hermano y yo nos damos cuenta. Es una persona muy transparente en cuanto a esas cosas.
Mi hermano, Rama, otra de las mejores personas que conozco, es mi roca y estoy muy segura de que es la persona que más me conoce en el mundo, sabe cuando estoy mal y cuando estoy feliz, hasta es capaz de saber si estuve con un chico o no. Creo que con eso dije todo, nos llevamos genial y nos sostenemos el uno al otro siempre, desde hace 6 años.
Salí de mi cuarto, con la cara roja, mezcla de vergüenza y de llanto. No quería ir, ya había ido varias veces y sentía que no servía para nada, menos en este momento. Pero perdí las fuerzas para pelear y no quería discutir con mi mamá, no de nuevo, no como la última vez.
Me vestí, me puse unos shorts negros con una remera blanca apretada y unas zapatillas, era primavera, y no pensaba taparme solo para ir al hospital. Agarré mi teléfono y mis llaves, pensaba salir de ese infierno para ir a fumar, sabía que me hacía mal, pero lo hacía en momentos de estrés o de tristeza. En este caso eran las dos.
Llegamos al hospital, mi madre me dejó en la entrada y me dijo dónde era el consultorio. Ella tenía que ir a trabajar a su consultorio, era pediatra. Sin embargo quería que me acompañara, no me gustaba ir sola y menos a ese lugar. Pero me dijo que no porque estaba llegando tarde a su trabajo.
Subí por las escaleras. Busqué el piso del consultorio y seguí caminando, era medio torpe para esas cosas y sabía que en cualquier momento me podía perder. Suena mi celular y lo atiendo, era mi padre. Corté. No tenía ganas de hablar con él, ya que era parte de esta trampa para "hacerme sentir mejor".
Siento un golpe en mi espalda y me caigo al piso, estaba a punto de gritar e insultar a cualquiera que me haya hecho eso cuando me levanto y lo veo. Era un chico demasiado lindo como para estar en ese piso. Tenía pelo negro, ojos azules y vestía con un jean y una camiseta verde agua apretada al cuerpo, el cual era musculoso. Me sonreía mientras yo estaba a punto de golpearlo. El chico me sonrió, se dio vuelta y siguió su camino. No me dijo perdón, pero vi su sonrisa y no me importó nada, era la sonrisa más linda que había visto en mi vida.
Cuando me levanté tuve que ir corriendo al consultorio, estaba llegando 5 minutos tarde y mi madre me había dicho que no toleraban mas de 10 minutos de tardanza y como yo caminaba lento, sabía que si no me apuraba iba a llegar tarde.
Llegué a la sala de espera y me paré en seco, allí estaba el chico de la sonrisa. Me puse nerviosa y entonces empecé a mirar mi celular mientras me sentaba, tenía mensajes de mis padres para saber dónde estaba. ¿Es que acaso no me podían dejar un minuto sola? Miré de reojo para el lugar donde estaba sentado el chico, y me estaba mirando fijamente, sonriendo. Supe al segundo que mi cara se puso roja, y entonces agarré una revista y traté de no mirar para ese lado hasta que me atendieran.
La sala era un pasillo por así decirlo, con sillas alrededor y revistas al lado de cada silla. Había por lo menos 5 asientos ocupados, todos por chicos de mi edad. Algunos escuchaban música, otros leían revistas y otros simplemente dormían. Opté por leer las revistas, aunque no tenían nada de interesante.
- ¡Lola Mirs! - gritó la secretaria. Me levanté y entré al consultorio.
Era un lugar grande, lleno de cuadros de paisajes y en el medio había una silla y el escritorio. Sentada allí estaba una mujer de unos 45 años, rubia, muy maquillada y con el delantal blanco característico. Estaba escribiendo algo, cuando terminó, me miró con una sonrisa y me señaló la silla. Nunca estuve tan nerviosa, sin embargo no sabía por qué estaba así.
- Buen día, Lola, ¿cómo has estado? -
- Hola Lili, pasó un tiempo ¿no? - dije yo. Lili era mi psicóloga, no iba a su consultorio hace más de 2 años, terminamos de mala manera. Yo no quería ir más y simplemente dejé de ir, sin avisarle ni tampoco decirle adiós.
La verdad es que no quería ir más porque no me gustaba la manera en que Lili me hablaba, detesto la gente que habla como si supiese más que yo. Ella creía saber cómo me sentía y cómo eran mis problemas, pero no lo sabía. Nadie lo sabía.
- Tu madre vino muy preocupada la semana pasada, Lola. ¿Qué pasó? ¿Por qué no me llamaste? Sabes que en situaciones de crisis a mi me tienes que llamar, no cambié el número y siempre voy a estar a tu disposición - dijo Lili. Era la primera vez que la veía tan preocupada en cuanto a mí, y me pregunté entonces si estaba equivocada al dejar de ir.
- Tenes razón, tendría que haberte llamado pero no lo pensé en el momento. La ira fue más fuerte, Lili, no daba más. Necesitaba hacerlo. Y casi funciona -.
- Me dijo María que tu hermano te encontró, ¿cómo pudiste hacer eso Lola? Tenes una familia hermosa que te ama y daría la vida por vos, ¿y te rendís así de fácil?
- ¡No tenes ni idea de lo que es estar en mi casa! ¡NO AGUANTABA MÁS! ¡HUBIESE PREFERIDO QUE RAMIRO NUNCA ME HUBIESE ENCONTRADO! ¡YO ME QUISE MATAR PORQUE NO AGUANTABA MÁS! - al fin pude decirlo, era la primera vez que hablaba de mi intento de suicidio con alguien, no había hablado ni con mi familia, ni con mis amigas, ni con nadie.
Fue una tarde de abril, estaba sola en casa y había peleado con todo y todos. Mi padre me había llamado y me había dicho que se iba a casar y que no quería seguir haciéndose cargo de mi hermano y de mí. Me dijo que su novia iba a tener un hijo y que se iba a mudar con ella. Me dijo que Rama y yo fuimos un error en su vida, que nunca quiso ser padre hasta ahora. Fue demasiado cruel conmigo y yo no sabía que responderle, nunca supe que decirle, me había defraudado mucho en mi vida. Era alguien ausente para mí, no me conocía ni un poco. Pero a pesar de eso yo lo quería, disfrutaba estar con él en los pocos momentos que podía, fui una tonta y lo sigo siendo por hacerle caso en todo lo que me dice y por seguir queriéndolo.
Me había peleado con mi madre también, porque estaba ocupada con su trabajo y yo necesitaba hablar con alguien, no podía hablar con mis amigas de esto, ellas creen que tengo una vida perfecta. Bueno, creían. Cuando me di cuenta de que estaba sola fisica y mentalmente, no resistí más, no tenía novio, no tenía amigas en quien confiar, ni siquiera mis padres me querían escuchar. Empecé a pensar en que todo sería más fácil si no estaba, fui al baño y lo hice. Me corté la muñeca izquierda con una tijera y dejé que el dolor siguiera, me sentía bien a pesar de la sangre, y después ya no recuerdo más nada. Lo último que recuerdo es despertar en la camilla en el hospital y me di cuenta del gran error que cometí, porque vi a mi hermano y a mi madre tan desesperados y tan mal por mí que me sentí culpable y lloré lo que nunca lloré en mi vida.
En fin, pasaron los días y mi mamá me veía cada vez peor, mis médicos le habían dicho que necesitaba ir con un psicólogo pero yo no quería, no estaba lista para contar todo. No intenté suicidarme solo por la llamada de mi padre, todo me superó, la vida, mis amigos, mi familia. No estaba lista. Y todavía no lo estoy.
Salí del consultorio y me sentí peor que cuando había entrado. El chico de la sonrisa no estaba, seguro lo estaban atendiendo o probablemente se haya ido. No me di cuenta de que todos me estaban mirando, seguro se escucharon mis gritos en la sala de espera, me dio un poco de vergüenza así que salí rápido. Me fui, encendí mi cigarrillo y caminé. No sabía a dónde iba, ni tampoco me importaba.
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Sala de Espera
Teen Fiction5 chicos. 5 historias. 45 minutos cada uno. Que empiece la sesión.