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Helena odiaba al gordo conejo que su madre una vez le regaló.
Sólo se quedaba quieto en un rincón de lo obeso que era, viéndolo ahí casi sin vida aparente, sintió lastima y un poco de culpa al haberle dado tanta comida cuando era chico.

Pobre Santi, el regordete ni brincar puede. Se decía esta casi siempre.

Su habitación era un desastre. Nunca se molestaba en limpiarla, es decir, nadie la visitaba y nadie entraba sin su permiso, ¿Por qué limpiarla? Sin duda no entendía a su padre y sus sermones de que su cuarto debe estar limpio. Los mayores son extraños, se dijo recordando la cita de un libro.

Como todas las mañanas, Helena vistió lo que a ella le parecía bien. Pues es bien dicho que si te molestas en compararte con otras personas, nunca serás feliz y ella lo tenía muy presente.

Helena era un poco baja para su edad, odiaba que estuviesen esos estereotipos de que si una es baja es bonita y curiosa. Las altas también le parecían lindas por ello le molestaba que Ben le revolviese el cabello cuando la veía mientras el le decía enana.

Se colocó una camisa blanca, unos shorts de mezclilla, sus gastados converse negros y se armó una coleta alta. Le encantaba ser sencilla y humilde. Amaba las flores, amaba leer y amaba su cabello morado. Pero lo que Helena amaba más que a cualquier cosa, era ver a su Romeo.

Su hermoso Jason.

Hoy lo vería en el partido y tal vez se animaba a hablarle, igual no sería el fin del mundo ¿No es así?

N/A:
Hey hola, este es un pequeño proyecto que me vino a la mente mientras comía cereal, lo sé, es raro. De cualquier forma me gustó la idea y si les gustó un poco la trama, vota y comenta, por ahora es todo y gracias por leer.

May xx.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2015 ⏰

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Cuando seas púrpura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora