Death Night

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Muy pocas veces podemos notar a alguien salir a altas horas de las noche al lago, se dice que los que van a arriesgar su vida se lo deben a un simple motivo: Vender o pactar su alma; pero, aunque él era nuevo en el pueblo algo le dictaba que dicha leyenda tenía algo de verdad oculta entre sus brazos, aun cuando sus amigos se burlaban de creer en "cuentos de vieja chismosa", James no dejó de pensar en lo que había escuchado tanto de hombres como de mujeres al quedarse en la pequeña pero cómoda casa de sus padres cerca del lago. La casa se había encontrado en desuso durante tanto tiempo que casi sus padres se la regalaban cuando la solicitó solo para el fin de semana.

Había decidido llevar a un grupo regular y cercano de amigos y a alguien especial para él: Sophia, la hermosa mujer que había amado toda su adolescencia; pero no era tiempo para pensar en ello, había venido a disfrutar con sus amigos y no a pensar en su eterno amor platónico con Sophia durante toda su estadía en ese magnifico lugar; se dio una corta ducha y se vistió de una manera bastante cómoda para cenar junto a sus amigos unas pizzas recalentadas a base de microondas, o chef Mic como le llamaba constantemente Laura, la novia de su hermano Jhon.

La cena transcurrió de una manera tan tranquila, sin sonidos más allá de los comunes de la naturaleza y el dulce ulular del viento que lo calmaba de una manera tan bella que casi sentía que iba a romper a llorar como un niño de la alegría. Cuando la cena acabó se dirigió a su habitación preguntándose seriamente el porqué del abandono de sus padres hacia esa maravillosa casa tan calmada y dulce.

Y de repente, sin notarlo siquiera, fue llevado en los brazos de Morfeo a la tierra de los sueños.

Se removió inquieto en la cama, se sentía mal, observado, perseguido... Pero no había nada ahí, estaba solo en su habitación, tal y como cuando se durmió pero sentía como si la presencia de alguien estuviese en su habitación; como si los monstruos de su infancia volvieran a salir del fondo de su cama para perseguirlo y atormentarlo tal y como cuando solo era un tierno niño pequeño que al más mínimo temor se escondía en las faldas de su madre.

Caminó a paso lento en medio de la madrugada a la cocina dispuesto a tomar algo de agua fría y volver a la cama más calmado y listo para seguir con su descanso hasta el día siguiente en el cual solo se dedicaría a caminar y quizás tratar de lograr algo mas allá de una amistad con Sophia.

Pero al llegar al lugar escuchó pasos.

Pasos dentro de la casa.

Se suponía que todos ya estaban durmiendo, vio la hora en el reloj cronológico en la pared donde estaban unos instrumentos de cocina, el reloj apuntaba en él las 3:32 y sintió su cuerpo temblar levemente a sabiendas que era un escalofrío de temor, de pánico. Estaba bajo los efectos de la paranoia, estaba tan aterrado sudando frío que olvidó el agua para volver corriendo a su habitación y tratar de calmar su, carente de sentido alguno, paranoia.

No durmió en toda la noche.

Su miedo lo venció.

A la mañana siguiente portaba unas bolsas bajos sus ojos de un tono levemente morado resaltando su piel pálida y aterrada; había sido vencido por los monstruos bajo su cama de nuevo; solo Sophia preguntó por su estado de animo.

El día transcurrió tranquilo en la casa, en algún punto de la tarde decidieron explorar el lugar y ver como eran las cosas por allí; no encontraron mucho en las cercanías de la casa, solo unos animalillos del bosque y algunos trozos de madera interesantes; en todo momento, James se sintió observado por miles de ojos inexistentes en ese momento.

Al volver a la casa decidieron cambiarse e ir al lago un rato a disfrutar del buen clima que había en el cielo, así que se había decidido, irían a nadar unas horas y volverían para el atardecer, a petición de Sophia.

El agua del lago era tan deliciosa, tan calma y tan relajante a la hora de nadar en el, y su poca profundidad le daba un toque de armonía con la tranquila naturaleza del lugar, era un sueño; pero James seguía sintiendo algunos pares de ojos observándolo constantemente.

Estaba enloqueciendo lentamente.

Su mente estaba rompiéndose lentamente en miles de pedazos, en toda la noche anterior escuchó murmullos extraños y miles de sonidos sin lograr identificarlos realmente. Estaba frustrado por ello; pero estaba seguro de que esta noche se le pasaría todo y no quedaría nada más que un vago recuerdo de ello en su cabeza causando que probablemente se burlase de si mismo por llegar a pensar que alguien lo observaba en ese tranquilo lugar.

Y así como llegó el día, se hizo la noche provocando que todos volvieran a la casa tranquilamente para cenar y descansar, para a la mañana siguiente seguir disfrutando del día a día.

Todos, excepto James.

No logró conciliar el idílico sueño, no logró calmar su ansiedad y su pánico devoraba su estabilidad mental; salió a la cocina, en busca de algo que calmase su miedo, su pánico... Su ansiedad.

Salió de su habitación para buscar una aspirina para dormir, pero en vez de eso se topó con Sophia en la cocina sentada leyendo un libro de texto de manera despreocupada, mas desvío la vista de su libro ante la presencia del muchacho.

- Oh, hola, no sabía que estabas despierto - dijo la chica con una sonrisa

- Solo necesito una aspirina - dijo tomando agua del filtro que había en la cocina

- Yo tengo algo que te ayudará - dijo sacando una píldora de su bolsillo y entregándosela

- Muchísimas gracias - dijo tomando la píldora de la mano de la chica

Al tomar la píldora sus párpados empezaron a dormirse, a esto se lo achacó al hecho de no haber dormido bien la noche anterior y su cansancio; se desplomó viendo el rostro de Sophia.

Al volver a despertar se encontró atado de manos en medio de una mesa de madera y rodeado por velas, el frío delató que estaba completamente desnudo y se tensó, quizás era una broma de sus amigos para asustarlo, quizás solo era un mal sueño... Quizás... Quizás...

Pero vio a Sophia enfundada en una capa roja sangre de manera aterradora caminando junto a un grupo de personas con capuchas negras largas que llevaban velas cantando a una sola voz: "Las voces dicen hazlo sufrir, las voces dicen hazlo sufrir" y así continuaba la canción hasta que Sophia se situó con una motocierra encendida frente a él sonriendo y cantando alzando la motocierra en lo alto de su cabeza: "Las voces dicen hazlo sufrir, las voces dicen hazlo morir"

Un grito rompió el viento helado de la noche, un grito que fue tragado por la naturaleza. 

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