Capítulo: 4

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Sus labios ardían, se llevó una mano hacia ellos rozando con la gema de sus dedos, su cabeza estaba echa un desastre.

Armin acortó distancia entre ellos, un tímido roce fue todo lo que sintió antes de que su amigo se separará de ella con un semblante que bien no pudo identificar. Se quedó en la soledad de su habitación repitiendo en su mente lo que segundos antes había sucedido.

Sus mejillas se acaloraron, el tono carmesí que obtuvieron ellas fue seguramente ante la pena de saber que se había besado con su mejor amigo. Aunque claro está que ella no fue la que provocó que su amigo actuará de tal forma.

Sacudió su cabeza alejando las supersticiones que estaba haciendo en su mente, después de lo acontecido no podía leer en total tranquilidad ya que hacer frente a lo ocurrido se le hacía muy difícil concentrarse en las cartas.

Con movimientos suaves se acomodo en su camastro, haciendo que el peso de su mente hiciera mella en ella al caer en un profundo sueño.

(...)

La estrepitosa lluvia fue azotar contra la madre tierra, el agua caía a cántaros, los nubarrones grises no daban paso a los rayos de sol que estaban escondido tras estos, muchas de las personas que habitaban en las ciudades, villas y pueblos seguramente se estarían resguardando del agua que no hacía más que dificultar las labores diarias de cualquier mañana, más que uno que otro valiente (o en este caso; uno con mala suerte) se atrevía a salir de la seguridad de sus casas para hacerle lucha a sus trabajos, otros disfrutaban del espectáculo que la naturaleza les brindaba saliendo a jugar saltando en charcos o tirándose bolas de lodo (en su mayoría infantes cabe decir), otros solo estaban de espectadores desde los cristales de las ventanas en sus casas admirándose del paisaje grisáceo.

Sin embargo para los soldados de la tropa de reconocimiento, era como cualquier día, los entrenamientos no cedían por más fuerte que lloviera, el constante contraste de las gotas de lluvia repiqueteando la tierra que ya hasta ese punto, no era más que barro húmedo o chicloso. Y este no era la exepcion.
Mientras unos soldados peleaban en combate cuerpo a cuerpo, otros trotaban al rededor de las pistas de entrenamiento, otros estaban muy ocupados calentando, muchas actividades que al final del día dejarían a la mayoría de los soldados tirados en la cama. Las actividades en la legión, tenían que seguir, así lloviera, nevara o hiciera el mismo calor que en el infierno seguían.

Y claro que esto también se aplicaba para el pobre de Armin, Levi había echo parejas de combates, y para mala suerte del Rubio le había tocado pelear con Berthold.

Este lanzaba ataques que eran esquivados muy dificultosamente por Armin. El no se consideraba alguien con una resistencia física buena, pero eso no opacaba el intelecto que tenia, si bien no era tan bueno en las peleas su cerebro compensaba lo demás. Ademas, el estar con dos personas que eran meramente tercas como mulas, tenia que sacar algo de ellos después de todo, no podía permitirse caer así de fácil.

Un golpe en la quijada lo mando al barro mientras que en su boca saboreaba su propia sangre, a pesar de estar siendo un saco de boxeo para el hombre extremadamente alto que yacía en posición defensiva frente el, ya había aguantado más de lo usual. Se volvió a parar aún con todo el dolor que emanaba su organismo y volvió a su pose de batalla empuñando sus manos y acomodándose, Berthold atacó  con un patada que fue bien rresibida por Armin al bloquearla y lanzar un golpe contra el  costado izquierdo de este, una mueca de dolor fue todo lo que llegó a formar en su rostro.

Otro golpe en su pómulo derecho lo dejó besando el lodo por enésima vez, tanto su cara como sus ropas yacían sucias de sudor, agua, lodo y sangre. Su corazón palpitaba aceleradamente y sus ojos azules estaban fijos en su contrincante.

Cartas Sin RemitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora