Nada brillo ese día,
Sus ojos se habían apagado
Para no encenderse nunca más.
Había sido eso,
Ese sonido,
Ese llanto desconsolado,
Quebrado
Cómo metal afilado,
Que había roto su propia piel.
Una,
Dos,
Y más de tres.
Entre más voces,
Más roces.
Ya nada sería igual,
Esa chica sonriente,
No existiría mas.
La pregunta que rondó la mente del causante de ese día fue:
¿Yo te mate?
Y él,
Sabía perfectamente la respuesta.