Capítulo Dieciséis.

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Minho nos despertó cuatro horas después.

Mientras nos preparábamos para partir, el silencio reinaba. El olor a sudor y polvo flotaba entre nosotros como si fueran nuestras sombras. El Sol infernal era sin duda la peor parte de todo, pero nuestro premio de consolación era saber que el pueblo estaba cada vez más cerca.

-Vámonos. -Dijo Minho, cuando todos estuvimos listos para partir.

Nos movilizábamos por la tierra árida y cenicienta caminando, nuestra buena racha en donde podíamos correr o por lo menos caminar rápido había quedado atrás. No teníamos la suficiente energía para hacerlo y aunque lo intentáramos, moriríamos de sed, ya que los niveles de reserva de agua estaban en un punto limite.

Dado que el agua y la comida comenzaban a escasear, más sábanas estaban a nuestra disposición para utilizarlas como medida contra el Sol, por lo cual muchas parejas se habían disuelto. Minho y yo ya no nos trasladábamos juntos en una misma sábana, pero el insistía en caminar a mi lado, aunque ahora Newt se nos había unido, sin pareja y con su propia sábana. Aun así, nadie hablaba con nadie. El intercambio de palabras parecía algo imposible ahora que el agotamiento era casi palpable.

Caminar, detenerse para beber agua y comer. Volver a empezar.

El ciclo se repitió una y otra vez.

Entrada la noche, el viento agitado nos brindó una leve briza, algo que todos disfrutamos a concho después de lo devastador que había sido el Sol para todos.

Sin embargo, para cuando Minho nos había hecho detenernos para dormir, la brisa se había transformado en un ventanal, provocando remolinos y amenazando con volarnos nuestras sábanas. Era de esperarse, claro está. Al parecer para nosotros ninguna mejora era permanente.

Derrotada, me acurruque hecha un ovillo en el suelo, con la sábana hasta la barbilla.

Newt se hecho a mi lado, entrelazando su mano con la mía.

-¿Crees que esto se acabara?-Le susurré. Mi voz se perdió entre los silbidos del viento, pero sabía que Newt me había escuchado.

-¿Esto? ¿CRUEL? ¿Qué nos traten como sus malditos conejillos?-Newt pronuncio cada palabra con una gran amargura. Al final, suspiró. -La única cosa que me mantiene en pie en pensar que así va a hacer.

Quise seguir la conversación, pero el cansancio me termino por derrotar. De lo último que fui consiente fue de la mano de Newt, que apretaba la mía con suavidad. Al final, me dormí.

Tenía diez o nueve años.

Me encontraba de pie en una habitación inmensa muy parecida a los estudios de Ballet, solo que sin las barras de donde las bailarías se sostienen. Tenía el cabello recogido en una coleta y mis ojos estaban vendados. Llevaba ropa holgada, perfecta para hacer deporte. No estaba sola en aquella habitación.

A unos cuatro metros a mi derecha, en el suelo acolchado, un chico de cabellera tupida y rubia se comenzaba a poner de pie, trabajosamente. También llevaba los ojos vendados y su ropa era muy parecida a la que ''yo'' llevaba. Por su estatura debía ser un año mayor.

-¡Me diste en el estómago!-Se quejó.

Su voz, aunque infantil y menos ronca, me hizo reconocerlo de inmediato. Una vez más estaba recordando algo de mi vida que tenía a Newt como protagonista.

-¡Vamos!-Mi yo pequeña se reía. Siguiendo la voz de Newt, cambio su posición, con sorprendente facilidad y destreza, como si aquello fuese algo de todos los días. -No dejes que una chica te de una golpiza.

La Recluta A-0. PRUEBA DE FUEGO. [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora