Caminaba sin rumbo alguno. Ya era tarde y el sol se ocultaba dejando ver un cielo obscuro y era un día muy importante para todos. Lo podía saber por la forma en que muchas personas a mí alrededor caminaban a pasos veloces de un lado a otro, parecían nómadas. Todos llevaban cajas de diversos tamaños envueltas en papeles de colores y con moños de listones. Los niños brincaban de alegría y reían tomados de la mano de sus padres.
También me pude dar cuenta por como todo estaba decorado, desde las lucecitas de colores que brillaban en los techos de las casas simulando nieve; en los árboles y arbustos, y el contorno de las ventanas. También había enormes globos en forma de señor gordito con traje rojo y barba blanca donde en algunos parecía que entraría a las casas, en otros solo estaba en los jardines e incluso otros saludaban.
Ante esto último, no pude evitar reír y devolverle el saludo al viejito y a los hombres de nariz de zanahoria que se veían tan graciosos.
Algunas personas se pusieron en los kioscos de los pequeños parques donde se disponían a cantar o tocar instrumentos.
Al pasar por las casas podía ver por las ventanas familias que se reunían a cenar y mis fosas nasales se llenaban de deliciosos olores de pavo al horno o tal vez de los deliciosos postres a chocolate. Se me hacía agua la boca y mi estómago rugía. Era mejor dejar de pensar en eso.
Las tiendas comerciales cerraban y algunos restaurantes estaban un poco llenos de gente.
Del cielo comenzaron a caer como pequeñas gotas congeladas, que se comenzaban a acumular en el piso haciéndolo más frío y esto hacia que mis pequeños piecitos se pusieran rojos. Me dolían un poco pero tenía que seguir caminando hasta encontrar un refugio.
El aire helado no tardó en llegar y tenía que abrazarme a mí misma, pero nada de eso era lo suficiente como para calentarme un poco.
Las personas corrían más rápido de un lado a otro pero ninguna se disponía a verme, sino que solo me aventaban a los lados o me pisaban y ninguno se disculpaba.
Cuando un pequeño niño trato de acercarse su madre lo arrebato y me grito. Quería llorar, me asusté mucho.
Ya no podía caminar más. Decidí por recostarme en una banca en una placita solitaria y sumergirme en un sueño profundo.
Pero no fue así.
Sentía que me movía, como si alguien me levantara. Trate de zafarme pero me era inútil.
-Tranquila pequeña-. Me susurro una voz que no me era familiar.
Quería arroparme por lo calientito que estaba pero me era difícil confiar en gente desconocida.
Entramos a una casita, muy cálida y en olor a galletas y chocolate caliente que no tardo en agradar a mi nariz.
Me depositaron en un asiento muy acolchonado y pude ver a los ojos a la persona que me recogió del frio. Unos ojos que me tranquilizaban del miedo que tenía y que transpiraban amor seguidos de una bonita sonrisa que lograba dibujarme una en mi cara.
-¡Annabelle!- Grito el hombre, para después apareciera en el marco de una puerta una hermosa mujer, que al verme se echó para atrás y cubrió su boca.
Mi sonrisa de deshizo al instante, ¿Ella me tenía miedo?
La mujer pareció responder mi pregunta mental, se acercó lentamente con los ojos lloros tomo mi rostro en sus manos y dio un pequeño beso a mi frente para después cargarme y sentarme en una silla cerca de la mesa.
La pareja me trato muy bien, me dieron de comer y me limpiaron mi cara, me hicieron reír y no paraban de mirarme con ternura con cada cosa que hacía o decía.
¿Ellos son mis padres? Y si no es así, me gustaría que lo fueran.
De pronto, algo muy helado cayó en mi rostro, lo que hizo que despertará. Era la nieve, por lo que tuve que cubrirme la cara.
Ansiaba volver a dormir y seguir con la Señora Annabelle y el Señor Adam.
Me levante de la banca y seguí recorriendo con mis pies descalzos el camino cubierto de fría nieve para buscar un refugio.Después de mi desaparición VOLVÍ!!! Y les traje una pequeña historia para recompensarlo. Si les gusto no olviden votar! Se los agradeceria muchisimo:'3