Víctima de un sueño

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Capítulo 1: El despertar

La de ayer había sido una buena noche. Mis amigos y yo nos fuimos de cena y luego a tomar unas copas, pero sin hacer demasiada larga la tertulia. Cuando ya terminamos, dejamos a parte del grupo en sus respectivas casas y mi mejor amigo y yo, como de costumbre, nos quedamos jugando a la consola en mi piso durante bastantes horas antes de irnos a dormir.
Hasta donde alcanzo a recordar, llevo desde muy niño teniendo sueños lúcidos, esos sueños en los cuales sabes que estás soñando y tienes el control absoluto de tus acciones, incluso a veces el poder de crear todo lo que desees a partir de la nada. Además tengo mi propio medio de salida por si acabo en algún tipo de sueño no deseado o en una pesadilla.

Volviendo a lo de antes, tras terminar la sesión de videojuegos, mi amigo tenía demasiado sueño como para coger su coche e irse a casa, así que se quedó a dormir en el cuarto para invitados. Yo estuve viendo un rato la televisión antes de caer en un profundo sueño. Y allí estaba otra vez, soñando, siendo consciente de ello y preguntándome que clase de aventuras viviría esa noche.

Para suponer la fecha y el lugar donde estaba, me basé en lo que veían mis ojos, en esta ocasión me encontraba viviendo en una de tantas aldeas del Japón feudal. La aldea estaba rodeada de extensos campos labrados y la gente vestía acorde a la época, con los típicos kimonos y sandalias de cuero o madera, además no se apreciaba ningún tipo de artilugio eléctrico. Vi también que tenían un pozo en el centro del lugar y algo de ganado por las afueras, desde luego los habitantes estaban bien abastecidos. Como último factor, el hecho de ser todo un fan de las series de animación japonesas no me dejaba lugar a dudas para confirmar donde me encontraba esta vez.

Mientras me paseaba asombrado por la aldea con la boca abierta y los ojos como platos, se me acercó una mujer mayor para asegurarse de que recordara la cena grupal de hoy. Yo por supuesto le seguí la corriente, ya que no tenía ni idea de lo que me estaba contando aquella señora, aún así siempre trato de sumergirme al máximo en todos mis sueños para que así la experiencia vivida sea aún mejor.
Como parecía que faltaba bastante para el anochecer, me fui a una colina cercana desde la cual tenía unas vistas estupendas de la aldea. El lugar era una maravilla, en momentos como ése, no me importaría seguir durmiendo por muchísimo tiempo. Sin embargo sabía con creces que tarde o temprano acabaría despertando en mi cama y volvería a la misma rutina de siempre.
Así que aproveché el momento y me refresqué en un riachuelo que cruzaba la colina en la cual había estado vagueando por un buen rato. De repente, tuve la sensación de que alguien me observaba.

Me puse a mirar a mi alrededor y a lo lejos divisé la figura de un niño, agudicé la vista y efectivamente, aquel muchacho estaba mirando hacía donde yo estaba. Le aguanté la mirada para ver si así se marchaba a seguir con lo que fuera que estuviera haciendo, pero fue en vano. Aquel chaval me seguía observando fijamente a pesar de la distancia que había del uno al otro. Relajé los párpados apenas unos segundos y cuando me quise dar cuenta, el niño ya no estaba. En ese momento sentí un escalofrío en la espalda y me di media vuelta rápidamente, no vi nada, allí estaba solo yo, pero eso no me tranquilizó en absoluto. A partir de ese momento, el placentero sueño que estaba teniendo parecía estar convirtiéndose en una pesadilla.

Pasaron unos minutos y noté que me estaba entrando sueño, los nervios desaparecieron en gran parte tras relajarme viendo el extenso cielo azul que gobernaba las alturas. Me quedé dormido como un tronco.

Tras un buen rato ya me fui despertando, me di cuenta de que no estaba en mi habitación, sino que seguía en el mismo lugar en donde me quedé dormido la última vez. No estaba apenas sorprendido ya que en algunos de mis sueños había llegado a estar semanas viviendo en ellos y haciendo todo tipo de cosas. Mientras estiraba los brazos para quitarme la vagancia de encima, me giré y allí estaba mi seguidor, esta vez a escasos metros, mirándome fijamente. Sin mediar palabras, me levanté de un salto y me fui corriendo colina abajo en dirección a la aldea en busca de ayuda.
Al verme tan alterado, los aldeanos me llevaron a casa del jefe de la aldea, el cual escuchó mi anécdota sin sorprenderse; lo que me dijo a continuación me dejó helado.

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