Zira caminaba tranquila y a paso lento por el bosque a pesar del gélido y helador frío que daba la bienvenida al largo invierno. Había salido de casa tan solo con un fino suéter blanco que le cubriese el pecho y los brazos, un vaquero sencillo oscuro y unas botas negras estilo militar. Según paseaba entre los altos árboles, nuestra joven mujer no pudo evitar esconder la dulce sonrisilla que se le estaba empezando a formar por ambas comisuras tras recordar los momentos que había pasado junto a él, tiempo atrás. Jamás, desde que se había marchado, ningún día, había dejado de pensar en él. Fenrir lo era todo para ella, y lo sabía, hombre que sí lo sabía, desde el momento en que ese pequeño niño le dijo que le acompañase en su aventura. Abandonó toda su vida y todo lo que era, dejando atrás todos los años que había pasado con su familia, y con ello la pequeña granja que hasta entonces había sido su casa y en la cual había sido educada lo mejor posible por su madre, no eran precisamente la familia más adinerada de la zona y trabajaban todos los días en el campo hasta que se ponía el sol, juntos, con tal de que al acabar el día tuviesen algo que llevarse a la boca. Pero bueno, eso pasó hace ya unos doscientos treinta años.
Fenrir era un joven apuesto de ojos azules con el cabello negro azabache que tenía enamorada a Zira. De piel pálida y rostro impecable, daba la sensación de que jamás había llegado a haber rastro alguno de barba o imperfección en ella. Sus pómulos marcados y sus finos labios rosados dejaban muy atrás el niño que una vez fue. Más alto que una torre, o así es cómo lo veía Zira cada vez que se colocaba junto a él, la pobre siempre tenía que ponerse de puntillas cada vez que Fenrir se disponía a besarla. Cómo había echado de menos sus besos, sus dedos rozando su cuello haciendo que se le erizase la piel y sus largos y cálidos abrazos en las noches más frías.
Desde su partida, Zira había aprendido a valerse por sí misma, tal y como le prometió que haría en su ausencia. Cada día había estado recopilando información sobre hechizos, brujería, hierbas medicinales, criaturas extrañas que jamás había llegado a ver un ser humano... había conocido a muchos otros grandes magos que a lo largo de su vida le han ido enseñando valiosas lecciones, todo ello hasta convertirse en la maga que hoy en día era, una de las más poderosas de su generación, sin duda, y conocida en cualquier rincón del mundo mágico. Los humanos eran y son demasiado ignorantes, sencillos y manipulables como para saber de su existencia.
Y a día de hoy quien le diría que acabaría enamorándose de un vampiro, esos seres oscuros, silenciosos, ágiles y veloces como ellos solos y a la vez elegantes, hermosos y misteriosos. Y Fenrir no se quedaba atrás, a Zira le entraba la vergüenza y se sonrojaba cada vez que pensaba en lo bien que le quedaba su melena larga o lo guapo que estaba cuando se ponía una camisa y se la remangaba. Eran pequeños detalles que la joven no podía, o mejor dicho, no era capaz de pasar por alto. Había deseado que el tiempo se detuviese la noche antes de la despedida, adormilados juntos desnudos entre las sábanas, tan solo escuchando sus respiraciones agitadas por los actos recientes , los cuales es mejor dejar en la intimidad. Esos fueron los últimos momentos que había vivido junto al vampiro, junto al amor de su vida.
Y por fin había llegado el momento, Fenrir volvía junto a ella, sano y salvo, como llevaba deseando desde hace tanto tiempo.
Siguió caminando hasta el punto de encuentro en el que habían acordado volverse a ver, frente al lago, donde se amaron por primera vez. Las aguas estaban tranquilas y ningún animalillo del bosque parecía querer interrumpir el reencuentro entre los enamorados. Solo se llegaba a escuchar el canto de los árboles con cada oleada de viento que se adentraba en el bosque. Zira cerró los ojos y llenó sus pulmones con el aire puro del lugar, la chica agradecía profundamente que el ser humano no hubiese llegado a profanar el hermoso paisaje que se expandía ante ella. Sí, sin duda era el sitio perfecto, su sitio perfecto, con el chico perfecto.
Nada, absolutamente nada ni nadie podían estropear lo que estaba a punto de pasar, y pasó.
Unos fuertes brazos se acomodaron en la cintura de la chica desde atrás, y Zira, todavía con los ojos cerrados sonrío incondicionalmente casi con una lágrima queriendo salir por el rabillo de ambos ojos, las manos de Fenrir se entrelazaron delante de ella y Zira sin pensarlo dos veces hizo lo mismo. El tacto de su piel se sentía frío, como siempre, pero eso le encantaba.
Ahí estaba, notaba su ancho pecho a su espalda, protegiéndola de todo peligro que la pudiese atacar, haciéndola sentir segura y tranquila. Solos, juntos, nadie más que ellos en el mundo, sin brujos oscuros, sin guerras, sin muerte, sin dolor, sin miedo, sin temor a no volverse a ver, sin más lágrimas inevitables, sin más noches en soledad, sin Fenrir... por fin.
Despacio y muy delicadamente, Zira se giró para mirarle a los ojos, esos ojos con los que tanto había soñado y ahora mismo tenía delante. Y ahí estaba, el vampiro seguía igual de hermoso que siempre, con el flequillo cayéndole por los ojos y casi entorpeciéndole la vista. Y Zira comenzó a llorar.
-Mi amor, estoy aquí.- dijo el joven casi en un susurro, rozándole la mejilla con su mano.
Y ella ya no pudo aguantarlo más, Zira pasó sus brazos por el cuello de Fenrir, llorando feliz de poder volver a estar con él. Buscó sus labios desesperada, el vampiro no se lo impidió y se unieron en un apasionado beso. Ambos lo estaban deseando. Fenrir la sujetó por la cintura con firmeza y la levantó un poco por encima de él, alargando un poco más el beso esperado, para después darle vueltas alrededor suyo. Amor,tan solo eso.
Tras separarse ambos se miraron a los ojos, cada uno con las manos en la cara del otro y se rieron tontamente. Fenrir besó la nariz de Zira con cariño y la abrazó sintiéndola lo más cerca que podía mientras ella posaba sus brazos en la firme espalda del vampiro. Escondió su cabeza en el pecho del joven y Fenrir apoyó su mejilla en el cabello de ella.
El amor de su vida había vuelto a casa, sano y salvo para estar junto a ella, y eso era lo que importaba. Juntos,siempre.
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Fenrir
RomanceTanto él como ella estaban esperando que llegase el momento,después de tanto tiempo.