La pista de la Carne

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Capítulo 1

A un lado y otro del helado cauce se erguía un oscuro bosque de abetos, de aspecto sombrío. El viento hacia poco que había aliviado a los árboles de la capa de hielo que los cubría, y se podría decir que en medio de la escasa claridad, que se iba debilitando por momentos, unos hacia otros se inclinaban oscuros y tétrico. Reinaba un profundo silencio en toda la gran extensión de aquella tierra. Ella ya era, de por si, la desolación misma, sin vida, sin movimiento, tan solitaria y fría que ni siquiera alcanzaría decir, para describirla, que su esencia era la tristeza.
Justamente en ella había sus asomos de risa, pero de una risa más terrible que todas las tristezas...Una risa sin alegría, como la sonrisa de la esfinge, tan fría como el hielo y con algo de la severa dureza de lo infalible. Era la magistral e inefable sabiduría de la eternidad que se ríe de lo vano de la vida y del esfuerzo que representa. Era el bárbaro y salvaje desierto; aquel desierto de corazón helado, propio de los países del Norte

Colmillo BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora