Capítulo tres

102 4 0
                                    

No valía la pena decirle que no saliera ó que no hiciera ruido; él siempre estaba quieto, oculto en una esquina, sin moverse, sin hacer nada.

No quiso volver a la escuela y yo no iba a obligarlo porque lo entendía, yo también odiaba la escuela. Odiaba a toda la gente en ella y odiaba sus risas; también sus voces.

Lo que mejor sabemos hacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora