Negociante de la vida

16.9K 1.4K 247
                                    

Buenas madrugadas, tenía planeado subir el cap antes pero necesitaba que fuese madrugador, así que acá estoy. Espero les guste, tengan un lindo domingo ;)

Pd: No sé qué le pasa a los guiones, pero se ponen así solos :/ 

Capítulo XV: Negociante de la vida

—¡Buenos y brillantes días, Cristina!

—¿Siquiera miraste por la ventana, muchacho? El cielo no podría estar más cubierto.

Sonreí, colocando la mitad de mi cuerpo sobre su escritorio para alcanzar su mejilla con un beso. Ella sólo sacudió la cabeza en respuesta.

—Te vi a ti y de repente el mundo a mi alrededor perdió todo mi interés.

Cristina puso los ojos en blanco, aunque no fue capaz de simular una tenue sonrisa.

—Tú nunca te cansas, ¿verdad? —preguntó, mientras sacaba algunas hojas que iba soltando su máquina impresora. Esperé hasta que estuvo mirándome de nuevo para responder, yo era así de educado cuando quería.

—Debes ver el lado positivo a eso, Cris, siempre voy a estar dispuesto para ti. Incansable, inagotable —bajé considerablemente el tono de mi voz—. Insaciable.

La mujer soltó una fuerte carcajada, dándome dos palmadas en la mano que situaba sobre su escritorio.

—Si tuviera veinte años menos o tú veinte más, querido.

—¿Qué es un número de dos dígitos hoy en día?—repliqué al instante, tomando su mano con reverencia—. Nada, nada comparado con todo lo que produces en mí.

—Algún día, Neil, vas a encontrar una mujer que te ponga la cabeza en su lugar y me voy a reír entonces.

—Pero ya te encontré, Cris, por ti soy capaz de sentar cabeza. Me afeitaré todos los días, no más salidas nocturnas e incluso... —Presioné mi amarre con suavidad—. Usaré ropa interior al ir a la cama.

—Lárgate de una vez, Jace te está esperando.

Le regalé un guiño y un beso en el dorso de la mano, antes de encaminarme por el pasillo hacia la oficina de mi amigo. Cristina era su asistente —no le gustaba que la llamaran secretaria, manías suyas o quién sabe—, era una mujer de unos cincuenta y pocos o tal vez más. No lo sabía con seguridad. Un hombre jamás sabe a ciencia cierta la edad de una mujer y un verdadero hombre, al cual le gusta conservar sus bolas intactas, jamás pregunta para disipar la duda. La conocía desde hacía algunos años y desde entonces le profesaba mi amor, el cual ella siempre rechazaba con cortesía. Era obvio que ambos sabíamos jugar ese juego y lo disfrutábamos por igual. Al menos yo no veía a mal que un hombre le hiciera cumplidos a una mujer mayor que él, sigue siendo una mujer y son contadas con una sola mano a las que no les gusta sentirse aún observadas o halagadas. Y sabía que a Cris le gustaba que me detuviera en su escritorio unos minutos, siempre que visitaba a Jace en la oficina. Era nuestro asunto.

—¡Te amo, Cris! —exclamé casi en las puertas del despacho de Jace, y fui recompensado por una risa avergonzada.

—¿Quieres dejar en paz a mi asistente? —La puerta doble se abrió frente a mi rostro, dejando ver a mi amigo con el ceño fruncido.

—Estoy enamorado —le espeté, estrechando su mano al entrar—. ¿Por qué nadie me toma en serio?

—Quizá porque eres un idiota. —Jace fue hasta su escritorio para tomar asiento en el lado del jefe—. Siéntate.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora