Capítulo 3: Hace 20 años, tres desconocidos.

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En la cocina, un espacio reducido por las cajas de la mudanza, se sentaron. Con una taza té de tilo caliente entre ellas manos Melina estaba más tranquila. Su madre empezó a contarle qué era lo que en verdad sucedía con la loca. Comenzó el relato mientras le vendaba el brazo:

-Hace algunos años atrás, más de veinte, vinimos aquí en el verano. Mis padres conmigo y mis hermanos estábamos invitados por mi tía y su familia, a pasar unas semanas tranquilas. Era para Navidad –Con cada palabra que decía parecía evocar el pasado tan feliz con su familia y aquel particular verano que hacía que sus ojos brillaran con las luces de la Nochebuena -. Éramos jóvenes, yo tenía tu edad y Asunción unos veinte años. Recuerdo que tu tío Andrés rompió el tazón con la ensalada de frutas porque se le había ocurrido subirla al balcón del primer piso, en sus locas ideas de niño, y bajó las escaleras corriendo y se le resbaló de las manos. El estruendo que hizo creo que será recordado por siempre y los gritos de mamá que lo agarró de una oreja y de la tía que veía su piso lleno de licor y frutas... -sonrió.

>Te cuento esto porque es acá donde todo comenzó para la pobre de Asunción. En la noche del veinticuatro, cuando estábamos por cenar, habíamos limpiado el piso y Andrés tenía prohibido bajar. Escuchamos que los perros ladraban, y que claramente venía gente. Oíamos sus pasos sobre el pasto, pero era apenas perceptible. Mi tío se levantó de la mesa y fue a ver. Luego de cruzar unas palabras cuyo sentido no precisamos, se oyeron risas y mi tío entró y nos presentó a tres personas desconocidas hasta ese entonces. Eran tres hombres de aspecto similar, yo creí que eran hermanos pero luego supe que eran primos. Yo, particularmente, no noté nada extraño en ellos, pero vi como Asunción los miraba y parecía petrificada, como si estuviera bajo un hechizo. Estaba al lado mío y la tironeé del brazo sin que se lo vieran los demás y apenas logré que se moviera, pero no dejó de mirarlos. Ellos por su parte, fueron invitados a la mesa y se sentaron luego de dejar sus mochilas en el zaguán. Eran caminantes mochileros que se habían perdido buscando la ruta.

-¡Qué bellos son! –me susurró Asunción y yo no veía a qué se refería, estaban sucios y cansados y ¡no se recortaban la barba en días!-¡Qué hermosos atuendos tienen! –en fin, ella parecía entender lo que me decía.

>Seguimos comiendo, como si nada y Asunción volvió un poco en sí, más no del todo porque yo veía como los espiaba, en realidad como miraba a Gaël, el más joven de los tres. Era alto, rubio, desgreñado y delgado, parecía enfermizo o enfermo porque estaba pálido también. Pero Asunción siempre dejó en claro que no veía lo mismo que yo.

Así pasaron los días y los tres muchachos se fueron el día veintinueve. Pero el día de Nochevieja Asunción me confió un secreto, huiría con Gaël. Yo me opuse, le dije que no le convenía, que no lo conocía, que no podía abandonara toda su familia por un hombre que no le ofrecía nada, que era mochilero, no tenía hogar siquiera. Pero principalmente le pedí que me explicara la necesidad de huir ¿Por qué irse? Su explicación fue escueta pero la entendí, su familia no lo aceptaría, una cosa era unos días en Navidad, darle de asilo, esa sería su buena acción por el año que comenzaba, pero ya habíamos visto molesta a su madre por esta presencia extraña. ¿Pero él, la quería? ¿En qué momento se acercaron? No me contó mucho pero sí me dijo que estaba muy segura de su amor. Me prometió que lo pensaría y que me avisaría antes de irse, sí así lo decidía y yo prometí no decir nada de esta charla.

>Así, el día 1º de enero, Asunción no estaba en casa y la buscamos en los alrededores y en ningún lado apareció. Yo tenía miedo de contar lo que ella me había dicho, todavía creía que regresaría pero no regresó. A la noche lo conté todo y así se pusieron en su búsqueda y la de los tres hombres. Mi tía no me lo perdonó nunca, aun noto su resentimiento hacia mí por no contárselo enseguida.

Hizo un largo silencio. Parecía como si en verdad se culpara del incidente.

-¿Entonces, qué pasó? ¿Cómo la encontraron?

-Un año después de eso, Norberto, saliendo para el lado del conurbano bonaerense, al bajarse de su auto ve a Gaël caminando, en la calle y lo sigue, sin que lo vea, hasta entrar a una casa, un sucucho. Miró por la ventana y ve allí a Asunción, en un estado lamentable y enseguida llamó a la policía, pero tardan en llegar. Tardaron lo que tardó Gael en huir, porque cuando llegaron solo estaba ella.

Yo no la vi pero, me contaron que estaba demacrada y con signos de desnutrición pero no estaba enferma y conservaba su belleza delicada. Al pasar los días, la notaron inquieta y al interrogarla no respondía nada pero claramente estaba esperando a alguien y ese no podía ser otro que Gaël. Pero él no vino nunca y ella enloqueció. Así es como la vemos hoy, el resultado de un desamor.

Luego de un largo silencio, intentado imaginar a aquella mujer a los veinte años esperando a su amante, me asaltó una duda.

-¿Por qué dicen que ella habla con ángeles?

-Porque lo hace, o sea, llama a los ángeles, jamás oímos respuestas. Lo que pasó ahora, eso de asustarte fue porque estaba fuera de sí. Tiene momentos en los que no sabe lo que hace pero luego vuelve en sí, ya lo viste.

Melina recordó el brillo siniestro en los ojos de su tía, y la oscuridad que lo siguió. Era obvio que estaba mal, que no podía estar sola y que era de cuidado. Por eso, de esa charla sacó en claro que debía mirar siempre a su alrededor si no quería encontrarse con la loca otra vez y que le echaría llave a la puerta de su dormitorio. 


La dimensión de los ángelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora