Otro día igual: instituto, kárate y a casa. Se suponía que todo iba a ser normal...
Procuré ir por otra calle, ya que no quería encontrarme de nuevo con esos matones, pero tenía la sensación de que alguien me seguía y eché a correr. De pronto, al final del callejón...—Me alegra verte de nuevo, puta —sonrió con cara de psicópata.
—Vete al carajo, ¿acaso no fue suficiente la paliza que te di ayer? —dije sin temor alguno mientras marcaba el número de la policía disimuladamente dentro del bolsillo ancho de mi chaqueta.
—Chicos —avisó a sus monigotes para que fueran a por mí. De nuevo, les gané. En parte debo admitir que menos mal que no vinieron a la vez, de ser así, habrían podido conmigo.
—Solo faltas tú. Si quieres te dejo diez segundos para que me pidas perdón y salgas corriendo para tu casa —le advertí, aunque tenía pensado ser yo quien saliera corriendo. «¿Por qué no da ya señal mi móvil?».
—Tal vez debería decir yo eso... Dime, ¿vienes a la fuerza o prefieres llevarte una sorpresa?
—Ja, siempre me gustaron las sorpresas —hice crujir mis nudillos y saqué mi móvil rápidamente para comprobar qué le ocurría a la llamada, pretendía alejarme corriendo y que me atendiesen.
—Muy bien, no te muevas —sacó un revólver de su bolsillo, eso no me lo esperaba.
—¿Estás loco? —pregunté intentando mantener la calma, me había paralizado del miedo. Sus colegas se habían quedado tan sorprendidos como yo y no dudaron en quitarse de en medio.
—Si no eres sumisa... ¡Muere pequeña zorra! —me tiré al suelo para ponerme a cubierto y con suerte pude esquivar la bala. «Tengo que desarmarle o este gilipollas es capaz de matarme». Me levanté lo más rápido que pude y le agarré del brazo. Estaba haciendo lo primero que se me pasaba por la cabeza, había tirado mi teléfono incluso para poder sujetarle mejor. Mientras forcejeábamos pensaba en una forma de escapar tras arrebatarle la pistola, pero sus movimientos más violentos me hicieron caer. Desesperada corrí lo más lejos que pude con la cabeza agachada, pero tan solo había cinco metros de distancia entre el revólver y mi cuerpo indefenso, hasta que supe que me iba a disparar. Justo en ese momento se escuchó que por fin la voz de una mujer había respondido a mi llamada de auxilio, ya era tarde. «Mamá, papá, voy con vosotros...». Disparó y entonces revisé mi cuerpo y estaba bien, no me lo creía, seguía corriendo y giré la cabeza para ver si podría esquivar el siguiente disparo lanzándome a un lado u otro. Era bastante raro que no me hubiera dado desde esa distancia, no podía ser mala puntería—. ¿C-cómo? ¡Pero si te he dado! —exclamó frustrado y comenzó a correr hacia mí. Otros tres disparos seguidos y ninguno me dio, se tuvieron que escuchar a más de cien metros a la redonda. Había una baldosa mal puesta y me tropecé. De nuevo estaba en el suelo y me había alcanzado, puso su pie encima de mi espalda y me dio un giro de 180 grados. Se me pasó por un segundo pensar si era una pistola falsa que solo emitía sonido y que en esos quince segundos o así solo había estado asustándome, pero parecía tan real. Ahora boca arriba veía cómo me disparaba, pero las balas... desaparecían antes de impactarme.
—¿Estoy viva? —pregunté aún confusa.
—¡Me cago en la puta! —apretaba el gatillo, sin balas—. ¡No es posible! ¡Esta puta es inmortal! No... ¡Es una bruja! ¡¡¡BRUJA!!! —salió corriendo en cuanto tiró el arma atónito por lo ocurrido.
—Vale..., uff... ¿Qué acaba de pasar? —sabía de sobra que esto superaba la realidad. Observaba mi pecho y lo palpaba con mis manos temblorosas.
—Casi no llego a tiempo —una voz muy varonil y grave me habló. Miré hacia arriba y le vi: un joven alto, moreno, de ojos color ceniza pero a la vez azules como el cielo—. Soy tu ángel de la guarda.
—¿Mi... ángel de la guarda?
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Ángel de la oscuridad
De Todo•(Editando)• Siempre que nos hablan de la religión, pensamos en Dios, la Biblia o los demonios. Nunca me ha gustado la religión, no creo en Dios ni soy católica. Todo lo contrario, atea hasta la muerte. Si de verdad hubiera un dios todo poderoso qu...