Whisky

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Era otoño, hacía algo de frío, y estaba reposando mi cabeza en la almohada, pensando y tratando de no pensar demasiado.

Las paredes color bordó me relajan la vista, la suavidad de mi cama me da tranquilidad y el vodka con limón me quema la garganta.

Son las dos de la mañana y creo que es jueves, o probablemente sea martes.
Me dirijo al baño, y me encuentro todo desordenado, tirado por doquier, ruedo los ojos y pienso que tal vez bebía demasiado en las noches, también lamentándome por mi fracaso de vida amorosa a los veintitrés años.

Oí algunos disparates, pero no quise reaccionar, a veces me hacía la distraída para no convencerme de que estaba loca.

Gorda, deberías salir a hacer algo por tú vida
¡Cállate vos! Que deberías barrer el patio, igual tu perro murió hace dos meses.
Tenés que comprar atún envasado, Nancy.

Ya nada tenía sentido.

No tardé en sentarme en medio de la habitación, tapándome las orejas, pensando que yo podía con esto, otra vez.

Mentira.

Encontré una botella de vodka detrás del lavamanos, probablemente estuvo allí unos meses, nada mal, ¿eh?
Bebí, y bebí, la botella estaba vacía en cuestión de un minuto.
Fruncí el ceño, la garganta ardía y ya era placentero.
Que puta obsesión.

El alcohol era lo único que las calmada del todo, ó por lo menos eso creía.

No tardaron mucho en volver a gritar.
Una tras otra, eran como cinco o seis, y nunca se turnaban para volverme loca. Sentía mis oídos arder,y que todo el mundo podía escucharlas. ( a pesar de que vivía en un departamento en microcentro, con dos cactus y un perro muerto en el balcón)

Me metí a la ducha, ya no tenía gas porque olvidé pagarlo (hace cuatro o seis meses) así que procedí a entrar al agua helada.
Era clara, pura transparente, ya fría que eran como apuñaladas a mi pálida piel.
Me senté y el chorro caía en mi espalda, sentí con mis manos mis vértebras, no comía hace mucho.

Salí y no me preocupé en apagar la ducha.
Aún desnuda y mojada, con frío y pudor abrí mis cajones.
Saqué un viejo cinturón de cuero de quién sabe quién.

Lo até a un palo de metal que pasaba de pared a pared en el techo, me costó, era alto.

Sentía el agua correr y ví una botella de whisky tirada en el piso.

La tomé con mis manos y casi me caí, seguía mojada.

El agua ya llegaba a la cocina, se me inundaba el departamento. ¿Cuánto tiempo había pasado ya?

Me terminé la bebida, me volví a parar en la silla, todo estaba nublado y ellas me gritaban.

Até el otro extremo del cinturón a mi cuello.

Caí.

Nancy, todavía no terminé.
Perdón y gracias por el whisky de la otra vez.

En mi mente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora