Hay una historia, ya olvidada entre las sombras y los rincones de un sótano.
Un piano lo contó todo...Harry, un chico bastante solitario, una vez se enamoró de otro chico muy alegre llamado Louis.
A pesar de su corta edad, Harry podía ser considerado un ser independiente ya que era un gran pianista y por lo tanto podía mantenerse por sobre sus anhelos y caprichos.
Ambos se conocieron en una alocada fiesta de carnavales, en la que bebieron, rieron y bailaron hasta que sus pies no soportaron un paso más.
Harry quedó rápidamente prendado por la hermosura de aquel hombre; aquel cabello suave y castaño, aquella tez levemente morena, esas arruguitas que se le hacían cuando sonreía, esos ojos de un azul rey completamente inigualables...Y aquellos labios delgados pero apetitosos que le robaban el sueño. No podría ni siquiera contar las veces que el pequeño fantaseo con esos labios, su textura, su sabor, el joven solo podía comparar los labios de su amado con besar las estrellas, y realmente no estaba tan equivocado.Pero por cuestión de una mala pasada de la vida, Harry tenía tan solo dieciséis años, mientras Louis, veinticinco. Era casi una blasfemia fijarse en un hombre como aquel. Tan inalcanzable, y no tanto por su edad, el gran problema aquí era que nunca se había visto un amor como aquel en ese pueblito tan apartado en donde vivían...¿Dos chicos? bah, eso era solo para enfermos, seres inadaptados y con imperdonables y sucios pecados en sus almas, según casi todos los pueblerinos: era cosa que ni años de plegarias o agua bendita quitarían.
De cualquier modo los sentimientos no son algo que se pueda controlar fácilmente, y eso lo sabes tú, lo se yo y lo sabía él, así que lo hizo casi que sin darse cuenta.
Se enamoró de manera sorprendente, de la única forma en la que las personas deberían hacerlo... Profunda y pasionalmente.Con el paso de los meses, se hicieron muy buenos amigos. El menor a veces se quedaba en su casa, y hablaban durante toda la madrugada. Louis le enseñó el arte de la pintura y el rizado a tocar piano, y aunque las raras sinfonías de Louis no se comparan con el talento innato de Harry no había ninguna otra cosa que él prefiriera escuchar excepto su risa, ni otra cosa que quisiera ver que no fueran aquellos ojos y labios que lo hacían delirar durante sus noches en vela, en las que no hacía más que componer para su amor.
Harry tenía un plan y era capaz de hacer lo que fuera para hacer que funcionara, incluso dejar sus lujos y caprichos de lado (lo cual era un completo sacrificio para este). Lo mimaría y haría todo lo posible para que el chico lo considerara como un amante, aunque fuera incluso por un segundo de forma inconsciente durante uno de sus más locos pensamientos, cuanto no daría solo por eso... Por vivir un romance secreto, peligroso, pero a la vez tan ardiente y lleno de tanta pasión que hasta cualquier dios griego envidiaría, porque los ojos de su amado lo vieran con deseo. Y tal vez, algo más que eso.
Por cuestiones de la vida, tan hermosa y a la vez hiriente, llegó una chica nueva al pueblo, despertando a los curiosos y llamando la atención de los cazadores, por su puesto, Louis incluido entre ellos. ¿Y pues como no lo haría? la chica gozaba con apenas dieciocho años de edad, y para la mala suerte de Harry, era muy guapa y sabía muy bien cómo comportarse con los chicos.
Y seamos realistas por un segundo, si a una chica de pueblo se le acercan una manada de hombres en un lugar desconocido y un inocente chico, que al parecer esta tímidamente interesado en ella, se acerca con una sonrisa educada y una invitación, es más que obvio que no tardaría mucho tiempo en interesarse por él.
Todo cambió desde entonces.
Louis comenzó a dejar de quedarse en la casa de Harry, para quedarse en la de Briana.
Dejó de pasar sus madrugadas con Harry, para pasarlas con Briana.
Dejó de salir con Harry por las tardes, para comenzar a tener citas y encuentros furtivos con Briana.
Dejó de pintar a Harry, para pintar a Briana.
Harry poco a poco fue perdiéndolo. Empezaron a hablar menos, a jugar menos, a reír menos, el chico de dieciséis años tuvo que ver como su preciado "nosotros" se convertía en un receloso "ellos" y solo veía como su amado Louis estaba cada vez más envuelto en la telaraña de aquella desgraciada mujer rubia.
Esto solo llenó de odio y frustración a Harry... Él solo quería llevárselo lejos de ahí...Llevarse a su lou de las garras de aquella bestia rubia y ponerla a salvo entre sus brazos y labios.
Pero no lo hizo. Por que sabia que si lo hacía, él iba a ser infeliz a su lado, que lo iba a despreciar, a llegar a aborrecer. Y antes el se mataba que llegar a hacer que Louis, SU louis, el amor de su vida, sintiera eso por él.
Todo lo que podía hacer era descargarse en el alcohol, y en su querido piano...
Una noche, harto de llorar en su cama y de maldecir a Briana, decidió ir a descargarse en su piano. Realmente no quería beber esta noche.
Se levantó, arrastrando sus pies, y limpiándose las lágrimas de manera brusca, y sin encender las luces, caminó hasta su piano. Su fiel amigo.
Se sentó, lo miró por unos buenos minutos, y posó sus manos en las teclas, y sus dedos comenzaron a acariciarlas, con los sentimientos a flor de piel.
Mientras tocaba, las saladas lágrimas recorrían sus mejillas y su cuello, para luego perderse entre el ropaje.
Imaginaba que él estaba ahí, en el taburete que estaba cerca del piano, moviendo la cabeza de lado a lado siguiendo el ritmo de la música y mirándolo con esos ojos azules que podían llegar a opacar al mar y al cielo juntos, y que él tanto amaba y le quitaban el aliento.
Así que tocó con todo lo que él sentía; Frustración, dolor, odio, admiración, felicidad...Amor.
Las lágrimas caían en las teclas, y él se sentía en el cielo, porque por un momento pudo olvidar a Briana y toda la amargura que con la existencia de esta chica había llegado a sentir.
Y solo se concentro en él, en aquel cabello castaño, aquellos delgados labios que se movían con tanta gracia, en aquel extraño olor a perfumes y rosas que el desprendía...
Imaginó al castaño de vuelta a él, entre sus brazos, recordó esas madrugadas, esas pinturas que ambos realizaban entre risas, esas mañanas en las que sus delgados y torpes dedos tocaban esas mismas teclas. Esas tardes lluviosas en las que salían a caminar sin rumbo, ya que al mayor le encantaba jugar bajo el suave cantar de la lluvia, y no le importaba en lo absoluto llegar mojado a su hogar, tal cual niño de cinco años. Recordó esos momentos cuando él hablaba sin parar, y el rizado se perdía en aquellos labios que tanto deseaba acariciar con los suyos...
Pero la realidad era otra. Él se había ido. Había olvidado su nombre, su cara, y probablemente también su existencia.
Y ya no había nada más que hacer, salvo anhelar su regreso...
Lloró. Lloró como jamás lo había hecho en su vida, creo que esa fue la única vez que Harry styles en toda su existencia como pianista y compositor... falló una nota.
Y entonces dejó de tocar.
Despegó sus dedos de aquel instrumento, mirándolo mientras sollozaba. Dirigió sus verdes ojos hasta sus manos, realmente no pensaba en nada. En su mente solo aparecían los ojos del castaño y sus labios. La voz aguda y cantarina de Louis era todo lo que podía oír en su mente destrozada.
Estaba obsesionado con este chico mucho mayor que el, lo sabia. Y dolía. Dolía mucho. Pero más que obsesionado estaba enamorado, muy profundamente, y no pudo evitarlo. No quería evitarlo.
Nunca pensó que estaría tan desdichado por un chico de ojos tan magníficos.Ese dolor era demasiado para el rizado; El imaginarse a Louis con Briana casándose, teniendo hijos y viviendo una vida plena, amorosa y feliz. Ella muy pronto estaría viviendo todo lo que Harry soñó, lo que se suponía que ÉL viviría con su amado Louis hasta que muriesen de ancianos... Juntos.
Y su mente y su corazón no pudieron aguantarlo más.
Tomó el arma que estaba encima del piano.
Y entonces la accionó.
Una bala perforó entre sus cejas.
Y lo amó hasta ese último momento en el que el sonido del disparo había desaparecido, incluso con el último latido de su corazón.

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Moonlight Sonata. [OS. Larry Stylinson].
Romance❝Amor, uno de los más dulces sentimientos, una de las mejores sensaciones, sin duda la más increíble experiencia... cuando es correspondido. Pero amigo mío, cuando deja de serlo puede ser la más agobiante tortura. La primera vez que entregas tu cora...