Prólogo

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Lucero volvía cansada a su casa después de un largo día en el trabajo. Sus pacientes le daban poco minutos libres los cuáles los ocupaba para analizar todos los
casos que le llegaban al consultorio, pero no se arrepentía de nada, amaba la profesión que había elegido, saber que había ayudado a alguien con problemas para encontrar un poco de luz la reconfortaba siempre cuando se sentía agotada.


Al llegar a su casa advierte que le está esperando un paquete en la puerta, extrañada lo levanta y observa
que tenía por remitente a su mejor amigo Fernando. Se preguntaba que le podría haber mandado, quizás fuera algún regalo, algo para saber que el siempre estaría
presente mas allá de que se encontraban a kilómetros de distancia y no se veían desde hace un año.


Lucero mentiría si dijera que no extrañaba a Fernando, él era su mejor amigo desde los 10 años cuando él fue el único que le habló al ingresar al colegio. Todos sus compañeros la trataban mal por su aspecto pero Fernando nunca lo hizo, el se mostró amigable desde el principio y por eso se convirtió en el mejor amigo que tenía,
desde esa primera vez que se vieron se convirtieron en inseparables, salvo ese año en el que ella se había mudado a otra ciudad por cuestiones laborales, esa fue
la primera vez en diecisiete años de amistad que se habían separado por tanto tiempo y si bien seguían en contacto por medio de las redes sociales, para Lucero
no era lo mismo que tenerlo cerca, ya que cuando se encontraba triste o superada por sus problemas solo le hacía falta el abrazo de su amigo para sentirse mejor,
ahora solo se tenía que conformar con una video llamada que no era lo mismo que tenerlo a su lado.

La verdad es que ella quería muchísimo a Fer, era la
persona más importante en su vida. Cada día que pasaba lo extrañaba más, pero bueno solo era cuestión de acostumbrarse a estar sin su fiel apoyo.

Abrió el paquete esperando algún regalo típico de su amigo, un portarretratos con una foto de ambos, un libro o perfume, pero no se encontró con nada de lo
que se imaginaba, dentro de la caja se encontraban una gran cantidad de cartas, 17 para ser exactos. Pero
lo que más le llamo la atención a Elizabeth fue la pequeña nota que encontró por encima de todas aquellas cartas. La cual decía:

Lu:
Estas cartas te las escribí todos los días durante este
último año, allí encontrarás plasmado todo lo que siento por ti. Esta es mi forma de confesarte todo lo
que me vengo callando desde hace diecisiete años.

Con cariño Fernando.

Elizabeth al principio no comprendió que quería decir con aquella carta, pero pronto cayó en la cuenta sobre el significado que tenía. No podía creerlo, ¿su mejor
amigo enamorado de ella?, no podría ser verdad, ellos no eran más que amigos, ella lo veía como un hermano. No albergaba ningún sentimiento hacia el
salvo el de un gran cariño. Sin leer las cartas Lucero llamó a Fernando para aclararle la cuestión. Al segundo tono su amigo atendió

-¡Hola Lu!- dijo su amigo contento.

-¿Fernando que es esto que me mandaste?
-¿Lo leíste?- preguntó Fernando, Lucero noto un poco de preocupación en su voz

-No hace falta que lo lea Fernando, sabes que es lo que siento por ti, eres mi mejor amigo en el mundo y te
quiero muchísimo, pero ese es el único sentimiento que
tengo- Lucero oyó un suspiro desde el otro lado de la
línea.
-Sabía que iba a obtener esa respuesta, pero no quería
hacer nada hasta que supieras lo que siento por ti.

Sospeché que la nota te iba a hacer entender sobre lo que se trataban las cartas, pero lo mismo quiero que
las conserves así tengas un pequeño recuerdo sobre lo
que siempre sentí.

Fernando se dio cuenta que Lucero no había entendido lo que él quiso decirle, pero prefirió no aclararle nada, ya
iba a entender tarde o temprano y lo iba a perdonar, esa era la única esperanza que tenía.


-¿Estás ahí Fer? ¿Estás enojado?

-Ehh, no, no estoy enojado para nada, de verdad- dijo Fernando  procurando mantener un tono de voz normal.
-¿Seguimos siendo amigos?
-Siempre
-Te quiero muchísimo, espero que lo sepas.
-Y yo te amo, me tengo que ir adiós.

Y colgó el teléfono antes de oír la contestación de Lucero, lo último de la lista ya estaba hecho, le confesó que la amaba y al saber que no era correspondido ya no había nada que trabara sus planes.



Lucero quedó preocupada, temía haber perdido a su único mejor amigo, lo notó raro en el teléfono, pero supuso que ya se le iba a pasar. Decidió irse a dormir
sin abrir ninguno de los sobres que se encontraban dentro de aquella caja.

Planeaba llamarlo al otro día,
cuando estuviera más calmado, pero lo que no sabía era que ya no iba a tener ninguna posibilidad de volver a hablar con él.


A la mañana siguiente la despertó el timbre incesante de su teléfono, a regañadientes se levantó de la cama
para atender.
-¿Diga?
-¿Lucero?- dijo la voz desde el otro lado de la línea
-Si soy yo, ¿Quién habla?
-Soy Carmen, la mamá de Fernando- Lucero reconoció la voz de la madre de su mejor amigo, pero noto que se
encontraba quebrada, como si estuviera aguantando las
lágrimas
-Hola Carmen, ¿Como está?, ¿ocurre algo?
-Veras lo que pasa es que Fernando…

A Lucero se le cayó el teléfono de las manos, no
podía creer lo que estaba escuchando, no podía ser
verdad. Todo era un sueño, nada más que un sueño del que pronto despertaría. Fernando no podía estar muerto, era imposible .Lagrimas caían por sus mejillas, su mejor amigo ya no estaba, nunca más volvería a escuchar su dulce voz, no
volvería a sentir esos abrazos tan reconfortantes, ni sus
bromas por teléfono, ni su risa tan contagiosa.

Lucero se negaba a aceptar la verdad, su amigo nunca la abandonaría, nunca lo haría. “¿Qué voy a hacer sin él?” se repetía la pregunta en su cabeza, no se podía imaginar un mundo sin su querido . Fernando, ese chico que siempre había estado allí para ella, que siempre la había aceptado tal cual era más allá de
sus problemas. ¿Cómo iba a seguir adelante sin el apoyo de Fernando? El era la persona más importante que
tenía desde que sus padres murieron, el era su ángel guardián como ella siempre le decía y ahora se había convertido en uno real.

Lucero tomó el primer avión que la llevo hacia donde se iba a ofrecer el entierro, no podía creer que la
primera vez que iría a su hogar luego de un año de ausencia fuera para enterrar a su mejor amigo. Le resultaba imposible de creer. Se quedó en el
cementerio hasta que todos se fueron, necesitaba un tiempo a solas para despedirse de aquel amigo que
siempre estuvo para ella.

Se arrodillo en su tumba y sin poder contenerse comenzó a llorar como hace mucho que no lo hacía, las lágrimas caían incesantes sobre sus mejillas

-No puedo creer lo que hiciste Fernando, la verdad es que
no te entiendo. ¿Por qué tomaste esa decisión sin
pensar en nosotros? ¿Acaso no pensaste en mi?, Fer  no sabes cuánto te necesito, no sabes lo mucho que me haces falta, siempre fuiste mi mejor amigo y saber que
ya no te veré más me mata- Lucero volvió a sollozar antes de continuar- Te voy a extrañar mi angelito de la
guarda, siempre vas a estar en mi mente y en mi corazón, te quiero muchísimo y espero que por fin hayas encontrado la paz que necesitabas, esa paz que yo no supe darte como amiga que era. Te voy a
extrañar  Fer , adiós para siempre.


Y llorando se fue del lugar donde su mejor amigo descansaría eternamente.


Ya en el hotel se desplomo sobre su cama, no había parado de llorar desde el entierro, parecía que sus lágrimas eran inagotables, ya no le quedaba nada, no tenía a sus padres y ahora había perdido al único amigo que tenía, al mejor amigo que podría haber tenido. Solo le quedaban sus fotos, sus recuerdos y aquellas 17 cartas que le había mandado y que ella se había negado a leer.Se levanto de la cama y sacó de su maleta aquella caja que contenía los sentimientos más profundos de su
amigo, abrió la primera carta y al leerla no pudo contener las lágrimas que le brotaban de sus ojos.

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⏰ Última actualización: Jul 14 ⏰

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