capitulo uno.

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Tres semanas, tres días, diecinueve horas, tres minutos y trece segundos, fue lo que esperé para que llegara a respuesta, creí que tardaría más, como trece semanas, seis días, catorce horas y trece segundos, por lo que se me hizo extraño que llegara hoy. Llegó el correo y no creí que fuera esa la carta, y menos lo que decía. La verdad es que casi nada me sorprende, pero esto me agarro desprevenida, y eso pasa pocos días.

La carta era así:

"Para Luna Arias:

1/julio/12

"Las coincidencias no existen" una muy buena frase para empezar un libro, ¿no crees?

¡Hola! Soy Micah y, bueno, leí tu... "libro" por así llamarlo, me encantó. Lo amé, es genial, quiero seguir leyéndolo. Me acabo de dar cuenta de que lo enviabas a una editorial, y, bueno, perdón por leerlo, tengo la mala costumbre de abrir la correspondencia sin leer el remitente. Bueno, sólo quería decirte que me encantó lo poco que enviaste y que si no fuera molestia, me encantaría seguir leyéndote, te busqué en Google, lo sé algo acosador, pero creí que eras una escritora española que quería que la publicaran aquí, en Bolonia, bueno, el caso es que te busqué y lo único que encontré fue tu blog. Una chica huérfana que sueña con ser escritora con un trauma gracias a su madre difunta, tu historia es tan... triste, mis más sinceros pésames. Los poemas que escribes son fabulosos, me encantan. Bueno quisiera conocerte más, no sé, es que lo que escribiste fue tan... Fuerte, en sentido bueno, que no sabes lo que tus dos capítulos hicieron en mí, me enamoré de esas páginas, cada una contenía un sentimiento tan profundo que encontré el ellas un sentimiento que tanto tiempo creí no tener.

Me encantó. Y te lo entrego porque quiero que lo publiques, y os aseguro que no descansaré en paz hasta que haya leído el libro completo y te haya conocido.

Atte.

Micah Astori"

Nadie sabía que había hecho esto, Tara, mi tía, una mujer de 35 años que trabaja en un acuario como veterinaria, es quien cuida de mí y con quien vivo, tampoco sabía, ni mi mejor amigo Ian lo sabía, nadie lo sabía, no había forma de que fuera una broma. Tenía que hablar con alguien, y ese alguien era Ian.

Como Ian trabaja en las vacaciones, pocas veces nos vemos en un lugar que no sea el trabajo o cuando nos ponemos de acuerdo para salir o cuando viene a mi casa a comer, así que nos mandamos mensajes.

"Ian, tengo que hablar contigo" Le escribí.

"¿k isiste ezta vez?"

"algo extraño y estúpido. Por favor, deja de escribir así"

"huy, perdón RAE, sólo era broma, te veo en Archie's?"

"vale"

"muy bien, te veo en la entrada."

Nuestra cafetería favorita, Archie's, estaba la esquina de Arrasate y de Easo, era un lugar muy acogedor, con sillones y los viernes y domingos música en vivo. Normalmente, después de la escuela, veníamos aquí a platicar, y a veces llegábamos muy tarde a nuestras casas por estar aquí. Una vez, en el cumpleaños de Uria, la novia de Ian, nos quedamos hasta que cerraron. Tara me castigó por una semana y quedé libre al segundo día de castigo.

Dieciocho minutos, cuatro segundos esperé a Ian en la entrada de Archie's

—perdón por llegar tarde, había mucho tráfico. —dijo, justo cuando salió de su auto que aparcó en frente de la cafetería.

—dieciocho minutos, bueno, tardaste menos que la última vez. —dije mientras miraba el reloj que tenía colgado del cuello en una cadena. Siempre lo llevaba a todos lados, era un reloj de cuerda, era de mi abuelo, que se lo dio a mi padre, y mi padre me lo dio a mi cuando tenía trece.

— ¿no me perdonarás? —preguntó.

—Claro que sí, —respondí seria. —pero no lo vuelvas a hacer, prefiero que llegues caminando a tiempo que tarde y en tu carro. —cuando se trataba de juntarnos, siempre debía de ser puntual.

—vale. —respondió.

—vale.

Cuando entramos, pedimos un late de vainilla cada uno y nos sentamos en una mesa que está al final de la tienda.

—y dime, señorita astro — dijo Ian, cruzando los brazos sobre la mesa. Desde que supo que la luna era un astro (lo que fue en segundo grado) me ha dicho así. —¿Qué fue tan estúpido como para llamarme por mis buenos consejos y gran sabiduría?

Le mostré el sobre que contenía la carta de Micah Astori.

—y eso... ¿es tu primer cheque? —preguntó, con cara de confusión.

—Estúpido, —respondí. —no es un cheque, es una carta.

—¿una carta? ¿Para qué? —preguntó. —¿Se la vas a dar a tu amor platónico?—dijo, con una cara burlona.

—¡oh si, a mi amor platónico! —exclamé. —Le escribí cuanto lo amo y se la daré en sus hermosas manos.

—vaya, ya decía yo que nunca te atreverías a decirme en mi cara que me amas...

—Ian —Lo interrumpí —era broma. Dejaos de decir estupideces. Sabéis que te amo, mejor amigo.

Le mostré la carta, y le conté sobre la bitácora que tenía desde hace tres años debajo de mi cama, de la crítica horrible que había hecho mi madre y sobre lo que decidí hacer.

—bueno, pues... —dijo, pensando en que decir— que lindo de su parte reenviarte tu "libro, por así llamarlo" — dijo, repitiendo lo que decía la carta y representando las comillas con sus dedos.

—lo sé —dije. —¿cómo se le ocurre abrir una carta sin revisar el destinatario? ¿qué tal que si es de su vecino... o yo que sé? —le tomé un poco a mi late, que seguía caliente. —pero aun así, quiero hacer algo

— ¿qué?

— quiero contestarle.

No respondió. Simplemente se me quedó viendo como si no creyera lo que le decía.

— ¿y que le escribirás? Es más, ¿cómo sabes que es auténtica la carta? Podría ser una broma, ¿sabes?

—ya te lo he dicho, vos ser la única persona viva que sabe sobre esto. Además —agregué. —no creo en las coincidencias.

ciento cinco cartas y un libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora