Capítulo 5

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Maratón 3/3:

La mañana del viernes. Primer período. Los seniors estaban reunidos en el auditorio. En el escenario todavía estaba ese asqueroso arco blanco que había quedado de la producción Much A do About Nothing del año pasado que estaba cubierto con flores falsas de color rosas e iluminada con una luz central.

Los dedos de la Directora Miller revolotearon por su pelo y cuello mientras caminaba hacia el podio junto al arco. ―Está bien, seniors. Acomódense, ahora. Pasemos a través de esta ceremonia así pueden ir a clase. Me gustaría que las jóvenes mujeres se alineen al lado derecho del auditorio de acuerdo al orden alfabético de sus apellidos. Los jóvenes hombres, alinéense en el lado izquierdo del auditorio contrarios a su pareja.

Esto llevó varios minutos, ya que muchas de los chicas seniors aún no dominaban las complejidades del alfabeto. Además, ninguno de nosotros estaba muy apurado por llegar a la parte real de la boda. La Directora Miller trató de ayudarnos lo mejor que pudo.

―No, Mayra, Cigliutti viene antes que Cofano. Estafania, ¿es Berardi o Benardi? Bueno, eso significa que estás después de Juliana. Ahí vas. No, Lara, no se tienen que besar. De hecho, no deberías. ¡Sin besos! ¿Me escucharon, todo el mundo? ¡Sin besarse! ¡Sergio Celli, vuelve aquí! Bueno, mala suerte, tiene que mantenerse.

Hay un dicho acerca de los gatos pastores. Como de cuan imposible es. Pero eso habría sido un pedazo de pastel en comparación con esto. Finalmente, nos pusimos en nuestros lugares, y lo mismo hicieron los chicos. Miré toda la extensión de asientos verdes de vinilo a la línea de ellos pegados a la pared. Se veían como animales de caza que habían sido enviados a una cacería controlada. Algunos ajenos a su destino. Algunos corcoveando y pateando contra el recinto. Algunos resignados a su inminente desaparición. Sin embargo, todos atrapados.

Escanee la línea. Gonzalo Gravano estaba en frente, apoyado contra la pared con los brazos cruzados sobre su estómago. Él estaba completamente inmóvil a excepción de su zapatilla negra derecha, que se mantenía tocando y tocando furiosamente el piso.

Paio estaba en la mitad de la línea. Su camisa mandarina hacía que su piel se viera como bronce. Conversó con el chico a su lado y se echó a reír casualmente, mostrando sus perfectos dientes blancos. Me recordó cómo había tratado hacerme reír de camino a la oficina de la enfermera en tercer grado para que yo no pensara en el dolor de mi tobillo. Su sonrisa seguía siendo la misma. De repente, Paio se dio vuelta y miró a través del auditorio hacia las chicas.

Podía ver sus ojos transitando por la línea. En un segundo estaría mirándome. ¿Debo dejar que vea que lo observaba? ¿Lo sorprendería? ¿O debo mirar hacia otro lado y parece tímida y deliciosa? ¿Debería saludarlo? ¿Tratar de mantener su mirada? ¿Trataría de enviarle un mensaje psíquico?

Cedí. Me dejé caer y fingí atar mis zapatillas. No sabía qué hacer. Qué cobarde. Y como recompensa por mi cobardía, cuando me paré, mi mirada se posó en alguien mucho menos agradable. Matt. (Estaba probando nuevos apodos para él. Hasta ahora había rechazado Matt El Terrón, CabezaDura Ferrario). Él se dirigió a su amigo y le susurró algo. Al menos, parecía que él susurraba. Se inclinó y me miró. Y entonces lo miré con miedo mientras él me miraba y me señalaba, y luego se echó a reír. Su amigo también se rió, y sentí toda mi sangre drenarse a mis pies. Matt estaba tramando algo.

Me vio observándolo, negó con la cabeza, y sonrió con esa sonrisa siniestra suya. Traté de no parecer asustada, ¿pero qué podía hacer? No podía decirle nada; estaba del otro lado a través del auditorio. Hice lo único en lo que podía pensar. Le enseñé el dedo.

Bueno, eso sólo complació a Matt sin extremo. Lo incité. Había logrado el equivalente social de meter a un oso en un palo afilado.

―¿Están todos listos? ―dijo la Directora Miller, ajustándose sus lentes―. ¿Todo el mundo? Bueno, vamos a comenzar. Cuando diga su nombre, por favor vengan al escenario, conozcan a su pareja detrás del arco, tómense de las manos, y pasen por el arco y por las bandas en frente del escenario. Después pueden continuar por el pasillo central y salir a sus clases. ¿Todo el mundo entiende? ¿Sí? Bien. ―Le hizo gestos a alguien en la parte posterior del auditorio―. Por favor, traigan a los chicos de clases inferiores. Ah... y a las mujeres.

Educación para el matrimonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora