Capítulo once

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Lancé un grito que desgarró mi propia garganta. Nunca había visto tanta sangre; nunca la había sentido sobre mi propia piel y mucho menos había visto a alguien con alguna clase de agujero atravesando su cabeza.

Me incorporé de inmediato quitando a ese cuerpo sin de vida de sobre mi, tratando de cubrir las partes desnudas de mi cuerpo al mismo tiempo en el que limpiaba la sangre maldita sobre éste.

Me atraganté al escuchar pasos desde el lado oscuro de la habitación y con ese nudo en la garganta pude generar palabras para pedirle a quien sea que estuviera ahí que no me matara.

La figura alta y delgada salió a la luz para mostrarse ante mi.

Caminó hacia mi quitándose lo que me pareció era su chaqueta. Creí que era alguien más que quería abusar de mi y retrocedí a medida en que se acercaba.

Pero me detuve, me detuve al ver su rostro; al reconocer su corte de cabello y sus ojos...

Sus ojos negros y oscuros como el alma del mismo demonio. Y palidecí.

Alguien al que olvidé volvía a mi y con la prenda de su traje cubrió mi torso mientras que yo sólo estaba ahí, atónita.

«Ojos oscuros...»

«No la dejaré de nuevo, señorita» dijo. Y no lo hizo.

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