-Ustedes los adolescentes siempre son tan rebeldes, Anaís, no irás a esa fiesta.
-Yo no pedí ir a ninguna fiesta...
-No me reproches jovencita, no irás y punto.
-¡Esto es absurdo! ¡No he pedido permiso para salir a ningún lado!
El incesante ruido de aquella tonta pelea irrumpió en el apacible cuarto-santuario de la amistad y buenos valores.
-¡Por todos los cielos Gumball! ¡Esos son mis calzoncillos!- Darwin señaló enojado la prenda que su hermano llevaba, aquellos boxers naranjas.
-Justo cuando creí que apretaban porque me había crecido...
A Darwin le salió un tic en el ojo ¿acaso presumía que lo tenía más grande que él? Bueno, Gumball era mayor y por lo tanto tenía más desarrollo.
-Sólo vistete con TU ropa y apresurate, tendremos otro retardo por tu culpa.
-Memememe Gumball apresurate~ - le repitió imitando su voz un tanto más aguda de la que en realidad tenía.
Pero Darwin no se quejó, lo dejó ser y termino de arreglar su mochila casi al mismo tiempo que su extraño hermano, tomaron sus suéteres y salieron de la habitación.
-¡NO IRÁS Y YA!
-¡NO TE HE PEDIDO IR A NINGUNA PARTE! ¡ESTO ES RIDÍCULO!
Richard, su padre, recientemente había empezado con la locura de su pequeña hija comenzaba con la adolescencia y todo lo atribuía a eso; las rebeldías, contestaciones y travesuras que Anaís no hacía, principalmente porque la pequeña niña sólo tenía diez años.
-Richard dejala tranquila, está en secundaria pero sólo tiene diez. Ah~ mi pequeña niña toda una genio~ - Nicole, la madre, salió de la cocina con el desayuno; un simple huevo revuelto debía servir. -Chicos ¿pueden llevar a Anaís a su nueva clase?
-Sería mucho más sencillo si fuera yo sola.
-Te llevaremos Anaís, está bien.
-P-pero...hoy es día de súper almuerzo.- Gumball lloriqueo dirigiéndose a Darwin, el súper almuerzo era el día en que, antes de ir a clases, compraban mucha comida chatarra para crear su súper almuerzo.
-Tranquilo, será para mañana.
Y ahí estaba esa amable sonrisa tierna que le movía el tapete, los intestinos y el mundo al mayor de los Waterson, no sabía cómo ni porque pero recientemente su corazón palpitaba con furia cada que lo veía sonreír...bueno, di que sabía, pero no lo iba a reconocer, sería muy vergonzoso. Primero besaría a la señorita Simian antes de decírselo a Darwin.
-Como sea, vayan ahora que es tarde, yo iré a trabajar y Richard...tú sigue igual que siempre.- con algo de ternura le acarició la cabeza a su esposo mostrando ese lindo cuadro mañanero del que sus hijos huían algo asqueados, les resultaba incómodo verlos así.
El camino puso nostálgico a Gumball, las calles del vecindario estaban impregnadas de ese olor a buenos recuerdos, un aroma inexistente pero así lo identificaba él. El frío aire del otoño movía su cabellera azul, decidió abrochar uno de su suéteres favoritos, aquél que usaba desde niño: la chamarra azul con orejas de gato en la capucha; lo usaba desde que tenía memoria, y aunque la original le quedaba bastante pequeña había hecho todo un alboroto para encontrar una más grande. Jamás dejaría de usarla, incluso después de casado y en un asilo de ancianos.
No pudo evitar imaginarse con Darwin y eso lo hizo desplomarse contra el piso.
-¿Por qué diablos hay tantas piedras en la calle? Demonios...
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Una palabra: ADOLESCENCIA.
FanfictionCómo destruir una amistad de toda la vida en dos simples pasos: 1. Descubre que sientes algo por tu hermano. 2. Di le que te la pone dura. Y si agregas confesartele frente a todas las personas de la escuela totalmente desnudos no estaría mal.