Las palabras que nacían en el alma de las personas son las que se pueden escribir en papel.
El sentimentalismo nunca había sido mi fuerte y la "expresividad" era una palabra que no integraba precisamente mi diccionario.
Pero el destino es todo aquello que nos toma por sorpresa. Incluso a aquellos que ya no esperan por nadie ni nada; Y sobre todo para los que esperamos y planificamos absolutamente todo.
Los corazones rotos son los que relucen con las estrellas a la media noche y los que mueren con la luz del día, como el mío y el suyo.
No existía un "nosotros". No había un "juntos".
No fuimos novios, ni amigos, ni amantes; ni dueños uno del otro.
Éramos almas queriendo encajar.
Fuimos fuego en la noche; fuimos risas y viajes imaginarios a donde fuera que nos condujeran nuestras ganas de desaparecer.
Mentiras y verdades que nunca se dijeron.
Verdades y mentiras que jamás se dirán.
Cada uno fue lo que no tenía el otro, y el antagonismo nos separaba incluso de nosotros mismos. Inventamos historias para perdurar en el tiempo, aún cuando sabíamos que no funcionaría.
Te esperaba porque eras lo que faltaba para sentirme bien, la fantasía que no traería a la vida real, una hipótesis de lo que me hubiera gustado ser y, quién sabe por qué me esperabas a mí
Eras un bohemio desequilibrado que había dejado de creer en la vida y que no sentía nada por las mujeres. Un adicto al tabaco, fiel al alcohol y a las noches de lujuria con damas sin nombre.
Un hombre con alma de niño.
Un niño con cuerpo de hombre.
Y no aprendía a describir tus sentimientos. Todavía tenía mil preguntas que seguramente no querrías responder porque tu informalidad no lo permitiría, aunque intentaras hacerme creer que habías perdido la vergüenza y la decencia en algún cuarto de baño con una mujer cautivadora.
Mi parte favorita de todas las historias que narraste a regañadientes era tu inocencia al no saber que podría haber tenido un final peor.
Ni siquiera encontraba las palabras justas como para hacerte saber como me hacías sentir.
No te quería porque mi peor error sería aferrarme al sentimiento posesivo de "querer" a un alma libre. Tampoco se trataba de amor.
Te admiraba profundamente y con el alma.
Te admiraba por demostrar que yo valía un poco más de lo que imaginaba, y que había otra vida aparte del mundo en el que me había encerrado.