Capítulo diecisiete.

151 16 0
                                    


A unos kilómetros de las construcciones más cercanas, alguien divisó algo.

-¿Qué es eso?—Inquirí.

Newt contuvo el aliento.

-Querrás decir quién es.

Cuando estuvimos lo bastante cerca para comprobarlo, supe que Newt tenía razón.

Se trataba de un anciano. Su piel arrugada, oscura. En su cabeza había costras en lugar de pelo. El Sol había causado estragos en él. Pero lo más increíble era que estaba vivo.

-¡Hey viejo!—Le grito Minho. – ¿Qué está haciendo aquí afuera?

El hombre no reaccionaba. Respiraba, sí, pero sus ojos vidriosos estaban vacíos y no pestañaba.

-Señor. –Esta vez fue Thomas quien hablo, con mucho más tacto que El Gran Líder. –¿Señor? ¿Me escucha? ¿Puede hablar?

El hombre apenas pestaño. Newt se acuclillo al lado de Thomas.

-Este tipo es una maldita mina de oro si logramos sacarle un poco de información. Parece inofensivo, seguramente sabe con qué nos vamos a topar al llegar allá.

-Puede ser. –Dijo Thomas. –Pero creo que ni si quiera puede oírnos, menos todavía podríamos mantener una larga conversación.

-Sigan intentando. –Intercedió Minho. –Thomas, tu eres nuestro embajador oficial. Haz que este tipo hable y nos cuente cuanto sabe.

Thomas asintió.

-¿Señor? ¡Tiene que ayudarnos!—Exclamó. – ¡Necesitamos que nos diga que la ciudad es segura! Podemos llevarlo allá si no puede valerse por sí mismo. ¿Señor? ¡Señor!

Los ojos del hombre se llenaron poco a poco de una repentina conciencia. Sus labios se abrieron débilmente, dejando escapar una lastimera tos.

-Me llamo Thomas y estos son mis amigos. Hace un par de días que estamos andando por el desierto y necesitamos más agua y comida. ¿Piensa qué...?

Thomas se interrumpió violentamente. Me puse de puntillas para ver qué es lo que sucedía. El viento que bramaba me agitaba el cabello y regularmente tenía que escupir los mechones que se colaban a mi boca.

-Tranquilo, no le haremos daño. –Añadió Thomas con rapidez. –Nosotros somos los buenos. Le estaríamos muy agradecidos sí...

Thomas volvió a interrumpirse, pero esta vez me di cuenta inmediatamente el porqué. El anciano, con una fuerza y rapidez que no cuadraban con su aspecto lastimero y débil, aferraba el brazo de Thomas con su mano apergaminada.

-¡Hey! ¡Suélteme!

Me adelanté para ayudarle, pero Newt me detuvo, pasándome un brazo por la cintura y jalándome hacía atrás.

-¿Qué haces?

El viento bramaba cada vez con más fiereza. A nuestros alrededor, varias sábanas se habían desprendidos de sus dueños e iban ya demasiado lejos para alcanzarlas. Forcejé un poco con Newt, que no me soltaba y me gritaba algo que no llegaba a oír. Trate de no perder de vista al anciano y a Thomas, que ahora dejaba de luchar por librarse del anciano y mantenía su oreja a milímetros de la boca de este. Supuse que le estaría diciendo algo, pero a la distancia a la que me encontraba y por el rugido ensordecedor del viento, me era imposible escuchar.

Por fin, Thomas se soltó, alejándose rápidamente del anciano, quien ahora permanecía en posición fetal en el piso.

El viento había alcanzado un punto culmine. La comida se había dispersado, ya no quedaba ni una sábana a nuestro alcance. Sentía que en cualquier momento saldría despedida hacía el cielo, siendo arrastrada por el viento.

La Recluta A-0. PRUEBA DE FUEGO. [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora