Capítulo 3: Mi rutina diaria

87 23 5
                                    

BEEP, BEEP, BEEP, BEEP...

—Apágate alarma de mierda —hablé con la voz ronca. Me giré al lado donde no estaba la pared para levantarme de la cama. Di un pequeño salto al ver a Marth, que seguía en la silla, con los ojos cerrados. «Pobrecillo, aunque dijo que no le hacía falta estar cómodo...», pensaba. Abrió los ojos despacio, después me miró—. B-buenos días.

—Buenos días —con pereza me levanté y me vestí obligando a Marth a que no mirara—. ¿De verdad has podido dormir bien en una silla?

—Sí.

—Igualmente, hoy si quieres duerme en el sofá.

—No importa.

«Rayos, no he dormido una mierda». Preparé la mochila, cosa que debía haber hecho la noche anterior y bajé a desayunar procurando no hacer ruido para no molestar a tío Karl. «Mm... ¡Cómo me encantan estos cereales!». Me los eché en un bol y miré a Marth. «A lo mejor quiere comer él también».

—Aunque no necesites comer... ¿Quieres? —le ofrecí.

—Vale. Muchas gracias.

—Ah, ¿podéis decidir si comer o no comer?

—Más o menos... Es que en realidad si probamos la comida humana, es como un lujo para nosotros.

—Pues ya que eres mi ángel, me cuidas y me has salvado la vida, puedes comer todo lo que quieras.

—Muchísimas gracias —sonrió.

Después de desayunar tenía que ir al instituto. Durante el camino no hablamos para casi nada.

—Siento ir tan callada, siempre estoy sola, así que no hablo mucho.

—No pasa nada, yo también estoy acostumbrado a eso —me miró con sus ojos radiantes.

Al llegar allí, como siempre pasaron las clases sin que hablara con nadie y yo deseando que llegara la hora del recreo para comer el bocadillo en mi rincón de siempre. «Seguiré leyendo esa historia de Five nights at Freddy's de una tal fan llamada Sara. Está muy interesante».

—¿Por qué no intentas relacionarte con alguien de tu clase? —preguntó Marth, sentándose a mi lado.

—No es tan fácil como parece... Soy muy tímida.

—No creo que ese sea el problema. ¿Es por lo de... esa chica?

«¿Sabe lo de...?», pensé directamente en mi infancia tras el tono que había puesto con esa pregunta.

—¿Quieres un poco de mi bocadillo? —intenté desviar el tema.

—No, tranquila.

Pues claro que quería amigos, pero en el fondo me daba miedo, después de lo que pasó... Pero es así, es triste. Mi rutina diaria.

—¿Siempre has estado pendiente de mí o solo desde que sabes que creo en ti?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Es por lo que has dicho sobre... esa chica. ¿Hablamos de la misma, cierto?

—Solo sé que..., bueno, ella...

—Te contaré lo que ocurrió —decidí.

—No quería traer malos recuerdos...

—No lo has hecho, además, ya lo he superado...

—Si tú lo dices.

—Hace tiempo, tuve una amiga, hasta que aquel día...

Ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora