20 años después

2.4K 257 170
                                    

George Weasley entró en su casa, después de un largo y agotador día en Sortilegios Weasley; su querida tienda de bromas en el 93 del Callejón Diagon. Su mujer, Angelina Weasley, le recibió dándole un beso en los labios, y justo después, la pequeña Roxanne corrió a hacia él, con un sobre en las manos.

-¡Papá, papá, papá!- gritaba ella, emocionada- ¡Mira! ¡Mira lo que ha traído April!

April era la lechuza de la familia. El pelirrojo se fijó en lo que traía consigo su hija, y su cara esbozó una sonrisa de oreja a oreja. La cargó en brazos y la abrazó con fuerza.

-¡Mi pequeña Roxie va a entrar en Hogwarts! ¡Qué orgulloso que estoy de ti!

Roxanne sonrió.

-¡Y lo mejor de todo es que voy a estar en el mismo curso que Lily y Hugo!- le explicó la niña- ¡Estoy convencida de que los tres entraremos en Gryffindor!

-Más le vale a ese sombrero. Si te escogen para ir a Slytherin, te desheredo.

-¡George!- gritó alarmada Angelina.

-Tranquila mamá, ya conoces a papá: ¡siempre gastando bromas!

Angelina hizo un largo suspiro.

-Bueno peque, entonces iremos con tu hermano mañana por la mañana a comprar todo lo que necesites al Callejón Diagon. ¿Qué te parece?

-¡Genial!- respondió ella- ¿Pueden venir con nosotros los tíos?

-Claro, Roxie. ¿Por qué no vas a llamarlos?

George dejó a su hija de vuelta en el suelo, y corrió hacia su habitación.

Angelina se acercó a su marido y le agarró de la mano. Cuando la pequeña hubo desaparecido de sus vistas, la expresión del pelirrojo cambió al momento.

-Sé que no quieres que vaya, George- murmuró su mujer, cogiéndole de las manos- Pero no puedes evitarlo. No pudiste con Freddie; ni tampoco podrás con ella.

George bajó la mirada.

-Esa escuela debió haber cerrado ese mismo día- cerró los ojos con fuerza- ¿¡Acaso no saben lo peligroso que es?!

-Ahora es un lugar seguro, George- le afirmaba ella.

-¿¡Y por qué no pudo serlo antes, Angie?!- gritó el hombre, histérico.

-George... No...- sollozó Angelina- Por favor, no empieces de nuevo...

Apartó con un gesto brusco las manos de su mujer, y subió las escaleras sin decir una palabra más. Se encerró en su habitación; se sentó en la cama, y se llevó las manos a la cabeza.

¿Por qué él? ¿Por qué, de entre todas las personas del mundo, tuvo que ser él? ¿Por qué tuvo que morir Fred aquél día? No era justo; eso era lo que siempre se repetía George continuamente.

Pequeñas lágrimas resbalaron por una de sus mejillas. No podía quitarse a su gemelo de la cabeza; quería creer que seguía a su lado. Ni siquiera se atrevía a mirarse en un espejo: cada vez que veía su reflejo, creía que era Fred. No era hasta que se fijaba en su oreja que entraba en razón.

Fred ya no estaba. Fred se había ido para siempre.

-¿Papá?

Un muchacho pelirrojo asomó la cabeza por la puerta. Se le veía preocupado.

-Fred- murmuró él, tratando de que su hijo no notara que había estado llorando- ¿Ocurre algo?

-He oído gritos. ¿Mamá y tú habéis vuelto a discutir?- se le notaba un tono de voz apagado- ¿Por qué ha sido esta vez?

George bajó la cabeza.

-Nada que no podamos solucionar, Freddie.

El niño hizo una media sonrisa. George tragó saliva. Su hijo era clavado a él y a su hermano cuando eran pequeños. Y no sólo en su aspecto. El pequeño pelirrojo adoraba gastar bromas; y era muy hábil volando en su escoba. Incluso él y su primo James eran los nuevos Golpeadores de Gryffindor. Se le daba muy bien la clase de Transformaciones, y según lo que le habían contado, Fred consiguió hacer un hechizo no verbal en su primer año. George tenía bien claro de quién había heredado eso: Fred. Su hermano Fred.

-¿Crees que Roxanne estará en la misma casa que yo?- preguntó el chico, tratando de desviar el tema de la conversación.

-Estoy convencido. Hasta ahora, no he conocido a nadie que no haya ido a la misma casa que su hermano o hermana.

-Qué bien...- dijo en voz baja.

-No pareces muy contento por ello- observó su padre.

-¡No! ¡Nada de eso! ¡Claro que estoy feliz!- se apresuró a decir.

George hizo un suspiro.

-¿Qué te ocurre, Fred?

El pequeño entró tímidamente a la habitación, y se sentó al lado de su padre.

-¿Pu-puedo preguntarte algo, papá?

George se quedó algo extrañado.

-No tienes que pedirme permiso para eso, Freddie. Pregúntame lo que quieras.

El pequeño tenía miedo de preguntárselo. Cogió aire y se decidió.

-¿Por qué me llamasteis Fred, papá?

A George se le cortó la respiración al oír eso.

-Ya lo sabes, hijo. En honor a tu tío- respondió él rápidamente, tratando de acabar cuanto antes con aquella conversación.

-N-no... No me refiero a eso, papá. ¿Por qué me llamaste como a tu hermano?- A Fred le saltaron unas lágrimas inoportunas.

-¡Freddie!- abrazó con fuerza a su hijo.

-¿¡Por qué lo hiciste, papá?! ¡Te he oído discutir con mamá un montón de veces; y en la mayoría de ellas yo tengo algo que ver!

-Fred, eso no es cierto...

-¡Sí! ¡Sí que lo es! ¡No paras de repetir que yo te recuerdo a él, y que no te atreves a hablar conmigo porque te acabas creyendo que soy él! ¡Y llamarme como él no es que vaya ayudarte a olvidarlo, que digamos!- el pequeño lo abrazó con fuerza- Papá... Lo s-siento...

George sonrió. De nuevo, lágrimas volvieron a resbalarle por las mejillas; pero, esta vez, eran por un motivo distinto.

-No pretendo olvidar a mi hermano nunca, Freddie. Además de mi gemelo; él era mi mejor amigo. Y tú me ayudas a que no me olvide de él. Por mucho que me duela recordar que no volverá con nosotros...- hizo una pequeña pausa- Siempre me anima pensar en los grandes momentos que pasamos juntos. Si alguna vez llegara a olvidarle, jamás me lo perdonaría.

-Papá...- su hijo no tenía palabras.

-Sí; es cierto: tú te pareces a él. Y eso hace que te quiera aún más de lo que ya te quiero, Freddie- esbozó una sonrisa mayor que la de antes- Aunque, claro, yo siempre fui más guapo que él...

Fred empezó a reírse, y al cabo de un rato, dejó de abrazar a su padre.

-¿Por qué no bajamos?- sugirió George- Seguro que mamá está preparando la cena.

Su hijo asintió con la cabeza, y se dirigió a toda prisa hacia el pasillo.

-¿Vienes, papá?- preguntó el pequeño pelirrojo.

-En un minuto- respondió él. Y el chico bajó las escaleras deslizándose por la barandilla.

Se levantó de la cama de un salto. Pensó en Fred. En su hermano y en su hijo; en ambos. Y sonrió para sus adentros.

<<Te quiero, Fred.>>



Te quiero, FredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora