Capítulo Veintitrés.

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Capítulo

Arturo.

El camino era inestable, los agujeros en la terraceria eran imposibles de esquivar y movían o a automóviles de forma peligrosa, amenazando con lanzarnos fuera del camino con algún neumático pinchado con alguna voladura qué pudiera poner en riesgo nuestras vidas, sin dejar de lado a los animales que corrían despavoridos al ver el comboy completo, incluso creo que habíamos estampado a algunos de ellos en la defensa de la troka.

Claro que no todos iban dentro de las camionetas, algunos iban en la caja de los pickups


El viento helado les caía sobre el rostro a los pocos que se habían quitado el pasamontañas para refrescar su rostro un poco, pero tuvieron que colocarlo de nuevo por que les dificultaba respirar.

-Vamos a tardar unos treinta minutos más en llegar.- señaló Ignacio, Arturo había caído dormido hace poco, su cabeza se golpeaba repetidamente contra el cristal de la ventana, pero eso no lo despertaba ya que se encontraba muy cansado.

Entraron a una área distinta, con los caminos un poco más acomodados, una diminuta ciudad con menos de cincuenta habitantes adultos y más de veinte menores de edad, siguieron su camino y comenzaron a buscar la casa, pero, al ser de noche, debían descansar, así que decidieron hospedarse en un par de pequeños hostales y hoteles de tercera categoría en donde solo contaban con un petate o diminutas comodidades, y ahí durmieron todos.

...

-Vaya, vaya.- se escuchó el eco de la voz recorrer la habitación, Francisco levantó un poco la vista, se sentía mareado y cansado, había pasado muy poco tiempo en ese lugar, pero el calor que había ahí abajo era asfixiante.- Creo que es momento de jugar con el pequeño.

El niño había comenzado a sollozar al escuchar eso, Francisco levantó la cabeza aún más con alertas sonando en ella.

Su rostro estaba rojo e hinchado, sus labios estaban rotos, su camisa estaba desgarrada por los golpes ocasionados por látigos hechos con ramas delgadas de árboles.

En su torso se encontraban cortes hechos con pequeñas navajas y cerca de su ojo izquierdo, habían comenzado a encajar pequeñas agujas, querían la información, pero Francisco no iba a dárselas.

-Déjalo a él, no me importa lo que me hagas a mi... Pero a él no lo toques... Quien tiene la información soy yo.- murmuró con la voz cansada, la persona inició una risa ronca y burlona, Francisco sonrió.

Un fuerte  golpe impactó en sus costillas, y otro y varios más hasta que quedó sin aire de nuevo, escupió un poco de sangre y volvió a levantar la mirada.

-Ahorita les mando la cena.- sonrió, dejó un par de guantes y se fue, dejándolos solos, Francisco miró al niño.

-tranquilo.- susurro con la voz que le quedaba.-  estoy perfectamente.

-lo siento.- murmuró el pequeño.

En ese momento la puerta se abrió, lanzaron un par de platos de lo que parecía ser una mezcla entre arroz y puré de papa.

-come el mio.- le dijo Francisco y el niño sin rechistar lo hizo, después, saco la barra de chocolate y comenzó a comerla con felicidad.

El niño se acostó en la sucio cama, se abrazo a él mismo y con una diminuta sonrisa susurro.

-buenas noches Francisco, que dios lo bendiga, es buena persona.

Francisco lo miro bajo la tenue luz.

-igualmente Daniel.

A pesar de ser noche y estar cansado, no pudo dormir pensando en Sofía, en Isabel y en el pequeño bebé.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora