Harry se encontraba en casa, sentado en el sofá. Su madre se había ido a ver a una amiga que estaba muy enferma, por lo que todo el fin de semana tendría que estar solo, cosa que no le gustaba.
Era un chico muy tímido y miedoso, siempre estaba con su madre, y eso era algo que a su edad, 16, podía resultar un poco vergonzoso, pero a él no le importaba, estaba acostumbrado a que todo el mundo se riera de él, por ser diferente.
Puso la tele y se tapó con una manta que le había regalado su abuela, era octubre y el tiempo cada día empeoraba más. Se sobresaltó cuando su móvil empezó a sonar.
-Si?-preguntó tímidamente.
-Hola cariño, soy yo-Harry se tranquilizó al oír la voz de su madre al otro lado de la línea-quería saber cómo estás.
-Todo bien, mamá, no te preocupes-miraba hacia el suelo, conteniendo sus ganas de decirle a su madre que volviera, que no le gustaba estar solo.
-Seguro que tienes hambre, llama a la pizzería de enfrente y pide una pizza de cuatro quesos, esa que tanto te gusta-al oír eso, su corazón empezó a latir más fuerte, prefería pasar hambre a tener que hablar por teléfono con un extraño.
-Sí-contestó, no quería disgustar a su madre.
Después de despedirse, colgó la llamada y se quedó dormido.Se despertó por el sonido de un trueno, genial, una tormenta, la noche no podía empeorar. Miró la pantalla de su iPhone, eran las 12:00 y se estaba muriendo de hambre. Por su mente pasó la idea que le había dado su madre de pedir una pizza, pero la descartó inmediatamente. Decidió poner la televisión y distraerse un poco, pero esta no funcionaba a causa de la tormenta.
Le dolía el estómago, tenía mucha hambre. Decidió, al fin, coger su móvil. Respiró un par de veces profundamente y marcó el número de la pizzería situada en la acera frente a su casa.
-Buenas noches-dijo una voz femenina.
-H..hola-estaba relamente nervioso.-llamaba para encargar una pizza.
Le dió sus datos rápidamente y colgó en cuanto pudo. Se recostó en el sofá y suspiró, lo había hecho, sin ayuda de su madre había pedido una pizza.
Cuando por fin se relajó, el timbre sonó, Harry se puso pálido, había olvidado la peor parte, abrirle la puerta a un desconocido. Se acercó a la puerta lentamente, tragó saliva, y la abrió cuidadosamente.
Al otro lado de la puerta, pudo ver a un chico de aproximadamente su edad. Tenía unos bonitos ojos azules, finos labios, y el pelo alborotado y mojado, a causa de la lluvia. Harry se sonrojó enseguida, nunca había visto alguien tan guapo, ese chico le pareció un ángel.
-Buenas noches-le sonrió, y unas pequeñas arruguitas aparecieron al lado de sus ojos. Harry pensó que ese chico no podía ser real. No sabía qué decirle, no era capaz de articular palabra, y menos ante alguien como él.
-Hola-dijo al fin-le entregó su dinero y cogió la pizza, después volvió a mirar a ese chico, quien le sonreía amablemente. Pudo ver que en su traje había una placa "Louis", ese era su nombre, y Harry pensó que era un nombre perfecto para alguien perfecto como aquel repartidor de pizzas.