Parte 1 capítulo 4

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Hoy tengo que quedarme a comer a casa de Brandon, ya que este ha venido hoy a recogerme a casa. Después de ese repentino calentón detrás de las gradas, me enseñó el resto de las instalaciones deportivas. Son mucho más grandes que las de nuestro antiguo instituto. Sinceramente, podía ver el brillo en los ojos de mi apuesto novio, cada vez que hablaba del tema. Él quiere que forme parte de eso, también. Por eso, se empeña tanto en que vaya a verlo a los entrenos y que vea cómo va a ser todo eso. Quiere que las dos cosas que más le gustan, estén de alguna manera unidas. Pero a mí, el fútbol, no me gusta demasiado. No veo, la gracia de ver a tíos, empujándose y pasándose la pelota con los brazos de un lado al otro, y luego tirándose encima del otro, para impedir que avance. Un placaje, es la manera en la que los tíos pueden tener un momento homoerótico y nadie puede dudar de su hombría. Pero claro, con Brandon, no podía decir esas cosas. Debía sonreír y asentir. Aunque yo soy feliz, solo de verlo a él ilusionado. Hace tiempo que yo no me ilusiono con cosas así. El único deporte que me gusta es la natación, y tuve que dejarlo hace dos años, porque no podíamos seguir pagando las tasas del equipo. Una pena, la verdad, porque era realmente bueno. Gané más de tres medallas en competiciones. Incluso me ofrecieron una beca, si jugaba en el equipo de la universidad. Pero, ¿de dónde saco el tiempo? Entre los estudios, el trabajo, Brandon... lo envidio porque él no sabe que es tener que trabajar para sobrevivir.

―Termínate el plato ―me repite.

Llevo casi diez minutos, paseando por todo el plato uno de los últimos trozos de pasta. No puedo más.

―Termínatelo tú.

Brandon piensa que ambos podemos comer lo mismo. Pero sus cantidades de comida son tan grandes. Normal, para mantener ese tipo, debe comer muchas proteínas. Cada vez veo más grande la bola de sus brazos. Estoy seguro que un día de estos, llegará a ser más grande que mi cabeza.

―Venga, encima que te lo he cocinado con todo mi amor -besa mi hombro desnudo lleno de pecas, cuando se levanta a retirar su plato.

Claro que lo ha cocinado con amor, pero eso no quiere decir que esté bueno. La cocina y Brandon, no son muy buenos amigos, pero él lo sigue intentando.

Me llevo el último trozo a la boca y me lo trago como puedo.

―¿Intentas cebarme?

―Sabes que a mí me gustan los twinks ―me guiña un ojo cuando paso a su lado para dejar el plato.

Pongo los brazos alrededor de su cuello y tomo una bocanada de aire. Ay, qué bien me siento cada vez que lo tengo así de cerca. Brandon es como un pequeño santuario. Él es mi refugio. Pongo los brazos encima de él y estoy a salvo.

Pasamos el resto de la tarde hasta que tengo que ir al trabajo, acostados en el sofá, abrazados y mimándonos. El calor de Brandon llega a ser sofocante, pero no me molesta. Él es como mi propio sol. Me da calor y luz, cuando el resto solo es oscuridad. Él es mi linterna guiándome por la oscuridad. Por suerte, esta vez, es fácil despedirnos. Y no, no es porque yo tenga trabajo. Si fuese por él, habría dejado ese trabajo después del verano, pero yo quiero ganarme mi propio dinero, y no depender de él o de mi madre para todo. En cualquier caso, hoy, cuando ya va llegando la hora de despedirse y vestirnos, no parece poner resistencia.

Se levanta, me pone su majestuosa espalda ante mis ojos, y por dios, tengo que reprimir el gran impulso que me grita que me lance y le lama la espalda desde sus anchos hombros deslizando mi lengua hasta la parte más intima de ella.

―¿Nervioso? ―inquiero dando un saltito para ponerme los pantalones.

―Para nada ―me sonríe de oreja a oreja, y me derrito.

Clumsy: una historia diferente (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora