Como el hijo mayor se cae, el capataz decide montarme. Ese hombre me da un miedo terrible, lleva siempre un fuete y con ese le pega a los caballos. Quizá éste sea el momento más oportuno para dejarle claro quien soy yo y que no me podrá golpear tan fácilmente.
Se sube a mi lomo y, antes de que tan sólo se acomode, doy un salto y lo tiro de mi lomo. Cae de cara y un vaquero lo recoge. Así fue mi mañana, vaquero que subía, vaquero que tiraba.
Ximena quiere montarme ya que sabe de sobra que no la tiraré, pero su padre se niega y me encierran en el establo. Sé que para mí es algo normal pero no es el establo de siempre, está oscuro, la paja no está fresca y huele como si no lo hubieran limpiado en años. Comienzo a relinchar para que me saquen pero nadie va en mi busca.
Al día siguiente, me despierta el ruido de una diligencia. No es la diligencia del rancho, sino el del ranchero de al lado, a tres horas de aquí. Cuando dejo de escuchar ese sonido, me abren la puerta y me llevan al corral. Como llevo sin ver la luz del sol desde ayer, me lástima los ojos pero puedo soportarlo. Me amarran al poste y el dueño pregunta al otro hombre.
-¿Que le parece? -el otro ranchero, un hombre alto, me observa detenidamente, cosa que me incómoda. Se acerca a mí y me mira los dientes.
-Aún se ve muy joven -dice mientras me suelta -A demás, ya tengo muchas yeguas, que tiene está de especial?
-Es tan ruda como un caballo -dice mientras me da un golpecito en las costillas -, nadie notará que es una yegua
Ambos hablan un rato y, mientras lo hacen, me doy cuenta de que no es una diligencia sino una carreta y a que no adivinan que tiene atrás. Sogas para llevar vacas, ovejas y caballos, como es mí caso. Me asusto con la idea de que me llevarán, relincho y comienzo a golpear el poste. El dueño de da cuenta y trata de tranquilizar me.
-¿Que le pasa? -pregunta el ranchero
-Habrá visto una serpiente -responde, acariciando mi cara mientras me amarran en la carreta -, aveces se asusta
Ambos cierran su trato y entran a la casa. Estoy asustada, no quiero salir de éste rancho para irme a otro. Comienzo a golpear la carrera con mis patas delanteras, me hago hacia atrás para deshacer el nudo. Nada, no puedo liberarme, estoy completamente atrapado, a no ser... A no ser que consiga liberarme antes de que comience a caminar la carreta, podría ser una opción.
Mientras maquino mi plan, el padre del dueño, que es de origen indio, se me acerca y me acaricia. Siento sus manos en mi cara y él sonríe.
-Recuerda cual es tu nombre -me dice mientras afloja un poco el nudo -, eres Viento Silencioso, capaz de correr más rápido que los demás caballos del establo -el señor me abraza y me acaricia la cabeza -Aún puedes ser libre como te prometí cuando tenías 2 meses... O como le prometí a tu madre cuando llegó aquí
No entendía muy bien porqué me dijo todas esas cosas, hablar de mi nombre, mi velocidad, mi madre... Sin saber porqué, llegué a querer a ese señor más que a la misma Ximena, me doy cuenta de que me está abriendo la puerta del establo y que ésta oportunidad no se repetirá jamás en mi vida, tendré que aprovecharla.
El ranchero y el dueño se acercan a mí. Aún no se dan cuenta de que el nudo está flojo, cosa que me conviene bastante. Ambos estrechan la mano para finalizar mi venta y yo, casi involuntariamente, me agito hasta que se deshacen los nudos y corro como nunca antes lo he hecho. El ranchero (que ahora es mi dueño) me lanza una soga al cuello y casi me caigo pero, por suerte, soy más fuerte y rápida que él. Muerdo la cuerda y tiro de ella hasta que la suelta, y sigo corriendo hasta visualizar las cercas que limitan el territorio. Escucho como me siguen los vaqueros pero el señor tenía razón: soy más rápida que cualquiera de los caballos, incluso que Buch. Cuando me acerco a las cercas, aprieto los dientes para armarme de valor y salto la cerca.
"Lo hice! -pienso mientras miro atrás para ver a los caballos relinchar y desearme suerte -Ahora habrá que encontrar los lugares de los que me hablaron hace mucho tiempo"
Corrí durante un día entero, pasé por el pueblo y mucha gente me miró. No me importa comer en estos momentos ya que, si no estoy mal, cualquiera de mis dueños, ya sea el viejo o el nuevo, me buscarán para que regrese al rancho. Salgo del pueblo y me dirijo justamente al desierto o, como lo llama Crack, "El Cementerio" o "Comida para Buitres"
Casi al atardecer, me da un golpe de calor y me dejo caer en el suelo, haciéndome sombra con mi cuerpo. Comienzo a marearme y veo una figura extraña, después cierro los ojos y pierdo el conocimiento.
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Una vida en el Oeste
Novela JuvenilYo nací aquí, en este lugar que llegarían a llamar "El Viejo Oeste", pero para los de mi especie la tierra no tiene edad, no tiene principio ni fin, no hay frontera entre la tierra y el cielo, como es el viento a la pastura de los búfalos, somos par...