Capítulo 1

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"Un amor es digno de una historia y una historia merece ser compartida como el mismo amor"

Había llegado el momento en que yo debía ser más fuerte que nunca, más fuerte que un huracán arrasando todo a su paso, más fuerte que el viento contra mi rostro, más fuerte que el furor de un incendio, más fuerte que una ola estrellándose contra las rocas, más fuerte que el latir de mi corazón, más fuerte que el abrazo que nunca nos dimos el cual sellaría nuestros cuerpos y nuestras almas con un adiós; más fuerte que el amor que siento aún por él. Así que miré el cielo, que se nublaba más y más con cada paso que daba lejos de él; lejos de mi amor. Trataba de mirar más allá del cielo, más allá del sol.

El viento me impulsaba así como impulsa a una hoja en otoño, el suelo me sostenía con firmeza así como sostiene a un árbol, y el cielo me permitía moverme tan libre así como lo hacen las aves. Así seguí mi camino sin rumbo alguno. No podía contener las lágrimas, lo intenté... créeme que verdaderamente lo intenté pero no pude... así como no pude hacer que te quedaras.

Sabías que tenía tanto miedo a perderte... sabías que mi mayor miedo en todo el mundo era ese. Pero en este mundo tienes que enfrentar tus miedos. Te lo dije una vez cariño: "Amor mío... No hay mayor miedo que perderte, ni mayor placer que tenerte". Así que saqué la caja de cigarrillos que llevaba en el bolsillo de mi saco y encendí uno y luego limpié mis lágrimas que me nublaban la vista e inundaban mi ser, y pude sentir cómo si todo fuera como el humo del cigarrillo, que se esfumaba frente a mí. No quise mirar atrás nunca más, sabía que ya no había nada más ahí para mí, sólo restaba mi gran dolor, mis pensamientos, mi resignación a mi realidad y yo. Mis pies no sabían hacia dónde se dirigían pero yo sólo quería alejarme de todo. Tenía tantas ganas de salir corriendo de ese lugar, tenía tantas ganas de correr lejos de ti, quería huir de ti porque sabía perfectamente que si me quedaba podría volver a cautivarme tu inexistente amor por mí.

No podía creer cada palabra que él me dijo antes de partir... no podía creer que todo había terminado, no podía creer lo que estaba pasando. Simplemente no quería creer que él, el amor de mi vida se iba de mi lado; se iba de mí. El tiempo no se detuvo esta vez, así como lo hacía a cada momento que él me besaba, a cada instante que él me abrazaba, cada vez que él estaba conmigo. Esta vez no lo hizo así como cuando él me decía "Te amo" mientras me miraba detenidamente a los ojos. Esta vez el tiempo no iba a detenerse y yo no debía hacerlo tampoco. Miré a mi alrededor y el viento refrescaba mis ojos mientras acariciaba mi piel con su frialdad tan semejante a la de mi alma.

Iba de camino a la mesa donde estaba sentado con Nadia, Nancy, Nitza y Puga, iba con los pasos y la vista perdidos y con la sonrisa más fingida que jamás haya usado antes, cuando de pronto Puga intercepta mi camino y me pregunta -¿Estás bien, Ed?-

-Sí, ¿Por qué?- le respondí de una manera en que sonara seguro pretendiendo que realmente lo estaba y alcé la cabeza mirando al cielo y liberé mis palabras que me asfixiaban en el humo de cigarrillo que exhalé al viento.

-No sé qué pasó, pero realmente espero que estés bien- me dijo inclinando su cabeza y poniendo sus brazos tras su espalda mostrando empatía por mí.

-¿Ahora entiendes por qué te dije que hoy era el día?- le pregunté tornando mi mirada hacia ella mientras mi voz se quebrantaba y mis ojos se llenaban de lágrimas, y una de ellas se deslizó por mi mejilla. Entonces Puga se lanzó a mí para darme un abrazo y me dijo –Sí, Ed; ya sabía de lo que me hablabas. Lo siento en verdad-. Me desconcerté al oír eso; dejé caer mi cigarrillo que ya se había consumido, así como se consumieron mis esperanzas por el amor, y justo antes de que yo pudiera preguntarle algo ella dijo –La verdad es que se notaba que ya tenían muchos problemas últimamente, y ya no sabían cómo solucionarlos... porque aunque estuvieran juntos... ya no se veía esa unión en ustedes-.

La verdad es que me dolió bastante saber que lo que él me dijo era verdad, que ya nada era como antes. Y todo mundo lo veía excepto yo. ¿Acaso fui tan estúpido para no poder darme cuenta de ello? Lo único que sabía en ese momento era que él tenía razón.

-¡Hola mis amores, qué guapos se ven!- dijo Diana sonrientemente a Puga y a mí. Creía que ella no asistiría a nuestra fiesta de graduación, y al verla llegar me causó una gran emoción, pero no pude mostrar una reacción al respecto. Puga sonrió y le agradeció por el cumplido, a mí me preguntó ¿Qué sucede, estás bien? Curiosamente preocupada. –Sí, claro. ¿Por qué no habría de estarlo?- dije con una preocupación fingida. – Porque se te nota...- dijo Diana con un tono un poco sarcástico.

-Hoy es el día, ¿sabes?...- le dije mientras caminaba unos pasos lejos de ella dándole la espalda y encendí otro cigarrillo. – ¿El día de qué?- preguntó con exclamación. –Hash, creí que ya habías dejado el cigarro, Ed- su voz sonó un poco molesta. –Prometo dejarlo... ¿quieres uno?- con desánimo lo dije. -¡No! Ya no fumo, gracias...- su voz era la voz de la decepción. -¡Sí!, hoy es el día... simplemente hoy es el día- dije al tornar mi cuerpo de vuelta frente e ellas. Puga sólo nos miraba silenciosamente, sus ojos eran testigos de mis palabras reprimidas y afligidas. -¿Sabes qué? Yo no te entiendo nada, ¿me dirás o no?- la desesperación y la curiosidad gritaron. La miré a los ojos y mi boca fue una jaula de aves que se abrió y liberó cada palabra de mí, dejándolas volar por los aires.

-¡Sí!, hoy es el día... el día en que Luis me terminó...- mis ojos contenían mis lágrimas, y en ellas yo contenía mi dolor, mi voz se quebrantaba y mi alama también. -... Luis me terminó...- y mis lágrimas cayeron al suelo junto con mi corazón. No pude evitar llorar... y Puga y Diana no pudieron evitar abrazarme fuertemente. –Lo siento, Ed. No me hubieras dicho- dijo Diana con culpa al verme llorar incontrolablemente. –No te preocupes Diana... realmente quería hacértelo saber. Eres mi amiga y yo quería decírtelo-. Limpié mis lágrimas con coraje y seguí fumando y di unos pasos mientras miraba al cielo de nuevo; de alguna manera me sentía a salvo mirando el cielo. Y mi pensamiento se sentía libre también. Diana y Puga permanecían de pie frente a mí sin mucho qué decir, pero sus miradas se encontraban congeladas y perdidas. -¿Saben algo?... Me siento bien, absolutamente bien- dije con una seguridad falsa y una sonrisa falsa en mi rostro. -¿Seguro?- me preguntó Puga desconcertada y guiñó ladeando su rostro. -¡Sí!, por supuesto. Hoy es un gran día, y debemos vivirlo al máximo. Es nuestro día; nuestra fiesta y debemos disfrutarla al máximo-. Me sonrieron en señal de que estaba en lo correcto y tenía razón. Y mi pensar voló como un ave.

-"Las promesas se rompen así como los corazones"-, -"Las promesas están sujetas sólo a palabras"-, -"Sé que habrá cosas peores, pero ninguna me dolerá como esta"-, -"Vale mucho más que la pena vivir, porque la vida es hermosa. Y si vale la pena vivir; vale la pena ser feliz"-. Dije algunas de las frases que habían surgido en mi mente cuando caminaba lejos de Luis... lejos de mi amor. Mi cuerpo se estremecía con cada paso, con cada instante, con cada respiro. Y mi alma se desvanecía lentamente con el viento.

-Ahora vuelvo. ¿Okay?- les dije al meter mis manos a los bolsillos de mi pantalón, y lancé una sonrisa en señal de que estaba bien. -¿A dónde vas?- preguntaron ellas a mí con gran intriga. –Sólo iré al baño, necesito refrescarme un poco- volví a sonreír pero sin siquiera abrir la boca. –Ah... bueno- dijo Diana y Puga asintió con la cabeza. –Sí, las veo en la mesa. No tardo-. Y me retiré de aquel lugar donde estábamos, mis pies daban cada paso con delicadeza y lentitud sobre el césped húmedo y mis manos seguían en mis bolsillos, mi pensamiento en el viento y mi mirada en el cielo. Debía seguir con la cabeza en alto y con mi emotiva sonrisa sin despegar los labios. Así me dirigí al baño y al entrar me detuve frente al espejo que reflejaba un cuerpo rígido, con la mirada ensangrentada y una gran sonrisa. - ¡Vaya!, hoy eres un horror. Quita esa mirada tan seria y sal afuera a disfrutar de todo, porque hoy es tu día. Hoy es el día- Reflexioné. Me dije a mí mismo y mi monólogo fue interrumpido por alguien que entró al baño. Parpadeé un par de veces recobrando mi realidad, mi estúpida y patética realidad. Entonces mojé mis rostro y me miré al espejo asegurándome de que todo en mí estuviera en orden; mi ropa, mi cuello, mi cabello, mi reloj, mis manos, mi postura, mis lentes y... mi sonrisa. Sequé mi rostro y mis manos y estuve dispuesto a salir del baño completamente preparado y decidido a enfrentarlo todo. Pude sentir esa seguridad que me impulsaba a querer afrontar y aceptarlo todo. Y con mi emotiva sonrisa... salí.


Juntos Para Siempre: E y LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora