Capítulo 2

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"He regresado a tiempo"


Al dar el primer paso fuera de ahí, sentí el viento que rosaba fríamente mi piel. Miré a mi alrededor y vi la grandeza del día, pude ver la felicidad compartida, pude presenciar la belleza del mundo, la inmensidad de la vida... pude contemplar la intensidad del amor así como también pude notar su profundidad. Pude sentirme a salvo en una muy pequeña parte de este mundo; pude sentirme totalmente a salvo en mí, en mi mente. En ese momento logré entender y comprender muchas cosas, quizás no todas pero sí las más importantes. Y mi pensar volvió a apoderarse de mi mente...

-"Es tiempo de que cada quien se hunda en su propio mar"-, -"Tenías razón cuando me dijiste: No puedo obligar a alguien a estar conmigo"-. Me mantenía en pie con la mirada congelada y perdida mientras escuchaba estas frases dentro de mi cabeza aturdiéndome, hasta que un parpadeo mío interrumpió y sentí una extraña sensación recorrer mi cuerpo -¡Maldita sea!- grité incontrolablemente y no pude resistirme a tomar otro cigarrillo y encenderlo para controlarme un poco, la verdad sabía que eso no me ayudaría a tranquilizarme pero aún así quería hacerlo. Inhalé profundamente llevando el humo de tabaco a cada lugar de mis pulmones y di un paso enfrente dirigiéndome hacia la carpa para ir a la mesa... pero mi mente no estaba tranquila y estaba muy molesta conmigo. -¡Eres un idiota! Debiste utilizar un poco de tu psicología para deducir un poco esta mierda que pasa-. Exhalé. Sí, mi mente tenía razón... debí haberme guiado un poco por ella... a él le gusta mucho el color azul y le fascina bastante el ancla. Debí saber que no había algo tan preciso y específico para él y que aquello que él apreciaba, aquello que para él representaba cercanía y afecto, aquello que él identificaba algunas veces con amor; el ancla. La dejaría caer y dejar que se sumergiera en lo más hondo de su mar tan azul y profundo como su misma mirada en la que yo me perdí.

No me sentía totalmente preparado para regresar a la mesa y fingir que todo estaría bien... no podía dejar que mi mirada perdida en la nada me delatara; entonces decidí caminar y caminar calmadamente rodeando la carpa hasta estar seguro de que quería entrar a ella, justo al lugar donde él estaba. Fumé un par de cigarrillos más... no podía dejar de fumar estaba lleno de ansia y angustia, sabía que en cualquier momento podría haber explotado y decidí tranquilizarme hasta sentir que ya estaba listo para entrar a ese lugar. Llevaba el paso arrastrado, las manos en los bolsillos y la mirada en el suelo. Al llegar a la puerta me detuve, cerré los ojos, saqué mis manos de los bolsillos, levanté la cabeza, inhalé muy hondo y exhalé mientras abría los ojos. Y al abrirlos me quedé pasmado... no podía entender lo que sucedía; del otro lado de la ventana de la carpa se encontraba Luis frente a Anna, sentados en unas sillas mientras él sostenía desesperadamente su mano de Anna y ella parecía consolarlo... mientras él lloraba. Realmente me desconcerté y mi cuerpo se paralizó... no podía entender absolutamente nada; de inmediato recuperé el sentido e intenté distraer mi mirada buscando la mesa donde estaba sentado con mis amigas. Decidí seguir mi rumbo y pretender que no había visto nada. Finalmente pude ver lo pequeño que era el mundo y lo enorme que era mi dolor  y entendí que al fin cada uno era libre... libres de nada y que había regresado justo a tiempo, justo a tiempo para retomar mi vida, para reiniciar mis sueños, para comenzar con más fuerzas que antes... para continuar ya sin él. De alguna manera necesitaba sentir ese impulso para seguir con mayor fuerza pero con debilidad a la vez. Era momento de seguir ya con una vida diferente, con planes distintos, con nuevas intenciones y con muchas fuerzas, con tanto coraje y también con un gran dolor en mí y por supuesto... con un corazón roto.

Llegué a la mesa, tomé la silla y me senté tratando de animar a Nadia, Nancy, Nitza, a Puga y a Diana que tenían cara de ligero aburrimiento. Nadia me miraba desde el otro extremo de la mesa y me lanzó una sonrisa que llegara a mí de extremo a extremo, adoro tanto que ella siempre haga eso cada vez que todo parece estarse poniendo tenso. Entonces le sonreí de vuelta, pero esta vez sí con una sonrisa real... me sentía seguro; comenzaba a sentirme seguro. –No tiene sentido que lo hagas, así no funciona- dijo Puga. - ¡Ja, de qué hablas?- le pregunté curioso con un tono de gracia. Y ella respondió: – Tu mirada lo dice todo-. Mi sonrisa desapareció y me levanté de la silla para ir apresuradamente de regreso al baño y entender lo que Puga me dijo. Entré al baño; miré al espejo y ahí estaba yo, estaba frente a mí el reflejo de un chico con una gran sonrisa que mostraba alegría y con una mirada que mostraba totalmente lo contrario... me miré fijamente y mojé mi rostro con agua, volví a mirarme y no había cambiado mucho así que me di una bofeteada y me ordené estrictamente a mí mismo que debía coordinar mi cuerpo y todos mis sentidos. Y no salí del baño hasta estar completamente seguro de estarlo.

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2016 ⏰

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