CAPITULO XXI: Cuerpos.

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No siento mis pies, ni mi piernas y mucho menos mi trasero. Han sido dos extenuantes semanas donde mi madre, mi abuela y doña Enriqueta han intentado enseñarme a bailar, cantar y por sobre todo, aprender a desinhibirme, porque en la presentación que debo dar mañana debo mostrar la mayor cantidad de piel posible. Ya me hice a la idea de realizar aquella petición y ahora lo único que deseo es que todo salga medianamente decente, que no se note tanto mis nervios y que nadie se le ocurra subir el video a internet, los de ese tipo siempre se convierten en virales. –Tienes que levantar la mirada, mirar a todos quienes estén presentes, no te avergüences de tu cuerpo, vívelo... gózalo... es lo más hermoso que tienes...- La abuela de Felipe intenta enseñarme las claves para realizar una performance de calidad, ya que no sólo es mostrar un poco de mi piel, sino que mis expresiones deben denotar aquella pasión exigida, pero ¿cómo lograrlo? Desde aquella epifanía luego de la revelación de mi pasado en el orfanato, logré superar muchos de mis complejos y mostrarme al mundo sin miedo, pero otro aspecto muy distinto es reconciliarme con mi propio cuerpo, lucir mi delgadez, mi carencia de nalgas, mi pies deformes y por sobre todo mi nariz, mi curvado tabique nasal.

Debo hacer doscientos abdominales y cien flexiones, mientras veo como mi madre me vigila comiendo un rico pastel de chocolate. -¿Por qué estás comiendo mientras yo sufro? ¡No es justo!- Trato de alegarle, pero ella no me hace caso y como castigo, me obliga a hacer cincuenta abdominales más. Todo me tirita, pero luego de dos semanas he logrado mayor fortaleza muscular y esta noche dormiré, de eso estoy seguro, porque al inicio del entrenamiento fue una pesadilla recostarme en mi cama.

Luego de mi rutina suena el timbre y al salir me encuentro con el bello rostro de mi novio. Corro, o eso intento, en su encuentro y le doy un fuerte beso, no me he comido aquel pastel de chocolate, pero si a este bombón. –Amor... tengo que contarte algo...- Es lo primero que menciona luego de separar nuestros labios. Me sentía alegre con su presencia, pero su mirada me inquieta, algo malo ha sucedido, solo puede ser una mala noticia por aquella expresión compungida. Me pide que caminemos por el parque cercano a mi casa, al parecer no quiere que mi familia escuche. Cada paso hacia aquel lugar me parece una eternidad, quiero saber pronto lo que ha acontecido, sea lo que sea, pero quiero acabar luego con esta incertidumbre.

Nos sentamos en una banca apartada del gran flujo de personas. Un árbol nos cobija del sol, es brillante y pronto aumentará su intensidad mientras nos acercamos a la primavera, pero por mientras el suelo húmedo y mi abrigo, me recuerdan la estación en que nos encontramos. Mira un tanto desinteresado al astro rey y luego de un fuerte suspiro se arma de valor para comenzar. Me mira detenidamente a los ojos y de este modo puedo ver perfectamente el inicio de las lágrimas. Tímidamente comienzan a inundar sus ojos, para luego derramarse inquietas por sus mejillas. Nunca lo había visto tan triste antes y por ello me cuesta reaccionar, pero cuando lo hago sólo atino a abrazarle, de la forma más fuerte que este cuerpo cansado puede. Acaricio su cabello mientras puedo sentir como sus lágrimas se derraman en mi hombro. ¿Qué sucede? ¿Qué es tan grave para estar tan triste? Intento preguntarle, pero por un largo rato no recibo respuesta.

-Tengo miedo... miedo que me dejes cuando te enteres de la verdad...- Es lo que me dice cuando ya la pena se ha disipado un poco, aunque su voz sigue entrecortada debido a la conmoción. Evade constantemente el contacto de nuestras miradas, algo le provoca incomodidad y por ello debo saber a qué verdad se refiere. –Yo... sucede que... Tengo miedo que... todos se den cuenta lo hermoso que eres en el show de variedades, y me termines dejando por cualquier otro...- Le cuesta confesármelo, pero termina diciéndolo con la mirada gacha y el rostro ruborizado. -¡Pero que bobo eres! Claro que eso no sucederá... además, lo más probable es que mi rutina no sea para nada erótica, todo lo contrario...- Y como estaba tan nervioso, no puedo impedir que una fuerte risa de alivio escape de mis labios. Este chico me tuvo a punto de un infarto por algo tan insignificante. Luego de su confesión solo atinó a abrazarme, estuvimos así un largo rato y luego fuimos a tomar té a mi casa. Todo parece normal en nuestra relación, aunque durante el periodo en que me tuvo en vela, pude percatarme que desde el viaje que hice con Felipe al campo, Rodrigo ha estado un tanto callado, nos hemos besado normalmente, pero su comunicación es bastante parca, incluso ahora luego de la conversación. Espero que solo sea mi imaginación, porque tal vez ocurra algo en su familia, algo que no se atreve a contarme.

El Chico PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora