Capítulo único

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Acomodo el cuello de la remera hacia atrás frente al gran espejo del espacioso cuarto deteniendo la vista sobre mi dedo anular. Aún sigue ahí el anillo con el cual prometiste tantas cosas. Lo observo detenidamente, como cada día, recorriendo el fino borde pintado de azul marino y me lo quito para poder leer tu nombre grabado en la cara interior. Dejo salir una risa nostálgica y casi inaudible ante lo desprolijo de tu letra sobre el acero porque sigo pensando que lo hiciste apurado, sin reparar un segundo en permitir que el dueño de la tienda lo hiciera por ti. Torpe.

Me tomo un momento para recordar lo que pasó ese día como si hubiese sido ayer. Éramos adolescentes, llenos de energía, con miles de sueños y metas por cumplir, pero nos teníamos uno al otro y con eso nos era suficiente, ¿verdad?

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Era verano. La brisa cálida se colaba por debajo de mi gran camiseta blanca mientras disfrutaba la puesta de sol acompañada del tinte anaranjado posándose por sobre las montañas. Mi reproductor de música, abarrotado con canciones extranjeras, sonaba encima de la banca de madera en la cual me encontraba. El efímero sonido de las hojas meciéndose se mezclaba con el agua que corría cuesta abajo hasta perderse tras las piedras.

A pesar de las protestas de parte de SeokJin te paseabas con tu remera larga llena de improvisados recortes y tu bermuda ancha a orillas del río mirando lo mismo que yo: el ocaso. Dejé pasar unos minutos para no perderme los últimos rayos de luz admirando tu espalda, llenándome de pensamientos sobre ti, preocupándome, y al final, cuando creía que era suficiente para mi mente, volteaste conectando miradas conmigo.

Mi pecho subía y bajaba de forma acelerada a medida que te acercabas sosteniendo esa sonrisa tan característica de la cual nunca me cansaría, de eso estaba seguro en aquel entonces. Tras pasar por el camino de tierra, corriste saludándome y tras posicionarte en la otra punta de la madera, tomaste de tu bolsillo una caja pequeña tendiéndola frente a mí con el anillo.

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Desprendo el único botón del traje con toda la lentitud que me es posible, soltando un suspiro largo, reteniendo las lágrimas que quieren escaparse otra vez. Froto mis frías manos para intentar tranquilizarme antes de salir porque no quiero desmoronarme en plena ceremonia y preocupar a nadie, debo mantenerme firme y orgulloso frente a todos, frente a ti.

Repaso por última vez la suave y oscura tela, comprobando que ninguna arruga entorpezca el planchado de la misma y coloco la pequeña flor blanca en el reducido bolsillo con cuidado de no estropearla.

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El color azul marino era el tema menos discutible al momento de entrar al vestidor y lo tenía asumido, te conocía muy bien, tanto que hasta imaginaba qué flor debía complementarlo según tus gustos. Podía notar el brillo en tus ojos al encontrar el corte perfecto para el traje, dejándome elegir los zapatos adecuados para la ocasión, unos negros, de punta redondeada y taco corto. Luego de calzármelos, abriste tu pequeño bolso retirando una cala blanca y me pediste permiso para adornar el bolsillo delantero con ella. La flor resaltaba por sobre el intenso color y sonreíste al ver que era perfecta.

No te separaste de mi ni un momento ese día, tomándome por el brazo hasta para conseguir uno de esos deliciosos helados en el puesto al que siempre asistíamos cuando escapábamos de algunos ensayos.

Aunque algunas cosas seguían como siempre, ya no manteníamos tantas charlas infantiles sobre la vida diaria de nuestros amigos o las ideas disparatadas que planeábamos llevar a cabo con JiMin; todo eso iba quedando atrás a medida que pasaba el tiempo. Habías crecido, eras un hombre con los pies sobre la tierra con intereses más centrados y adultos.

Por primera y última vez [ VKook ] [ ONESHOT ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora